Capítulo 2: Cuando todo comenzó, 1940, parte 2.

56 13 3
                                    

[Hace frío] De mis labios salió un suspiro y unas cuantas maldiciones. No puedo ver nada. Una venda yacía cubriendo mis ojos, aumentando mi inquietud sobre el exterior. [¿Dónde estoy?] Intento moverme, sin embargo, no da resultado, pues me encontraba atada de pies y manos, aún así, estaba sobre una silla.

Escuché a lo lejos el sonido de una puerta abrirse que parecía tener las bisagras oxidadas. [Una habitación. Estoy en una habitación].

-Veo que has despertado. - reconozco esa voz. Era aquel hombre que entró al cuartel. - Te he traído un poco de comida. Pero imagino que no has de estar muy hambrienta de comida, si no de respuestas.

La incomodidad me invade. El no recordar cómo llegué hasta aquí hacía que el entorno se volviese aún más frío y misterioso. [Me niego a hablar contigo, imbécil] - pensé.

-¿Sabes? No te traje aquí para interrogarte...

[¿Qué?] Se acercaba cada vez más. Podía sentir el calor que provenía de su cuerpo. Su respiración se estrelló contra mi cara. [Apesta.]

-¿Qué hace una mujer en el campo de batalla? - podía escuchar que removía objetos en el suelo. En ese momento, de lo que menos carecía era de imaginación... - Deberías dejar que los hombres se encargarán de estas cosas.

-Odio a las personas que creen que por el simple hecho de ser mujer, no puedo hacer lo mismo que un hombre.

Al parecer, ese comentario mío le pareció gracioso, pues lo oí soltar una carcajada.

-¡Me has dejado sin palabras! Entonces es cierto lo que se dice de tí.

-A estas alturas, deberías de saber que me importa un carajo lo que piensen de mí. - revolví entre mi manga para verificar si la navaja aún seguía ahí. Y así fue...

-Qué carácter... ¡Me gusta!

[¡Auch!] Al intentar maniobrar con la navaja, me he cortado la palma de la mano. [Vamos. Tengo que salir antes de que me torture o me haga algo peor]

-¿Por qué me trajiste aquí? - Necesito ganar algo de tiempo.

-Eres muy curiosa... - antes de articular alguna otra palabra, el hombre soltó un grito ahogado. El ruido del motor de un auto se hacía cada vez más fuerte y más cercano. Al parecer no esperaba otra visita, pues añadió: - ¿¡Qué!? ¡Creí que vendría después de las 18:00!

No tuvo tiempo de levantar lo que dejó sobre el suelo. Y tampoco cerró bien la puerta. Demoré un par de segundos para cortar la cuerda. Mis manos se sentían húmedas, supongo que era por la cantidad de sangre que emanaba de las cortaduras. Una vez que liberé mis manos, proseguí a quitarme la venda de los ojos...

-¿Qué demonios?...

Sobre el suelo, yacían platos y cubiertos de plata, además de pañuelos. Una vela sin encender llamaba mi atención. Quedé confundida y atónita ante tal escena. [¿Pretendía que tuviéramos una cita?].

Escuchaba pistones y voces. Desconocía a quién pertenecían. Pero poco me importaba. Lo único que quiero hacer es salir de este cuarto.

Me levanté. Y sentí las piernas débiles, temblorosas. Pero no estaba dispuesta a probar la comida que había traído para mí. [¿Cuánto tiempo habré estado aquí?]. Al asomarme por el pasillo, pude notar un corredor estrecho y muy largo. Giré mi cabeza hacia la derecha e izquierda.

[Nada. No viene nadie].

Dando pasos ligeros y cortos fue como me escabullí por lo que parecía ser un laberinto. Tengo que salir de aquí antes de que note mi ausencia...

Detrás de todo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora