Capitulo 3: Nos vemos de nuevo.

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Todos estábamos nerviosos y asustados. Nos temblaban las manos sin cesar, y nuestras bocas yacían tan secas como un desierto. El corazón me latía a mil por hora y seguía sudando como si estuviera en un sauna.

[No voy a rendirme. Te encontraré.]

Aún se encontraba presente el recuerdo de aquel joven del bando enemigo. Tuvo la posibilidad de matarme, sin embargo, no lo hizo. Demostró interés de una manera tan extraña, que me incomoda el no saber sus motivos.

-Caballeros... - anunció mi superior. Era el más entusiasmado por la situación, pues gracias a este plan, podría recibir un ascenso - el oficial que no conoce sus comunicaciones y sus suministros tan bien como su táctica es totalmente inútil.

Todos tomamos esas palabras como un consejo. Uno del cual, podría salvarnos la vida.

Unos soldados escondidos en los árboles nos notificaron de los movimientos enemigos. Los estábamos esperando...

[Vamos. Calma. Respira hondo.] Esas palabras me reconfortan un poco.

Se escuchó una voz a través del wokitoki. Era la señal... [¡Ahora!]

Al asomarnos por entre los arbustos, persibí un tanque nazi, siendo escoltado por varios soldados armados. No esperaban una emboscada.

Todo se convirtió en un caos de un momento a otro. Hubo una lluvia de pólvora. Los estruendos de las armas cubrieron el silencio con estallidos ensordecedores.

-¡Recuerda cuidarte de las balas perdidas! - gritó mi hermano.

-¡Si, señor!

La mira de mi arma fue testigo de muchos actos atroces, y mi dedo índice el causante de ellos...

[¡Alto! Ahí está él]

Mi catalejo lo vió. Por tercera vez, había sido testigo de su aparición. El se encontraba escondido detrás de un tanque cubriéndose los oídos con sus manos. Su rostro reflejaba desesperación y una confusión parecida a la mía anteriormente. Sentía que le debía un favor... de alguna forma, pues no me aniquiló aquel día. Además de haber sido yo la causante de la emboscada sorpresa.

-¡Me hirieron! ¡Un doctor!

[¡Mierda!]

Le han disparado a mi hermano en el brazo derecho. No pasaron ni 5 segundos para cuando su uniforme había sido manchado por aquel tono rojizo tan característico.

Retomo mi posición, pero ahora aquel muchacho ya no se encontraba en el mismo sitio. ¿Se habrá escondido? Temía no volverlo a ver...

Todo cesó luego de unos minutos. Los minutos más largos de mi vida. Para entonces, mi hermano había recibido la medicación adecuada y ya estaba estable.

Habíamos ganado y todos ya estaban ebrios antes del anochecer.

-¿Cómo te sientes, hermano?

-De maravilla - dijo al sentarse sobre la camilla - ¡Ganamos! ¡Con esto, podremos pedir un aumento en armamento!

-¿Podrías dejar de gritar? - gruñó el soldado que estaba a un lado suyo - Me va a explotar la cabeza.

-¿Aún con resaca, Héctor? Iré a buscarte un medicamento para ello. - me ofrecí, pues una resaca tan mala como esa, no se le desea a nadie.

-¿Tambien podrías traerme una bebida? Necesito reponer líquidos y vitaminas.

-¡Claro! Ahora vengo.

Debía encontrar a un médico y buscar un suero. Por el camino admiraba mi alrededor. Eran escenas que no todos tienen la posibilidad de ver. Me gustaba mirar el sol, escuchar el cantar de las aves, observar el cesped y contemplar como la vida sigue con su curso.

-Psst... - escuché algo chitar - Pssst... - dijo nuevamente - ¡Oye!

[¿Quien rayos hace ese sonido?]

Giro mi cabeza de un lado a otro, en busca del dueño de aquella voz. No veo a nadie. Imaginé que era alguien a quien le gustaba hacer bromas así que recordé a Éber.

-Éber, si intentas lanzarme un balde con agua de nuevo, juro que reiniciaré tu corazón. ¿¡Escuchaste!?

Debajo de un escritorio en el que guardamos para en caso de una emergencia, salió una mano extendida, para después exponer su rostro. Lo reconicí al instante... era aquel muchacho al que había visto antes. Se le veía... ¿Feliz?

-¿Quien es Éber? Estás haciendo que me ponga celoso...

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