Capitulo 2: Cuando todo comenzó, 1940, parte 4.

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-¡Teniente! - Dije entre jadeos - ¡Debemos cancelar las rutas antes previstas!

A mi superior le sorprendió verme, pues me creían muerta tras haber sido raptada, y no los culpo, todo aquel al que se lo llevan nunca vuelve a ser visto.

-¡So-soldado! - tartamudeó - ¿Cómo es que está... - hizo una leve pausa, tras tomar una bocanada de aire - Creí que estaba muerta...

Sonreí.

-No moriré a manos del enemigo. Ni hoy ni mañana.

Tras horas de planeación, por fin, elegimos el plan más conveniente que burlaba a su propio sistema. Todo mi escuadrón me recibieron entre saludos y risas . Parecen haber extrañado mi presencia y haberse imaginado lo peor.

-¿Dónde está mi hermano? - pregunté a mis compatriotas.

-Por ahí. Estaba ordenando unos documentos. - respondió uno de los soldados después de dar un gran trago a su cerveza.

-¿Aún no le han informado de mi regreso?

-No - respondió él mismo - últimamente está más nervioso. Y más ahora que sabe lo de tu secuestro y el rapto de los papeles de locación - Al decir esto, aprovechó para soltar un eructo.

-¿Y cómo están los soldados que estaban conmigo en el momento en que me llevaron?

-Descansando. Por allá - el soldado apuntó a un grupo de muchachos que estaban sobre unas camillas. - Están estables. Dijeron que los enemigos no los mataron porque no les ordenaron eso. No sé si me alegra o me perturba más.

Al salir, mis pasos iban creando un sonido al hacer fricción con la grava, muy poco sigiloso. Encontré la carpa de mi hermano no tan lejos de donde estaba. El se encontraba de pie, junto a una mesa y en sus manos yacían unos documentos de los cuales analizaba con tanto detenimiento que me preocupaba el hecho de que no la estuviese pasando muy bien.

-¿¡Qué está haciendo mi Cabiba!? - grité con la intención de espantarlo, sin embargo, tuve que esquivar los golpes que lanzaba en mi dirección.

Mientras él gritaba yo reía. Siempre era así... Mi hermano es lo único que me queda en este mundo. Es por eso que decidí quedarme a su lado, aunque eso significara seguirlo hasta este infierno.

-¡Has vuelto! - gritó de alegría luego de ver mi rostro - no te lastimaron, ¿cierto?

-No, estoy bien. Sabes que nunca me iría antes de despedirme.

No sé cómo reaccionaría si le llegará a pasar algo a mi hermano, pero lo que sí sé es que lo vengaría a sangre fría.

-¿Por qué me sigues diciendo Cabiba? - aquel apodo se lo había puesto desde que éramos pequeños, y obviamente a él no le gustaba, pues le dí el significado erróneo de lo que significa para mí - ¡Ya no soy pachoncito y tampoco soy feo!

-Si lo eres. Siempre serás el hermano más pachoncito y feo de todo el mundo - muestro una sonrisa de oreja a oreja acompañada de una carcajada.

Después de recibir una serie de zapes nos dirigimos hacia el punto de reunión. Todos estaban listos para poner en marcha el plan. Y solo necesitábamos que mordieran el sebo. 

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