Nuestro primer beso

836 99 0
                                    


Nuestro primer beso





Por la mañana Harry se comportó tan cariñoso con Armand como siempre demostrándole de esa forma que no necesitaba ninguna disculpa. Armand le agradeció por eso, no era bueno siendo humilde aunque por Harry sí hubiese sido capaz de hacerlo.


Así que, antes de marcharse a su colegio, le dio un abrazo tan fuerte como pudo, más que feliz de saber que Harry seguía queriéndole igual.


Todo lo contrario le sucedía con Adiel, hasta su sonrisa le parecía irritante, odiaba que quisiera congraciarse con él fingiendo ser un niño bueno. Armand no dudaba ni por un instante que era fielmente correspondido en su aversión... no podía ser de otro modo.


No le dirigió la palabra ni un solo momento, y George tuvo que llevárselos a la escuela por separado. Armand se rehusaba a tener el más mínimo contacto con el otro niño.


Harry y Severus los observaron con tristeza, sin embargo, ambos tenían la esperanza de que solo fuese cuestión de tiempo. A pesar de que ninguno de los dos había tenido hermanos, pensaban que la vida les regalaría a los niños la misma sensatez que a ellos.


+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+




Era mediodía, Harry corrió con todas sus fuerzas por los pasillos con rumbo a las mazmorras. Su clase se había demorado más de lo previsto y no quería llegar tarde a comer. Ese tiempo él y Severus lo dedicaban a sí mismos, disfrutando de una charla de adultos... y haciendo cosas de adultos.


Tan solo de pensar en eso, Harry sintió sus mejillas encenderse y apuró más su paso. De pronto, sintió que algo lo sujetaba de la cintura jalándolo hacia otro corredor, uno más oscuro y solitario, empujándole hasta quedar de espaldas contra la dura roca.


Jadeó al sentirse acorralado por un cuerpo que reconocería en cualquier penumbra.


— ¿Acaso no sabe que está prohibido correr en los pasillos? —preguntó Severus usando su voz ronca y autoritaria—. Cinco puntos menos para Gryffindor.


Harry sonrió a pesar de la injusticia, apenas podía respirar por el cansancio de la carrera, pero además, le estremecía la cercanía de Severus. Sus rostros estaban muy cerca y el Pocionista mantenía sus manos apoyadas en la pared como evitándole escapar... ¡como si Harry quisiera hacerlo!


— Creo que se le olvida, Profesor, que ya no soy un alumno, y si quisiera podría disminuir puntos a Slytherin. —dijo provocándole.

— ¿Y con qué excusa, Señor Potter?

— Ninguna, tan solo con la verdad de estar siendo acosado por un integrante de esa casa.

— ¿A esto le llama acoso? —se mofó acercando más su cuerpo, le gustaba percibir la respiración jadeante de Harry.

— A menos... que haga algo más. —suspiró cerrando sus ojos verdes.


Severus le acarició sus labios entreabiertos con la punta de su lengua, sintió que sería bien recibido si se adentraba en la cálida humedad de esa boca, pero ante el asombro de su esposo, se apartó abrazándole con ternura.


— Severus... te amo. —suspiró Harry enredando sus dedos en el largo cabello de su esposo mientras éste le besaba dulcemente la piel de su cuello.


El ojinegro respiró hondo, con el firme contacto que estaban teniendo notó que su esposo estaba intensamente excitado, y recordó cómo habían iniciado su relación.


+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+




Ocho años antes...


Tenían más de cuatro meses de estar saliendo juntos, su relación mejoraba día a día y Severus aceptaba los coqueteos de Harry con agrado, y los disfrutaba por igual, ya fueran sutiles o algo más descarados. Su vida había dado un giro de ciento ochenta grados desde que el ojiverde le confesara sus sentimientos.


Quizá la terrible tristeza y soledad por la muerte de Draco fue lo que le animó a no rechazar a Harry como hubiese hecho en cualquier otro momento. Y ahora agradecía a la vida que el chico llegara a su lado. Nunca había sabido lo que se sentía ser amado y le había encontrado un dulce sentido, aunque por el momento siguieran siendo solo amigos.


Harry era paciente con él, no esperaba respuestas cuando ocasionalmente volvía a decirle "Te amo", tan solo le sonreía y cambiaba la conversación para no presionarlo.


Generalmente cenaban juntos, ya sea en el castillo o saliendo a algún restaurante de la ciudad. Eran reuniones sencillas pero para ambos significaban mucho por lo que, sin decirse nada, siempre se esforzaban para que nada se interpusiera en esas horas que eran solo para ellos.


Después, salían a caminar por las calles de Londres tomados de la mano, a ninguno le importaba que la gente les mirara con curiosidad quizá un poco morbosa. Y siempre culminaban la velada cerca de medianoche, a veces en el departamento de Harry y a veces en las Mazmorras de Severus.


Esa noche había caído la primera nevada, y aunque Severus le propuso regresar de inmediato a algún sitio cálido luego de cenar, Harry se negó con una sonrisa, a pesar del frío no quería renunciar a su caminata nocturna con el hombre que amaba.


— Es una linda noche ¿verdad? —comentó Harry cuando se detuvieron bajo el árbol de un parque.


Severus sonrió, ¿linda noche?... el viento era gélido y calaba hasta los huesos, la caída de nieve empezaba a convertirse en una ventisca que humedecía las hojas del árbol provocando que gruesas gotas cayeran sobre ellos aumentando el efecto invernal.


Desabrochó su capa para atraer a Harry y cubrirse ambos con ella. Cubrió su cabeza con la capucha y se inclinó para que ninguna humedad llegara a Harry. Sintió que el frío casi desaparecía por completo, eso era mejor que ningún hechizo de calefacción.


— Sí. —respondió finalmente cuando sintió los brazos de Harry rodearle por la cintura apoyando su rostro en su pecho—. Es una linda noche.


Harry suspiró sonriendo, cerró los ojos disfrutando de los suaves latidos del corazón de Severus.


— Sev, hoy hablé con Minerva. —le comunicó serenamente, sólo él sabía qué tan nervioso estaba de comenzar esa conversación.

— Supongo que te mencionó sobre el puesto de Defensa.


Harry se tensó un poco, pero no se apartó, afortunadamente la voz de Severus no se escuchaba molesta, sino por el contrario, parecía estar esperando que se mencionara el tema.


— ¿Lo sabías?

— Me lo dijo ella personalmente, quería saber si no me molestaría no tener la vacante... otra vez.

— ¿Y no te molesta?

— Con una vez que experimenté ha sido suficiente, y no creo que haya nadie más apto para el puesto que tú.

— Gracias, yo quería saber tu opinión antes de aceptar... supongo que entenderás que eso conlleva a mudarme al castillo.

— ¿Acaso no vives ya ahí? —preguntó burlón, Harry pasaba más tiempo a su lado que en cualquier otro sitio del mundo.

— Quizá. —rió con ligereza—. Pero, aunque no lo creas, me importa y me preocupa lo que tengas que decir al respecto.

— Por mí está bien.


Harry asintió contento, con eso era suficiente para él, no esperaba que Severus fuera más efusivo al enterarse que lo tendría cerca las veinticuatro horas del día. Aunque claro, aún faltaban algunos meses para eso, tiempo que tendría que pasar preparándose para el puesto.


— ¿Severus?

— Dime.

— Hemos salido por varios meses.

— Sí, me he dado cuenta. —dijo divertido.

— Tengo muchas ganas de besarte.

— ¿Y porqué no lo has hecho? —preguntó sin sorprenderse.

— Porque pienso que los besos robados solo saben bien si la otra persona los desea... y aún no me siento seguro de lo que quieres.

— Bien, creo que ahora no es un buen momento para que me robes ningún beso.

— Entiendo. —musitó con tristeza.


A pesar de saber que la posibilidad de seguir sin ser correspondido era grande, Harry no pudo evitar sentirse desilusionado. Aún así no se separó, se había propuesto ser paciente y esperar.


— No puedes robarme un beso si me has puesto sobre aviso. —aclaró Severus.


Harry se apartó lo suficiente para mirarlo a los ojos, las palabras del ojinegro le dieron un vuelco al corazón y las mariposas que siempre revoloteaban en su estómago cuando estaba con Severus, ahora parecían enloquecidas girando en su interior.


— ¿Quieres decir que...?

— Algún día me gustaría que me robaras un beso, pero ahora sería una buena idea besarnos por igual.

— ¿Estás seguro?

— Completamente. Desde hace tiempo lo he estado pensando, sentía que era lo menos que podía hacer a cambio de todo lo que me has dado, pero no me pareció una buena idea que nuestro primer beso fuera el resultado de un pensamiento lógico... y preferí esperar hasta sentir que realmente mi cuerpo y mi corazón lo desearan.

— ¿Y ahora es así?

— Sí, te veo y no dejo de imaginar cuál será tu sabor. —afirmó mirando fijamente a los labios del Gryffindor—. Quiero probarte, Harry.

— Pruébame. —suplicó ofreciendo su boca.

— ¿No quieres escuchar primero lo que siento por ti?

— Es un terreno peligroso ¿no crees? —dijo titubeante.


Severus asintió, era cierto, pero ahora estaba más seguro que nunca de lo que estaba sintiendo y algo en su alma le gritaba que no habría mejor momento para hacerlo.


— Me enamoré de ti, Harry. —susurró llevando una mano hacia el rostro del ojiverde y acariciarle su mejilla, le provocaba una enorme ternura sentirlo temblar de emoción y sus brillantes ojos esmeralda relucir de felicidad.

— Severus...

— Me detenía para decírtelo pensando que estaba quitándote la oportunidad de que un día conocieras a alguien joven más adecuado para ti.

— No conozco a nadie más adecuado para mí que tú.

— No te has dado el tiempo para buscarlo, pero un día mi corazón me dijo que tenía derecho a ser egoísta y buscara mi felicidad... me exigió rodearte con mis brazos y no dejarte ir nunca, evitar que miraras a más hombres, que te hiciera mío por derecho y entregarme a ti sin miedos.

— Ahora amo más tu corazón.

— Harry...

— Dímelo, Sev.

— Te amo.


Harry no tuvo tiempo de decir más, sus labios conocieron el sabor de Severus por primera vez. Era tanta su alegría que no pudo evitar llorar un poco, amaba a su ex profesor con todas sus fuerzas y su mayor motivo en la vida era verlo feliz, y viviría para ello.


+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+




En la actualidad...


— Te amo, te amo, te amo. —repetía Severus al oído de Harry.


Harry jadeaba, la voz de su esposo lograba encenderle cada célula de su cuerpo, por lo que ya no pudo esperar más, tenían tiempo limitado para ellos, así que le sujetó de la muñeca y le llevó corriendo hacia sus habitaciones.


No hicieron caso de algunos alumnos que se toparon en el camino, quienes se sonrojaban violentamente al imaginar el motivo de su urgencia por encerrarse juntos en su tiempo libre.


Apenas estuvieron bajo el resguardo de su privacidad, unieron sus labios y sin separarse fueron desvistiéndose con rumbo a su cálida cama.


+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+




Mientras tanto, en el colegio, Armand esperaba pacientemente en una de las bancas del jardín a que George llegara por ellos. A unos metros, Adiel hacía lo mismo, pero parado junto a una columna, aún no se atrevía a acercarse al rubio por temor a un nuevo rechazo.


Fue entonces que vio que una de sus compañeritas se sentó junto a Armand. De inmediato sintió que aquello no le gustaba nada, sobre todo por la forma en que ella sonreía. Desde donde estaba no podía escuchar lo que hablaban, y eso lo tenía muy enojado, como hacía mucho no se sentía... incluso era peor, era una sensación desconocida y muy intensa.


Empezó a respirar agitado, miró a la niña que en ese momento le ofrecía a Armand un caramelo y sintió ganas de... de algo malo, no sabía qué, solo quería que desapareciera para siempre, que se alejara que no tocara a Armand.


Lo peor fue cuando la pequeña se inclinó, parecía que le daría un beso, y entonces no pudo más, corrió hacia ellos y no se detuvo hasta empujarla. Como era una banca de concreto sin respaldo, la niña cayó hacia atrás sobre unos arbustos mientras Armand se ponía de pie alarmado.


— ¡¿Porqué le pegas?! —le reclamó molesto mientras algunos niños a su alrededor empezaban a gritar alarmados por los chillidos que la niña lanzaba en esos momentos.


Adiel no respondió, tomó a Armand de la mano y le jaló hasta la puerta. El rubio se resistió pero no pudo evitar ser llevado. Aunque no quería admitirlo empezó a sentir miedo, la fuerza de Adiel no era normal, pensó que seguramente estaba usando magia, podía sentirla fluyendo de la mano que le aferraba como una garra. Y más se asustó cuando notó que Adiel pretendía abandonar el colegio hacia el Londres muggle, entonces hizo acopio de toda su fuerza para detenerlo.


— ¡No, suéltame ya!... por favor, ¡no quiero!


Armand jaló su brazo consiguiendo zafarse pero casi enseguida Adiel volvió a capturarlo empujándole contra uno de los árboles del jardín, nadie podía verlos ahí, ocupados como estaban en atender a la niña caída quien lloraba al sentir que el sitio en sus hombros, justo donde Adiel le tocara para empujarla, ardía intensamente. Armand vio como una profesora llegaba a la niña y le realizaba algunos hechizos que no conocía.


Dejó de prestarles atención cuando, para su sorpresa, Adiel le abrazó sollozante.


— No quiero que nadie te toque.

— ¡No me estaba haciendo nada! ¡¿Y quién demonios te nombró mi cuidador?!

— Ella gusta de ti. —dijo celoso—. Iba a besarte.


Armand guardó silencio, el comportamiento de su compañerita le pareció extraño, no tenía porqué sentarse tan cerca ni mucho menos regalarle ese caramelo... no le gustó pero tampoco sabía cómo apartarla sin ser grosero. Quizá, en cierto modo, se sintió aliviado cuando algo apareció separándolos, aunque al final ese "algo" resultara ser Adiel.


— ¿Besarme? —repitió confundido y nauseoso—. ¿Eso iba a hacer?

— Sí, por eso se inclinó hacia ti... le gustas.


Armand hizo un gesto de repugnancia, casi estuvo a punto de agradecerle a Adiel por su intervención cuando el niño levantó su rostro acariciándole el suyo.


— No quiero que nadie más te bese... solo yo.


Adiel necesitó ponerse un poco de puntillas logrando alcanzar los labios de Armand. Fue su primer beso, un beso torpe, inocente, tan solo empujar sus labios contra los otros, pero para Adiel significaba entregar eternamente su corazón... para Armand, una agresión.


Le empujó con fuerza haciéndole caer sobre su trasero, y corrió. Lo único que quería era estar lo más lejos posible de Adiel y entonces vio la puerta hacia el Londres muggle, no se detuvo a pensarlo, abandonó el colegio como si huyera del mismo infierno.


Adiel logró recuperarse pronto y fue tras de él. Le preocupaba que se perdiera, Armand era lo que más quería y nunca podría perdonarse si le pasara algo malo por su culpa, por no haber podido ser paciente.


Salió corriendo y vio la figura de Armand perderse entre la gente. Fue tras de él lo más veloz que pudo.


No se dio cuenta que dos pares de ojos les observaron al otro lado de la calle.


— ¡Te lo dije! —exclamó eufórico uno de ellos—. ¡Aquí estaba escondida la pequeña ratita!





+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+o+

Adoptando un corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora