Contratiempo

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Contratiempo






— ¡No creo ni una sola palabra de lo que dicen! —gritó una chica de Gryffindor después que los dos muchachos de la casa rival les comunicaran lo que escucharon en los jardines.

— Nosotros no mentimos, Potter está repudiando a su propio hijo ¡y todo por marcharse con alguien más joven y atractivo!

— ¡Embusteros! ¡El Profesor Potter es un caballero, jamás haría eso!


La discusión de los jóvenes cesó repentinamente al escuchar la voz de su profesor de Pociones tras de la puerta. Sin embargo, no entró de inmediato a impartir su clase.


— ¿Quieres dejar de seguirme por todo el castillo? Debo entrar a clases ahora. —musitó el Profesor, se notaba una voz tan fría como si se estuviera dirigiendo al más desastroso de los alumnos.

— Pero tenemos que hablar. —esa era la voz de Harry, que por el contrario, sonaba afectada y nerviosa.

— Ya lo dijiste todo ¿no? No quieres más al bebé... bien, pues así será, no pienso obligarte a aceptarlo.

— Severus...

— Hablaremos cuando termine mi clase, ahora vete, este no es momento para discutir nuestros problemas.


Todos los alumnos que permanecieron expectantes escuchando la conversación tras la puerta, volvieron a sus asientos al escuchar que el Profesor se disponía a entrar. Pero ya no tenían ninguna duda, y ahora los Slytherin se mostraban más indignados de lo común.


Durante la clase intentaron portarse aún mejor de lo que ya lo estaban haciendo en los últimos días, aunque algunas jovencitas se mostraban enternecidas por la supuesta desgracia de su profesor y suspiraban ante lo que consideraban una trágica historia de amor que había llegado a su fin.


Severus notó muchas de esas miradas brillantes de lágrimas pero prefirió no cuestionarlo, por el momento ni siquiera rebajar puntos a los Gryffindor le quitaría el mal humor que tenía.


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Después de pasar una clase doble de pociones con Slytherin y Gryffindor y soportando sus miradas y cuchicheos, además de no poder siquiera desquitarse con ellos debido a que nadie hizo explotar ninguna poción, Severus realmente ansiaba llegar a sus habitaciones y olvidarse de su trabajo.


Entró a su recámara esperando ver a Harry ahí, pero la ausencia del ojiverde relucía. Suspiró pensando que quizá había sido demasiado duro con él, pero antes de poder salir a buscarlo, su joven esposo salió del baño sonriéndole tímidamente.


— ¿Sigues molesto conmigo?


Para Severus era imposible enojarse mirándolo tan dulce y preocupado por él. Se acercó hasta rodearlo por la cintura, y con profundo cariño le besó en los labios.


— Te amo, no estoy molesto contigo, es sólo que la situación me ha desbalanceado, perdóname por haber sido intolerante.

— No, perdóname a mí. —pidió Harry sinceramente—. Toda la tarde lo he estado pensando y creo que fui injusto, te fomenté ilusiones con criar un bebé y ahora te las quito sin siquiera tomarte en cuenta... por eso, quiero que confirmes la cita para mañana, iremos por ese bebé.


Severus sujetó el rostro de Harry con ambas manos, a pesar de verlo sonriente en su verde mirada se adivinaba un profundo dolor que no podía permanecer escondido por más que estuviera intentándolo... ¿qué podía tener Adiel de especial para que Harry le amara tanto?


— Cancelé la cita definitivamente antes de venir para acá. —le informó ante la sorpresa de Harry.

— Pero... tú quieres a ese bebé.

— No más que a ti, y te prometí que iríamos a conocer a Adiel, así que eso haremos.

— ¿De verdad?

— Sí, pero debo advertirte que eso no significa nada, tan solo lo conoceré ¿de acuerdo?

— ¡Gracias, gracias, Sev! —exclamó el ojiverde emocionado—. ¡Estoy seguro que cuando lo conozcas compartirás mi deseo de traerlo a casa con nosotros!


Severus sonrió, quizá sí podía ser. Viendo la sonrisa e ilusión de su esposo pensó que probablemente podría romper con cualquier objeción para que les dieran a ese niño.


En compensación, esa noche Harry no solamente le dio un masaje en la tina... entró con él a ella. Hicieron el amor con la pasión de un amor que crecía desmedidamente.


Harry ardía de placer con sentir a Severus muy dentro de su cuerpo, siempre se entregaba a él por completo, vaciando su mente para no pensar en nada, solo en sentir el calor de sus pieles acariciándose, solo regalándole su amor que nunca iba a ser menos importante.


Para Severus los sentimientos eran similares, amaba escuchar los gemidos de Harry como muestra de estar consiguiendo estremecerlo. Entraba y salía de su cuerpo con tanta naturalidad como si hubieran sido hechos el uno para el otro hasta en lo físicamente.


Y por lo general, sus orgasmos aparecían simultáneos. Años de hacerse el amor cada noche les había ayudado a conocerse tan bien que sabían cuánto podían durar y esperar para estar juntos hasta en la maravilla del éxtasis.


Ducharse y mudarse de ropa después, entre tonteos y arrumacos eran la cereza del pastel. No desaprovechaban la ocasión para unir sus labios y juguetear con rumbo a la cama donde probablemente continuarían con sus intercambios de miradas enamoradas hasta quedarse dormidos... o hasta que uno de los dos empezara un nuevo rito de amor.


Adoptando un corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora