La fuerza del destino

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La fuerza del destino






Adiel levantó la mirada de su tarea y observó como Armand sacaba algo de su cajón. Sonrió ligeramente, sabía muy bien lo que era, y aunque probablemente se estuviese arriesgando a un nuevo menosprecio, abandonó sus cuadernos para ir a sentarse a su lado.


— Es tan lindo... ¿Porqué nunca lo usas?


Armand no respondió, continuó observando en sus manos la única esperanza de descubrir quién era y de dónde provenía. Se trataba de un prendedor color verde que simulaba una serpiente plateada enroscada alrededor de una letra color esmeralda. El niño la giró con la misma frustración... ¿Era una "M"?... ¿o una "W"?


— ¿Armand? —insistió Adiel—. ¿No te gustaría usarla hoy?

— Ni siquiera sé cómo colocarlo. Es tan... patético.

— ¿Me permitirías?


Adiel no supo cómo se atrevió, pero tímidamente tomó el broche en sus manos. Abandonó la cama para arrodillarse frente a su compañero. Entonces comprobó que sí era difícil saber cómo colocar la joya, bien podía haber sido fabricado para alguien zurdo y entonces el broche quedaría al revés. Armand notó su indecisión y bufó burlándose de la ineptitud del chico más pequeño.


— Sabía que no podrías.

— Espera, no es tan difícil, y tampoco importa cómo deba colocarse... A mí me gusta como se te ve así.


Y diciendo eso, Adiel colocó el prendedor a la izquierda haciendo que la letra que figurara fuera la "M". Se sentía un poco nervioso al estar tan cerca de Armand, pero igualmente lo disfrutaba.


— Te lo dije... así es como debe ser, está hecho para ti.

— Lo dudo, y no me gusta como se ve.


Armand se quitó el prendedor para volver a guardarlo empujando a Adiel lejos de él en el proceso. El niño de verde mirada se acongojó por eso, había caído sobre su trasero en el suelo. Al girarse de nuevo, Armand notó la mirada entristecida de Adiel y sonrió por eso, pensó que podía ser buen momento para otra broma.


Drásticamente cambió su actitud y se arrodilló en el suelo junto a Adiel.


— ¿Harías algo por mí?

— ¿Qué? —preguntó desconfiado, su experiencia le decía que jamás debía fiarse de una sonrisa de Armand.

— Tengo ganas de un refresco de lima ¿me lo traerías?

— Pero aquí no hay refrescos, Armand.

— Pero tú siempre has dicho que harías cualquier cosa por mí ¿o no?... somos como hermanos ¿verdad?


Adiel hizo un gesto de dolor, a pesar de saberse solo un niño jamás querría que su relación con Armand fuese solo fraternal.


— Bien, olvídalo. —suspiró el rubio yendo a acostarse en su cama—. Ya veo que no quieres, así que no te obligaré.

— ¿Pero dónde quieres que lo consiga?

— No lo sé, pero ya te dije que lo olvidaras... pero yo creí que con tus superfantásticos poderes podrías ser capaz de cualquier cosa.

— No son poderes, Armand... ni siquiera sé qué es.

— Bien, como sea.


Armand se encogió de hombros girándose para darle la espalda, de esa forma pudo sonreír satisfecho consigo mismo al escuchar que Adiel abandonó la habitación... Ahora, la segunda parte de su plan.


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Ron fue a sentarse en uno de los sillones de la sala de espera de la tienda, ya no soportaba el dolor de sus pies. Miró como Harry y Hermione continuaban buscando ropa para los niños y seguía sin entender cómo es que su amigo aún no se había cansado, llevaban horas así.


Rose estaba con ellos mientras que él se encargaba de cuidar de Hugo quien, para su buena suerte, se había quedo dormido en su pecho.


En ese momento, Hermione entró al vestidor junto con su hija. Como Harry no podía entrar ahí pensó en regresar al lado de su amigo. Lo observó a lo lejos sintiendo un poco de envidia ante la imagen que se dibujaba frente a él.


Ron descansaba con los ojos cerrados pero mantenía abrazado a Hugo con tanto cariño que ya se había olvidado de su recelo por ir de compras y disfrutaba del calor que emanaba su hijo hacia él.


En ese momento algo llamó poderosamente la atención del ojiverde haciéndolo virar hasta un estante donde se encontraba la ropa de niños más pequeños, para ser más específicos, la de bebé.


Su corazón se aceleró al toparse con una chambrita blanca que parecía ser bordada para un ángel. No pudo evitarlo, la llevó a su rostro intentando imaginar el olor de un bebé.


— ¿Qué haces, compañero? —preguntó Ron llegando hacia él, iba arrullando a Hugo para que no despertara.

— Nada. —replicó sobresaltándose—. Ron, ¿no te parece hermosa? —cuestionó luego de recuperarse—. Creo que la compraré.

— Pero Harry, aún no sabes si...

— Mañana Sev y yo iremos por nuestro bebé, debemos de tener algo para cambiarle ¡no sé cómo no lo pensé antes!... será mejor que busque más cosas para él.

— Espera, no creo que te den el bebé mañana mismo.

— ¿Porqué no? —preguntó alarmado—. ¿Crees que nos lo nieguen?

— Por supuesto que no, ustedes dos serán los mejores padres que un bebé podría tener, pero son asuntos legales, Harry. Tengo una tía que demoró hasta un año para que le permitieran llevarse a su niño.

— ¡¿Un año?!

— Bueno, no es en todos los casos, puedes tardar menos, pero te aseguro que no será mañana. —aseguró preocupado por tener que bajar a su amigo de la nube—. Y no te pongas triste, han adelantado bastante.

— Sí... eso creo. —musitó decaído—. Bueno, de todos modos compraré la chambrita, no quisiera que se acabaran.


Ron sonrió incapaz de seguir poniendo "peros", tan solo deseó que no hubiera demasiados requisitos para que Harry pudiera tener a ese bebé que tanto ansiaba.


— ¡Cielos, tengo que irme ya! —exclamó Harry de repente—. Me despides de Hermione pero debo regresar al colegio.


Ambos amigos se despidieron con un abrazo y enseguida Harry corrió hacia la caja para pagar la chambrita que había formado un sueño más. Ron suspiró resignado, esperando estar siendo más pesimista de lo acostumbrado. Vio como su amigo salió de la tienda y se dispuso a continuar esperando a su esposa.


Adoptando un corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora