No te quiero

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No te quiero






Fueron tres días los que le tomó a Adiel despertar, y tan solo podía hacerlo por pocos segundos antes de volver a caer dormido. Sin embargo, ese escaso tiempo era una enorme esperanza que daba una gran alegría a Harry y a Severus.


Richard tuvo que regresar al Ministerio, pero ahora con un buen abogado llevando su caso, de esa forma su traslado a Azkaban quedó suspendido definitivamente y enfrentaría un juicio justo.


Una tarde, Adiel finalmente pudo sentirse con más fuerza, y la sonrisa que dirigió a sus padres adoptivos fue un gran regalo para ellos. El niño buscó a su alrededor sin encontrar lo que buscaba.


— ¿A-Armand? —logró articular su primera palabra.

— Con George. —le informó Harry, emocionado por el gran avance—. Él se encarga de cuidarlo mientras tú estás mejor.

— Él... me salvó... hizo... magia. —manifestó con profundo orgullo.

— Lo sabemos, pequeño. —dijo Severus acercando su mano para peinarle el cabello—. Ahora no te canses más, tienes que recuperar todas tus fuerzas.

— Sí... pero, quiero... verlo.

— Éste es un hospital, Adiel, creo que es mejor esperar a que regreses a casa ¿de acuerdo?


Adiel se esforzó por mantener su sonrisa ante la respuesta de Harry. Pensó que quizá solo era un pretexto para justificar que Armand no quería ir a verlo. Volvió a cerrar sus ojos, ya no tenía ánimo de hablar más.


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Algunos días más fueron de ayuda para la recuperación de Adiel. Finalmente tenía fuerza para comer por sí solo, permanecer despierto más tiempo, e incluso pasaba algunos minutos sentado con Harry junto a la ventana, disfrutando del aire fresco de los jardines.


Ese día en especial, Severus no había aparecido en toda la mañana. Al preguntarle a Harry por eso, Adiel supo que estaba preparándole una sorpresa, y aunque prefirió no decirlo en voz alta, rogaba para que se tratara de la visita de Armand.


Por eso, cuando la puerta se abrió, volteó enseguida a mirar. Sin embargo, Severus, a pesar de que no venía solo, tampoco llevaba a Armand con él... en su lugar estaba ese hombre que había visto por primera vez frente a su colegio.


— Adiel, quiero que conozcas a alguien muy especial. Su nombre es Richard Finnie, y es tu tío.


Adiel logró olvidarse momentáneamente del niño que acaparaba sus pensamientos al escuchar esa información, abrió los ojos desorbitados sin poder entender del todo porqué ese hombre era su tío.


Richard se acercó a él. No podía disimular su emoción. Harry se hizo a un lado cediéndole su lugar, no dejó de sonreír y lo hacía sinceramente, amaba ver la dulce conmoción en la mirada de su niño.


— Hola, Ratita. —le saludó Richard cariñosamente.

— Así me llamaste en el callejón... ¿de verdad eres mi tío?

— Sí, tu madre fue mi hermana, y desde que murió he estado buscándote por todos lados, hasta que por fin vuelvo a tenerte cerca. —musitó alargando su mano para peinar el cabello oscuro de Adiel, tan oscuro como el suyo.


Adiel no quiso preguntar más sobre su madre, ahora sabía que estaba muerta y ya no importaba ninguna otra cosa. Además, algo en su corazón le decía que era preferible quedarse con lo que siempre imaginó de ella.


Los siguientes minutos hizo más preguntas, pero relacionadas con la vida de Richard y de Paul. Y poco a poco fue gustándole lo que escuchaba. Richard, por el momento, no tenía empleo, pero tenía sus estudios como Administrador. Así que, ahora que por fin estaba libre de cargos por la muerte de su tío, pensaba encontrar un buen trabajo y poder sobrevivir.


— Pero vendrás a visitarme con frecuencia ¿verdad? —preguntó Adiel ilusionado.

— Él no puede entrar al castillo, cariño. —intervino Harry con ligera preocupación—. ¿Recuerdas las barreras?

— Ah... bueno, ¿entonces yo puedo visitarte?


Richard tomó las manos de Adiel acariciándoselas con suavidad antes de mirar hacia la pareja que les observaba desde la cama.


— Yo sería inmensamente feliz si le permiten visitarme... incluso, si consintieran que pasaras ocasionalmente un fin de semana conmigo.

— Creo que no habrá ningún problema con eso. —afirmó Severus formalmente.


Emocionado, Richard se atrevió a abrazar a su sobrino, cerró los ojos al sentirse correspondido. El dolor de perder a su hermano podía compensarse con haber salvado al niño, estaba seguro que, donde quiera que estuviera, sería feliz por eso.


Un poco más tarde, Severus condujo a Richard hasta la salida del Hospital.


— Gracias por todo lo que han hecho por mí. —dijo el ojiverde ofreciendo su mano al Profesor.

— No tienes que agradecer nada, es lo menos que podíamos hacer por el tío de Adiel.

— Sí me siento agradecido, también por haber cuidado tanto de mi sobrino, eso jamás podría pagárselos.

— ¿Sabes? Aunque Harry no lo ha mencionado, creo que teme de ti... Y sinceramente, me gustaría estar seguro de que no querrás llevarlo contigo.

— Me honra que me crean capaz de criarlo, yo sería feliz de poder hacerlo, pero no tengo ninguna duda de que Adiel ha encontrado su verdadero hogar... sin embargo, tengo que reconocer que me ha sorprendido su condición . —confiesa nervioso.

— ¿Eso te incomoda?

— No, ustedes tienen derechos también. —afirmó convincente—. Mi hermano también era gay. —agregó melancólico—. Y hubiera criado a Adiel como un hijo, si hubiese estado en sus manos.

— Lamento que él ya no esté para conocer a su sobrino, se habría sentido orgulloso. Adiel es un niño sensible y con un corazón inmensamente generoso.

— Pude darme cuenta de ello. —sonrió feliz.


Severus asintió. Richard respiró hondo, había llegado el momento de despedirse. Él seguiría viviendo en el hotel que Severus le había conseguido, de esa forma se mantendrían en contacto, todo siempre por Adiel.


Ambos hombres se despidieron con otro apretón de manos. Severus permaneció ahí hasta que le vio desaparecer por la calle. Pensó que quizá aún podría hacer algo más por él.


Adoptando un corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora