Viviendo

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- Eres, eres... eres una perra.- Entro a la cocina titubeando dejando atrás a Santiago pero al final me remito a hablar.- ¿Cuál es tu problema? ¿Quién te da derecho a ti de decidir si Santiago es bueno para mi o no? Estás tan vacía por dentro que la única forma de sentirte mejor contigo misma es haciendo menos a alguien. Prefiero mil veces estar con Santiago que tener que soportar a un esposo que no sabe controlarse con el alcohol o unos hijos que lo único que saben es llorar. - Mi madre abre los ojos como platos pero se le escapa una risa burlona al escuchar lo que le acababa de decir. Santiago se encontraba detrás de mi, por lo que no podía ver cuál era su expresión.- Si tu vida es tan triste y no sabes como sobrellevarla es tu problema, pero deja de querer sentirte superior a otros. Te recomiendo que vayas a terapia para que vean porqué eres así y aprendas a dejar de tirarle mierda a toda la gente que te rodea.
- ¿Qué está pasando aquí?- Entra el tío Germán totalmente ebrio con una cerveza en las manos.
- Tú sobrina que es una grosera irrespetuosa. Vámonos, no quiero seguir en esta casa llena de gente grosera.- Toma al tío bruscamente de la mano y llama a los niños para que se fueran.
Pronto salieron de la casa azotando la puerta, nadie de los que estaban en el patio de habían enterado de lo sucedido, y explicarlo, no sería fácil.
Miré a Santiago, su respiración se escuchaba agitada, estaba estático, tenia una mirada consternada, como si no supiera cómo actuar. Después volteé hacia mi madre, se veía sorprendida, tenía miedo de saber si estaba enojada conmigo por haberle dicho tantas groserías a Dalia, más la parte de "perra" y creo que nunca había dicho nada así frente a ella.
- Perdón ma, me enojé mucho, no podía dejar que siguiera diciendo ese tipo de cosas.
- Aunque no fue la manera más correcta de decirlo, la única que debería pedir perdón es ella, no tú.
- Supongo.
- Lo bueno es que ya se fue.- Ahora se dirige a Santiago.- No tomes en serio nada de lo que dijo, desde que la conocemos ha sido así, y no se diga de mi hermano.- Habla más relajada, seguro para relajar también a Santiago.
- Yo no quería ocasionar problemas.- Por fin habla él.
- Tu no ocasionaste nada. Eres un muchacho muy bueno y estoy muy feliz de que Laila esté contigo. De verdad, no quiero que creas nada de lo que dijo ¿Okay?- Insiste con una voz dulce.
- Okay.- Contesta mi novio suspirando.
- En fin, iré afuera para ver cómo está la abuela. Estás en tu casa Santiago.- Por último mi madre le deja unas palmaditas a Santiago en el hombro.
- Amor.- Hablo yo al quedarnos solos. El no emite una palabra.- Esto no fue tu culpa, no quiero que pienses que así lo fue.
- Yo no quería causar problemas en tu familia. No era necesario que le dijeras todo eso a tu tía.
- Ya te dijo mi mamá que tú no causaste nada. Y mis tíos están locos, en especial Dalia. Y le dije lo que le dije no solo por esto, si no por todo el resentimiento que le tengo guardado desde que la conozco. En algún momento le tenia que decir sus verdades y hoy fue el día.
- Sí, pero...
- Una vez pasó algo similar con un novio de Sara.- Lo interrumpo.- la tía Dalia comenzó a criticarlo y Sara se enojó tanto que la corrió de su casa. Así que, de verdad de verdad de verdad, no te lo tomes personal.
Mi chico estaba triste, lo podía ver en su rostro. En verdad lo habían hecho sentir mal. Nunca nos había pasado algo similar, nunca lo habían hecho sentir menos, lo más próximo fue la vez de las chicas del concierto de la escuela, y ni siquiera llegó a tanto como ahora. Y que lo hicieran sentir así por primera vez, en mi casa y con personas de mi familia, era totalmente inaceptable. Me partía el corazón ver así a mi novio.
- Ya te lo he dicho mil veces, pero si es necesario te lo volveré a repetir las veces que sean: tú nunca nunca nunca serás menos para mi.
- Eso lo sé.- Dice suspirando con una leve sonrisa que hace que me calme.- Debo admitir que lo de perra estuvo gracioso.- Ahora sí estaba más relajado, aunque en el fondo sabía que le seguía doliendo.
- Sí, fue gracioso, ni siquiera sé cómo me atreví.- Rio un poco.- ¿Aún te quieres ir?- Pregunto al ver que seguía algo incómodo.
- No lo sé... no.- Duda un poco.
-Eso me parece genial. Ven, vamos afuera, no dejemos que esto arruine el resto de la noche.
Esto me demostró que Santiago cada vez era más seguro de sí mismo y que nuestra relación se fortalecía cada vez más. En otro momento hubiera terminado en una discusión o algo peor. Pero creo que ambos lo llevamos bien, aunque sé que ese tipo de comentarios siempre van a afectar a Santiago, al menos esta vez no se dejó llevar por los malos pensamientos.
Al salir todos nos miraban con una amena sonrisa, parecía que mi madre ya se había encargado de hacer que se enteraran de lo sucedido.
- Santiago, vente, vamos a jugar una partida de pokar.- El tío Alejandro suaviza aún más la situación.
- Qué bueno que se fue Dalia.- Por fin habla sobre el tema Sara.- Nadie la quiere.
- Sara, no digas esas cosas.- Mi abuela le llama la atención un poco.
- Es la verdad, ni tu la quieres.
- Eso no es cierto.- Titubea haciendo que todos nos echemos a reír al unísono.
A continuación Santiago y yo nos sentamos en el extremo de la mesa para poder jugar. Tomé de la mano a mi chico para darle aún más consuelo, su mano estaba tan fría que incluso me asusté, hacía frío pero nada proporcional a la temperatura de su mano, sabía que eso tenía una explicación médica.
- Amor ¿no tienes frío?
- Muy poquito.
- Tienes tus manos heladas.
- ¿En serio?- Santiago llevó su mano a su cuello (donde sí sentía) para comprobarlo.- Creo que sí.
- ¿Debería hacer algo?
- No sé si te había explicado, pero el cambio de temperatura en mi cuerpo no es muy estable y un tanto peligroso.
- Te traeré una frazada.
- Te acompaño.- Sabía que quería ir conmigo pues le daba pena quedarse solo con la familia.
- Muy bien, vamos.- Me levanto de la mesa dejando mi juego de pokar a medias.- Ahorita venimos.- Me dirijo a todos.
Nuevamente subimos a mi habitación, Santiago haciendo uso de la plataforma que se acababa de instalar. Abrí el closet de blancos para buscar una cálida cobija para mi amor. Tomé una que era lo suficientemente delgada y lo suficientemente gruesa para el clima.
- ¿Te la coloco en las piernas?
- ¿Sabes que me calentaría más?- Dice sensualmente.
- ¿Qué?- Le sigo el juego, como siempre.
- Tu culo, anda, ven y pon ese enorme culo en mis piernas.
Me excitaba en sobremanera que Santiago hablara así, tan despectivo que me excitaba aún más.
Me senté en él frente a frente dejando caer mi trasero bruscamente haciendo que la silla de ruedas se tambaleara. El apretó mis nalgas contra su cuerpo fuertemente y yo lo comencé a besar pasando nuestras lenguas de un lado a otro con tanta emoción que el beso se volvió asqueroso (en el buen sentido de la palabra). Sus labios hicieron un recorrido por mi barbilla hasta llegar al cuello erizándome la piel. El seguía apretando mi trasero contra su pelvis una y otra vez.
- Me mamas Santiago, de verdad me gustas mucho.
- Estás hermosa Laila, me gustas mucho mucho mucho más.
Nos volvemos a besar, pero ahora pasa sus manos a mis senos haciendo un movimiento tan preciso con la cantidad de fuerza justa para que yo me excitara aún más.
- ¡Laila!- La voz de mi madre se avecinaba.
Santiago y yo nos separamos en el momento en el que la escuchamos, rápidamente me levanto de la silla y me paso a la cama para evitar que mi madre nos viera en la posición anterior.- Lai, ya se van tu abuela y tus tíos. Bajen a despedirse.- Mi madre examina la habitación con la mirada al entrar.
- Vamos, solo venimos por una manta para Santiago.- Hablo calmada aunque por dentro incluso yo podía escuchar mi ritmo cardiaco.
- No se tarden.- Sale de la habitación.
- Uff.- Miro a Santiago.- Casi nos cachan, otra vez.
- Ya ni porque está tu abuelita aquí. No respetas.
- Cállate, tú fuiste el que empezó.- Nos echamos a reír.
Bajamos a despedir a la familia. Todos se despidieron de Santiago de la forma más linda, le dieron abrazos y besos en las mejillas, al parecer fuera del problema con la tía Dalia y el tío Germán, Santiago era un buen prospecto para mi.
- Le llamaré a Diego para que venga por mi.- Dice mi novio al cerrar la puerta.
- Okay. Si quieres vamos adentro en lo que llega.- Regresamos a la sala de estar y ayudamos a mi madre y a Daniel a recoger un poco el desastre de platos y copas que quedaron en la mesa del patio.
- Bueno chicos, estoy muy cansada, me iré a acostar.- Dice mi madre después de ir a despedir a Daniel.- Te quedas en tu casa Santi, perdón por todos los inconvenientes, pero de verdad, gracias por venir a acompañar a Lai.
- No se preocupe señora, todo bien.- Santiago le da una amena sonrisa a mi mamá.- Buenas noches.
- ¿Mañana harás algo importante?- Pregunta Santiago al quedarnos solos.
- Mmm.- Pienso.- Creo que no, bueno, solo ir a la oficina de mi papá para que me regrese mi pasaporte.
- ¿Por qué tiene tu pasaporte?
- Me lo pidió cuando se divorció de mi mamá, Necesitaba una identificación mía para unos papeles.
- Es que te iba a decir que si querías ir conmigo a la fisioterapia.
- Sii, te acompaño.
- Bueno, en realidad quiero que me acompañes a hacer muchas cosas, también iré a recoger el comprobante de que asistí al basketball para que ya por fin me puedan dar mi certificado de preparatoria.
- Amor, ni fuiste a las clases.- Me burlo de él. Solo recordaba la primera vez que fue y una vez más que mencionó haber ido, luego pasó lo de Argentina y lo de Violeta y ya no supe nada de ese tema.
- Cuando fue lo de Argentina pedí permiso para ausentarme, pero luego pasó lo nuestro y estuve como otras 4 clases sin ir.
- ¿No tenías ganas de ir bebé?- Hablo muy melosa.
- No.
- De verdad que me amas.- Le planto un pico en los labios, él me lo recibe muy plácidamente.- ¿Y cómo rayos vas a obtener el comprobante?
- Mentí, le dije al entrenador que estuve en el hospital por complicaciones durante una semana. Le di tanta lástima que ni siquiera una constancia médica me pidió.
- Que aprovechado.- Hace que ría.- ¿Y las clases de historia del arte?
- No entré a las clases, pero en el examen saqué 9, estuvo muy fácil. Solo no había podido ir al gimnasio a que me validaran las clases de basketball.
- Wow, te esforzaste tanto para terminar la prepa.- Hablo irónicamente.
- Así es amor.- Reímos.- Ya llegó Diego. Entonces nos vemos mañana a las 9 de la mañana ¿va?
- Síp. Ya vamos afuera.
Diego ya estaba sacando la rampa de la camioneta para que Santiago entrara. Le di un último beso en los labios de despedida y volví a mi casa. Yo también estaba cansada, así que subí a mi habitación, me preparé para dormir y me tiré en la cama para despertar hasta el siguiente día.
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Salí de mi casa a las 8:30 para llegar temprano a su fisioterapia. Me gustaba que nuestras citas pasaran de ser citas a lugares "románticos", por decirlo de alguna manera, a solo... acompañarnos porque sí, a acompañarnos en el día, acompañarnos en la vida.
Al entrar al salón donde estaban todas las máquinas y dispositivos de rehabilitación, eran como máquinas de gimnasio pero adaptadas para gente con discapacidad, busqué a Santiago con la mirada, estaba solo hasta el fondo del gimnasio sentado en un aparato de poleas haciendo remos, sus manos estaban sujetas por unos guantes que a la vez estaban sujetos por unos broches a la cuerda de la polea.
- Ya llegué corazón.- Saludo a Santiago al llegar hasta él. Detiene la serie que estaba haciendo solo para darme un breve beso en los labios.
- Hola amor. Llegaste en el momento perfecto.-  Habla agitado por el ejercicio.- Después de estas repeticiones, van a probar en mi un nuevo dispositivo.
- ¿De verdad?
- Sí, quería que vinieras para que vieras cómo funcionaba.
- ¿Ya acabaste?- Viene el terapeuta de Santiago un tanto molesto porque estaba entretenido platicando.
- Me falta otra serie de 15 y ya acabo.
- Okay, te espero en la otra sala en lo que preparo todo.- El instructor se da la media vuelta y se va. Era una persona muy alta y bastante fornida, parecía que además de ser fisioterapeuta, también era coach en gimnasios convencionales.
- ¿Y tú enfermero?
- ¿Diego? Le dije que estacionara la camioneta y que se fuera porque después vendrías tú.
- Que bueno, recuerdo cuando Violeta se enojó cuando la hiciste irse de aquí para que tú y yo pudiéramos ir a desayunar.
- Estaba loca, me controlaba.
- De verdad que sí. Pero bueno, no recordemos cosas feas, mejor termina tu serie.
Santiago tenia como unos 3 kilos conectados a la polea, eran los suficientes para que hiciera muchísimo esfuerzo en cada repetición. Sus brazos y piernas habían perdido demasiado tono muscular desde el accidente y los dedos de sus manos se habían vuelto muy delgados por la falta de uso. Pero no me importaba, para mi seguía siendo el chico más atractivo del mundo.
- Terminé. Ayúdame a quitar los guantes por fa.- En seguida dejé las manos de Santiago libres de guantes y después lo ayudé un poco a pasar a la silla manual.
Nunca lo había visto usar una, no lo hacía nada mal, tomando en cuenta que en el gimnasio el piso era liso y sin pendiente. Me pregunto por qué no usará esa silla de diario en vez de la eléctrica, si yo tuviera una lesión en la médula espinal usaría una silla manual, de alguna forma me sentiría con más autonomía que con una eléctrica. Pero seguramente mi novio tendrá sus razones.
Entramos al otro salón donde habían como tres aparatos mucho más especializados que los que había en la otra sala. El aparato que iba a usar Santiago consistía en una especie de exoesqueleto robótico para las piernas que llevaba un arnés y una caminadora.
El instructor ayudó a Santiago a ponerse el exoesqueleto de las piernas aún en la silla de ruedas, después de ajustar algunos broches, el arnés conectado a la máquina comenzó a levantar a Santiago poco a poco. Él se veía nervioso, y yo, impactada por lo avanzada que estaba la medicina en estos tiempos. Sonreí de oreja a oreja cuando vi que mi novio dio dos pasos, incluso sentí que se me salían las lagrimas al verlo. Se sentía extraño verlo levantarse y caminar, tenía tanto que no lo veía así que me conmocionaba. Verlo parado como la primera vez no fue tan impresionante como ahora.
- Amor, wow.- Digo al situarme frente a la máquina. Él aún nervioso, se veía que estaba haciendo un gran esfuerzo por permanecer. Levanta la mirada hacia a mi y me mira sonriendo.
- ¿Qué te parece?- Pregunta sin dejar de dar pasos.
- Increíble, en serio. Estoy orgullosa de ti amor.
- No lo estés, literalmente es la máquina la que hace todo el trabajo, yo solo trato de mantener el equilibrio.
- Pero eso es un gran esfuerzo.- Dice el fisioterapeuta.- Ustedes dos son muy tiernos, detendré la máquina para que tú puedas disfrutar a tu novio de pie algunos minutos. Sube a la caminadora.- Feliz hago caso a lo que me dice.
- Amor, eres muy alto.- Me situó frente a él y lo miro de pies a cabeza.
- ¿Te gusta que sea alto?
- Me encanta.- Hago puntitas para alcanzar sus labios. En cuanto le di un beso su cadera se movió levemente hacia atrás.
- ¿Ves? No tengo nada de equilibrio.
- Llevas como 10 minutos de pie, no es para tanto.
- Te amo.- El se suelta de las agarraderas y me toma de la cintura para después darme un beso más largo.- Ojalá pudiera besarte así siempre.
- Tus besos me saben igual de pie o sentado. Lo único que importa son tu y tus labios.
- Que lindos, pero es hora que Santiago continúe.- Dice el instructor. Me bajé de la caminadora soltando poco a poco el agarre de Santiago.
Después el instructor le puso ejercicios como atinarle a una pequeña canasta de basquetbol con una pelota de espuma pero siempre con el exoesqueleto dando pasos.
Continué viendo cómo caminaba como por otra media hora, y cuando Santiago necesitaba descansar se sentaba en la silla.
Después continuó haciendo otros ejercicios en otras máquinas y yo le ayudaba en lo que necesitaba. Al terminar Santiago se sentó ya en su silla eléctrica. Lo ayudé a acomodar sus piernas, con un paño limpié el sudor de su rostro y le pasé la botella de agua para que se hidratara, también le compré una barrita de granola en la máquina expendedora para que recuperara sus energías.
Si me preguntan cuál es mi love languaje en primer lugar estaría tiempo de calidad y en segundo actos de servicio. Me gusta que mi novio se sienta amado y protegido por mi.
- Me atiendes como si fueras mi mamá.- Dice él ya de camino al estacionamiento.
- No soy tu mamá, soy tu mamacita.- Se echa a reír.
- No pero ya en serio. No tienes por qué ser tan servicial.
- Entonces a ver quién te compra barritas de granola saliendo de la terapia.
- Bueno, mejor sigue así.- Ambos reímos.
- ¿Vamos a lo del basketbol primero?- Cambio de tema.
- Síp.
- Vale, no hay que tardarnos tanto porque tengo que ir temprano por mi pasaporte, mi papá siempre se va a comer con algún cliente así que es mejor apurarnos.- Hablo mientras abro la compuerta de la camioneta.
Iniciamos el viaje hacia el gimnasio de basquet, no estaba muy lejos de donde estábamos, pero ya eran las 12 de la tarde y tomando en cuenta que estábamos en la ciudad, el tráfico era incierto.
- Amor, ¿le has dicho algo a tu mamá del viaje que planeamos?
- Justo de eso quería hablar contigo. Ayer que llegué se lo planteé un poco, pero no tan directamente.
- ¿Qué le dijiste?
- Ya le había contado que te ibas a ir, y ayer le dije que estaría muy cool que yo fuera contigo.
- ¿Y qué te dijo de eso?
- "Sí"
- ¿Eso fue todo?
- Así es.- Deja escapar un risita.- No sé por qué siento que mis padres dirán que no.
- No te preocupes, cualquier cosa, los vamos a convencer, si quieres le digo a mi mamá que hable con tus papás.
- En la comida por mi graduación la puedes llevar, sirve de que se conocen.
- Entonces ya está, vamos a hacer que ambos vayamos a Miami.
Al llegar al gimnasio ayudé a bajar a Santiago, la señorita de la recepción nos dijo que el entrenador aún no llegaba para dar la constancia de que Santiago asistió a las clases, así que tuvimos que esperar al menos unos 40 minutos en lo que llegaba, después Santiago entró a la oficina del entrenador y estuvo otra media hora conversando con él para después esperar otra media hora a que le imprimieran su certificado.
Al salir ya era muy tarde pero era necesario llegar con mi papá antes de las dos de la tarde, iría a una comida y de verdad era muy necesario recoger mi pasaporte hoy, si no, no podría sacar los papeles que necesitaba para viajar.
- Me esperas aquí o me acompañas.- Le digo a mi novio al llegar a la torre de oficinas donde se encontraba la de mi padre.
- Como tú quieras nena.
- Bueno, si quieres acompáñame pero me esperas en la recepción de la oficina.
- ¿Aún no quieres que conozca a tu papá?
- Siento que aún no es tiempo.- Vuelvo a recordar lo que hace no mucho me dijo sobre tener un novio en silla de ruedas.
Entramos a los elevadores de la torre y subimos hasta el piso 7. Me gustaba venir aquí, era muy bonita la oficina, tenía grandes ventanales que la iluminaban que hacían que la atmósfera vivencial se percibiera tranquila.
- Espérame aquí, regreso rápido.
- Síp.
En cuanto volteo, veo a mi papá saliendo de su oficina para irse a comer. Su mirada recae totalmente en Santiago. Debí haberlo previsto antes de subir con Santiago hasta aquí.

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