Encuentro sorpresa

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Encuentro sorpresa






Harry y Severus no pudieron disimular su asombro cuando Armand aceptó enseguida intentar que le controlaran la magia para que pudiera hacer uso de ella cuando fuera su tiempo. El niño sonrió divertido por sus expresiones contentas y perplejas al mismo tiempo, pero él ya lo había decidido desde la noche pasada... si quería seguir siempre con Adiel, tenía que ser un mago.


El niño de ojos verdes tampoco podía disimular su alegría, amaba la magia desde el primer segundo que supo lo que era, y si con alguien quería compartir ese sentimiento, era con Armand.


Dispusieron todo para el siguiente fin de semana, así Harry tendría tiempo de recuperarse luego de tantas noches en vela cuidando a Adiel... y de aquellas amando a Severus.


Aprovecharon para pasar ese día con los Weasley, Ron cumplió su promesa y arregló todo para una gran fiesta en honor a la recuperación de Adiel.


Todos los Weasley se esmeraron en hacer un día inolvidable, se reunieron en el jardín y así poder disfrutar del clima soleado de aquella tarde. Las mesas lucían repletas de comida, y Harry podía imaginarse a Molly pasando toda la noche cocinando para preparar los más deliciosos manjares en honor al niño.


Los más jóvenes llevaron regalos, casi todos eran juguetes, y para Adiel era una maravilla descubrir la magia en todos ellos. Él y Armand los compartieron con los primos pequeños del rubio, y se divertían al ver que los bebés tenían más conocimiento de cómo funcionaban que ellos mismos.


Richard fue invitado a asistir, y aunque aún se sentía intimidado rodeado de tantos magos, al cabo de unos minutos ya lograba sonreír más relajado. Le hacía feliz ver a Adiel reír y jugar tan animado, y el niño amaba incluirlo en sus descubrimientos para que juntos se asombraran de la magia.


Los Weasley también fueron amables con él por lo que, al final, no tuvo demasiados problemas en disfrutar con el ambiente festivo y algo estrafalario que tenían en ese mundo para divertirse.


Desde una mesa cercana, Harry sonreía mientras observaba como Adiel compartía con su tío una bolsa de grageas de todos los sabores, y luego de probar la primera, ambos reían y gesticulaban por el sabor.


— Sev, tengo una idea. —le susurró Harry inclinándose hacia su esposo.

— ¿Ahora?

— ¡Eso no, tonto! —exclamó sonrojado—. Estaba viendo a Richard y recordé que dijo que tenía estudios en Administración ¿cierto?


Severus asintió, aún no entendía qué estaba planeando su esposo, pero con solo ver su mirada entusiasmada ya no sabía si temer o no por sus grandes ideas. Respiró hondo antes de animarse a preguntar más.


— ¿Porqué?

— Porque creo que podríamos crear una fundación para ayudar a los Orfanatos, en especial al de San James, sería una manera de agradecerles por lo que hicieron por Adiel y Armand... y Richard podría ayudarnos a administrarlo ¿no crees?

— ¿Crees que sea buena idea?

— ¡Por supuesto! Te propongo que mañana le presentemos a la Señorita Perrins, ella podría asesorarnos, es una buena persona, y así ayudaríamos a su hermano Daniel con la labor que tiene. Debe ser difícil hacerlo solo.

— ¿Harry, cómo es que logras sorprenderme cada día más?


Harry sonrió divertido, justo entonces George llegó a su lado, aún se le notaba cansado luego de correr por el jardín tras de los niños.


— Ya no hay la misma agilidad de antes, ¿eh, Weasley? —se burló Snape.

— Pero uso la que queda para entrenar bien a mis sobrinos. —respondió George arqueando una ceja.

— ¿Desde tan pequeños quiere convertirlos en unos malandrines?

— Algo así. —rió el pelirrojo antes de volver a ponerse serio, su duda lo ameritaba—. Armand me dijo que intentarían controlarle la magia este fin de semana.

— Así es, Severus tiene una teoría interesante y creo que será factible hacerlo.

— ¿Puedo estar presente? —preguntó formalmente.

— George, si quieres podrías intentarlo tú... Al parecer solo se necesita ser un Gryffindor para ello.

— Me encantaría, pero no. No tengo la menor duda, Harry, de que tú eres el indicado, yo solo quiero ser testigo de eso.


Harry y Severus asintieron, comprendían que para George era realmente importante estar presente en las situaciones más significativas para su sobrino. Y la sonrisa que emitió el pelirrojo fue la prueba de que no se equivocaban.


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