Capítulo 4: Bajo mesas y promesas, parte 3.

24 7 2
                                    

El caos y la destrucción nos hundían en un mar de agonía. Volviéndonos esclavos de nuestros impulsos por sobrevivir. Gritos y explosiones vibraban por el aire.

-¡Rápido! ¡Rápido! - gritó el teniente a la vez que empujaba al desertor que tenía por delante.

[Seguro que está ansioso por salvar su propio pellejo.]

Al cesar los disparos y las detonaciones, decidimos abrir la puerta redonda y pequeña que nos permitió salir de aquel túnel subterráneo. Aquel escenario era iluminado por el brillo que desprende el fuego, del cual, se veía esparcido por todas partes. No podíamos evitar asombrarnos por aquello...

No había señales de vida por ninguna parte, tanto de los comensales, como de los causantes de esto.

-Dios... hay tanta muerte a nuestro alrededor... - dije -. Que ha asfixiado nuestra tristeza.

Quisiera huir, esconderme e ignorar... pero, ¿En dónde? ¿Cómo? ¿Acaso podré siquiera seguir con vida hasta el día de mañana?

-Debemos irnos e informar a todos. En este mundo repleto de lobos no podemos ser simples corderos. - Erick fue el primero en aceptar la situación. Al principio creí que era egoísta, por no mirar hacia abajo para lamentar los hechos, analizando cada aspecto que ha sido eliminado por la misma humanidad. Creía que para ser humano se necesitaba sucumbir a tus emociones. Pero después comprendí que este es su mecanismo de defensa... - Andando. Ya no tenemos transporte, así que nos espera un largo camino por recorrer.

La noche seguía transcurriendo con normalidad al igual que la incomodidad que sentía. Mi mirada se encontraba con la de mi acompañante, causando en mí un ardor en mis mejillas. Se le veía relajado, como si estuviese disfrutando del viaje, en cambio, yo, seguía temblando de miedo.

-Me alegra haber venido por la fuerza. De todo este caos, algo bueno tuvo que haber salido, ¿no?

-No entiendo cómo es que puedes verle el lado bueno a esto... - gruñí.

-Es que... - se detuvo, como si saboreara aquellas palabras -. Así puedo pasar más tiempo contigo, es lamentable que sea en estas circunstancias. - Giró su vista hacia mi mano descubierta, agitándose rápidamente por la adrenalina del momento pasado. La tomó suavemente, sin apretarla demasiado, pero a la vez le dio soporte para que no cayera. Y siguió andando. como si aquel gesto de amabilidad no fuese capaz de alterarlo un poco.

No le reproché aquello, lo acepté de una manera que me sorprendió a mi misma. En ese momento necesitaba a alguien que me dijera que todo estaba bien, y él llegó en el momento oportuno.

[¿Estaría siendo egoísta si acepto los gestos corteses de los demás para mi propio beneficio?]

El teniente caminaba frente a nosotros, teniendo de distancia unos cuantos pasos más, seguía sin decir nada. Sus brazos se columpiaban de atrás hacia adelante rápidamente, con el puño cerrado y la cabeza inclinada tensamente hacia delante.

-Así que los dos tienen una historia... - dije tratando de romper el hielo.

-En efecto, mon cheri. El teniente y yo éramos muy buenos amigos hace unos años atrás. Pero tal parece que se dejó corromper por la envidia...

El teniente se volteó con brusquedad hacia nosotros. Tomando del cuello al soldado que estaba junto a mi. Sus ojos reflejaban odio puro. Debo decir que me aterra este lado suyo.

-Ten cuidado con lo que dices, muchacho. - dijo entre dientes sin soltarlo -. Recuerda que aún sigo siendo tu superior.

El desertor sabe muy bien cómo hacer que se salga de sus cables, pues en vez de mostrarse aterrado, sonreía descaradamente.

Conozco las consecuencias de involucrarme en una pelea entre dos hombres, es por eso que solamente esperaba el sonido de puñetazos. Pero afortunadamente no ocurrió nada. El teniente lo soltó y siguió con su camino, al igual que todos.

Unos cuantos pasos más hacia el este, hicieron que nos aproximáramos hacia una colina, que daba entrada hacia el campamento... Éste ya no era igual que la última vez que lo habíamos visto...

Una vez más, era testigo de los atroces hechos que reinaban en este mundo. Era raro que ellos usarán armas... porque ningún animal en el mundo usa una.

-Santo dios... - siento las piernas temblorosas nuevamente -. Mi hermano... ¡¿Dónde está?!

Corrí como pude. Estaba cegada por las llamas del fuego. Dejé atrás a mis acompañantes y obedecí a mis propios impulsos. No estaba consciente de que podrían seguir ahí los grupos enemigos...

-¡Agáchate!

Las balas cayeron contra el suelo, y unas cuantas atravesaron partes de mis extremidades, pero no me importaba. Ni siquiera sentí dolor. Perdí de vista al teniente, corría en dirección contraria a la mía, no entendía el por qué, pero poca atención le presté.

Atravesé la mayor parte del campo, pero fue en vano... mi hermano no aparecía. Mi miedo más grande se había vuelto realidad, y estaba indefensa. Débil. Horrorizada. Sola.

-¡Maldita sea! ¡Tengo que hacerte torniquetes o te desangrarás! - El desertor me tomó del brazo, pero lo alejé empujándolo.

-¡Suéltame! ¡¡Tengo que encontrarlo!! - grité -. ¡¡Hermano!!

Estaba cegada por la desesperación e impotencia, que no me percaté de que nos estaban apuntando con un arma.

-¡Cuidado! - el desertor le disparó a uno de sus soldados, hiriéndolo de gravedad. Me rodeó con su brazo. Rápida y bruscamente me acercó a una trinchera. Ahí, nos escondimos durante un largo lapso de tiempo.

Hasta que cesaron los disparos...

                                       Hasta que cesaron los disparos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Detrás de todo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora