Adopción

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Adopción






Cuando Armand despertó y se dio cuenta que Adiel continuaba abrazándole, y peor aún, que él le abrazaba también, se apartó bruscamente.


— ¿Qué pasa? —preguntó Adiel al despertar siendo aventado tan fuerte que cayó al suelo sobre su trasero.

— ¡No me abraces así, eso es de maricas!

— ¿Maricas? —repitió sin entender, había escuchado esa palabra a modo de insulto, pero jamás se había atrevido a cuestionar su significado, hasta ahora.

— Tipos que se lían con tipos.


Adiel se puso de pie, y sin importarle obtener un nuevo rechazo, regresó a la cama con Armand. Recordó que Harry le había dicho que estaba casado con otro hombre.


— A mí me gustaría un día ser marica. —comentó inocentemente.


Armand no pudo evitarlo, estalló en una fuerte carcajada. Adiel sonrió nervioso sin entender muy bien el porqué de la risa pero no le parecía burla, al contrario, por primera vez sintió que Armand estaba jugando con él.


— Pues muy tus gustos. —dijo Armand limpiándose unas lágrimas de risa—. Pero ya no me abraces, sabes que no me gusta.

— Si eso quieres, está bien. —respondió tranquilamente, era preferible guardarse la placentera sensación de saber que Armand le había abrazado por su propio gusto, pero si lo decía, entonces podría comenzar una nueva discusión que no deseaba.

— Perfecto, ahora hazte a un lado que me tengo que ir a bañar.


Adiel obedeció apartándose para que Armand pudiera bajar de la cama, y mientras lo veía acomodar su ropa, sonrió contento. Su amigo parecía haber amanecido de mejor humor esa mañana y le gustaba imaginar que era debido a que habían dormido abrazados, a pesar de lo que Armand dijera.


— ¿Sabes quien abraza muy rico? —preguntó yendo también a buscar su uniforme del día, aunque seguía castigado tenía que usarlo en su dormitorio—. Harry.

— ¿El muchacho que viene a visitarte? No me digas que es tu novio. —comentó aún divertido por la ocurrencia de Adiel.

— No, mi novio no, pero me abraza y se siente como si realmente fuera mi papá. Algún día quizás puedas comprobarlo.

— ¿Yo? ¿Yo qué tengo que ver con ese amigo tuyo?


Adiel tuvo que morderse los labios para no responder, había jurado a Harry guardar silencio y así lo haría. Afortunadamente Armand no le dio demasiada importancia y no insistió, tomó su toalla saliendo con ella rumbo al cuarto de baño.


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Harry y Severus llegaron puntuales a su cita con Diana Perrins. Ella les recibió en su Oficina, les tenía preparados una bandeja de bocadillos así como bebida de frutas. Pero aun cuando ninguno de los dos había ido al comedor, apenas aceptaron algo para beber, no sentían absolutamente nada de hambre ante los nervios de lo que sucedería ese día.


— ¿Y su hermano? —preguntó Severus al notar la ausencia de éste.

— No debe tardar. ¿Sabe? Cuando mencioné sus nombres tuvo una reacción que jamás le había visto. —comentó poniendo atención en los rostros de sus invitados.


Harry y Severus se miraron sin saber cómo interpretar eso. Esperaban que Daniel Perrins no fuera uno de esos desquiciantes sujetos que cuestionaban su participación en la guerra, o peor aún, que fuera del tipo desesperante que chillaba emocionado por conocerlos. Eso haría que el proceso de adopción corriera el riesgo de no llevarse a cabo discretamente, como ellos deseaban.


Alguien llamó a la puerta, y asumiendo que se trataba de su hermano, Diana Perrins se apresuró a abrir. Harry casi contuvo el aliento mientras esperaba.


Al abrir, apareció un hombre castaño un poco mayor de treinta años. Severus le miró cuidadosamente esperando reconocerlo, debió haber sido su alumno, y una imagen de un chico con esas características perteneciente a Gryffindor acudió a él. No tenía duda, Daniel Perrins había sido su alumno.


Tan solo esperaba no haberle descontado demasiados puntos.


Daniel saludó a su hermana con un beso, y al girarse a ver a la pareja que le esperaba expectante sonrió amablemente, algo que provocó que un peso en el estómago de Harry desapareciera.


— Cuando mi hermana me dijo sus nombres pensé que la habían bromeado. —dijo asombrado—. Ahora veo que es cierto, son ustedes.


Daniel se les acercó saludándoles. Sus ojos castaños brillaron con emoción al hacerlo personalmente con Harry, sin embargo, no manifestó exageradamente la admiración que parecía sentir por el héroe. Harry se sintió agradecido por eso, odiaba ser venerado.


— Su hermana nos dijo que ya lo puso al tanto de lo que pretendemos. —intervino Severus, ansioso por conocer la postura de Daniel Perrins.

— Así es, y reconozco que es una situación fuera de lo normal, pero le aseguro que no es imposible, y yo estaré encantado de ayudarles con los trámites.


Harry sonrió ilusionado por la noticia, estaba seguro que con la ayuda de Daniel podrían conseguir que todo quedara legalizado en ambos mundos y sin demasiada necesidad de usar la magia para manipular a las autoridades.


El siguiente par de horas la pasaron hablando sobre cuestiones técnicas. Daniel resultó ser un experto para poder usar las leyes a su favor. Aparentemente podría evitar que su condición de pareja homosexual fuera un obstáculo, e incluso podría autonombrarse el responsable de las dos adopciones, de tal manera que no habría investigación acerca del hogar a donde serían trasladados los niños. Ni siquiera iban a tener que esperar demasiado, Daniel les aseguró que podría tener la documentación lista para ese mismo fin de semana por lo que les sugirió que esperaran al sábado para llevarse a los niños a su nueva casa.


Harry y Severus aceptaron, Daniel les inspiraba confianza, hablaba con mucho conocimiento de causa, parecía ser que tenía buenas relaciones incluso en el mundo muggle debido a su interés por mantener ese y otros Orfanatos en perfectas condiciones.


Después de que Daniel se hubo ido, Diana fue por los niños, habían decidido hablar con ellos ese mismo día. Al quedarse solos, Harry fue incapaz de quedarse sentado y caminaba de un lado a otro con profundo nerviosismo.


— Tranquilo, Harry, todo saldrá bien. —afirmó Severus caminando hacia él para detenerlo con suavidad posando sus manos sobre sus hombros.

— Yo sé que sí, pero de todos modos no puedo evitar sentirme muy emocionado. En pocos días vamos a tener a los niños con nosotros, Sev, ¡es maravilloso que todo esté resultando bien!

— Exacto, y ahora respira hondo que tienes que estar muy sereno cuando hablemos con los niños, creo que será una conversación difícil.


Harry asintió con un poco de preocupación, entendió a lo que se refería su esposo. Las noticias para Armand no eran muy sencillas y seguramente el niño necesitará de ser tratado con mucho cuidado.


Pocos minutos después la puerta volvió a abrirse, Diana apareció llevando a los niños de la mano. De inmediato Adiel se soltó y corrió feliz hacia Harry quien le recibió acuclillándose para abrazarlo con fuerza.


— ¡Harry, me da gusto verte de nuevo!

— También a mí, pequeño, ¿y cómo has estado? ¿te has portado bien?

— Sí, la señorita Perrins acaba de decirme que terminé mi castigo, por eso he podido venir a verte.


Adiel miró de reojo a Severus quien se mantenía observándolos. El ojinegro sintió algo extraño en su corazón. Adiel tenía una mirada muy pura, sus ojos eran tan verdes y brillantes que parecían irreales. Le gustó mucho su sonrisa tímida, sus facciones infantiles... y estando tan cerca de Harry podía percibir más su parecido físico. Realmente bien podía haber sido su hijo.


Sintió algo muy extraño en el pecho, como una suave opresión, era casi un deseo de llorar, pero sin dolor, sin tristeza, tan solo una sensación de ansiedad por abrazarle con fuerza.


Veía a Harry hacerlo, besar a ese niño en la mejilla sin dejar de estrecharlo en sus brazos, y pensó que la alegría que reflejaba su esposo era estremecedora, no entendía cómo había podido intentar separarlos cuando parecían haber nacido para estar juntos.


Adiel acariciaba el cabello de Harry, pero sin dejar de mirar a Severus, él le despertaba mucha curiosidad, su corazón latía con fuerza al admirar la intensidad del negro de sus ojos, nunca conoció a nadie con tanto poder en una sola mirada.


En ese momento se alegró mucho al saber que podría ir con ellos, con ambos, no solo con Harry.


Al notar el discreto intercambio de miradas, Harry se soltó de Adiel para acercarlo hacia Severus, feliz de poder finalmente presentarlos.


— Adiel, él es Severus, de quien te hablé.


Adiel sonrió nervioso, el esposo de Harry le parecía era muy alto y le provocaba cosquillas en el estómago, pero eran cosquillas agradables, a pesar de la austeridad de las facciones de su rostro.


— Es un gusto conocerte, Adiel. —dijo Severus extendiendo su mano para saludarlo, aún se sentía demasiado nervioso para cumplir ese deseo de abrazarle—. Harry me habla mucho de ti.

— Ah...sí, gracias, Señor. —farfulló nervioso—. También me alegra conocerlo.

— Creo que sería buena idea que me tutees. —propuso el ojinegro sonriendo más relajado—. Después de todo, en poco tiempo irás a vivir con nosotros.


Adiel asintió contento, presentía que iba a ser muy feliz con ellos. Y ya no pudo contenerse, dejó a Harry para jalar a Severus de su chaqueta y hacerlo inclinarse. Al sentir el beso en su mejilla, el ojinegro sintió un fuerte vuelco en su pecho, aquella era una emoción jamás experimentada en su vida, ni siquiera con Draco. Probablemente porque nunca se permitió olvidarse que no era su hijo, solo su ahijado, aunque en su corazón sentía algo más que eso.


Pero quien sintió un fuerte golpe en el estómago al escuchar las palabras de Severus, y ahora verle abrazando a Adiel, fue Armand. Había presenciado la escena en silencio, pero ahora que comprobaba que su compañero de habitación era el elegido para ser adoptado por ese hombre que tanto le gustaba, no pudo reprimir un suave jadeo de asombro.


Angustiado por la posibilidad de haber sido escuchado, Armand retrocedió un paso escondiéndose tras las faldas de la Directora.


Severus le miró entonces, renunció al contacto con Adiel para ir hacia él inclinándose mirándole más de cerca, pero Armand permaneció esquivando su mirada, intentando no demostrar el hecho de que odiaba haberse enterado de la suerte de Adiel.


— Hola... ¿te acuerdas de mí?


Armand movió la cabeza afirmativamente, aún sin atreverse a mirar a los ojos de Severus. Éste se dio cuenta de su resistencia, pero no hizo alusión a ello, por el contrario, le sujetó la mano procurando ser suave y paciente.


— Necesitamos hablar contigo. Ven a sentarte conmigo al sofá.


A pesar de dudar, Armand no protestó cuando Severus le condujo hasta el mueble más grande situado un extremo de la Dirección. Sin soltar a Adiel, Harry les acompañó sentándose en otro sillón más pequeño frente a ellos mientras que Diana Perrins se mantuvo un poco a distancia.


— Conoces a Harry, ¿verdad? —empezó Severus.


Armand asintió mirando fugazmente hacia donde Harry se había sentado, Adiel estaba de pie acomodado entre sus piernas, sonriendo contento de que Harry le mantuviese abrazado por la cintura mientras él mantenía su espalda contra el pecho del ojiverde.


— Bien, Harry y yo vivimos juntos. —continuó Severus recuperando de inmediato la atención de Armand—. Y hemos pensado en adoptarte.


Armand perdió todo el color de su ya blanco rostro. De inmediato retrocedió negando firmemente con la cabeza.


— ¡No! —dijo casi sin voz—. ¡Yo no quiero irme! ¡Mis padres van a venir por mí muy pronto!

— Armand, ven conmigo. —pidió Severus extendiéndole la mano, procuró ser paciente, mucho más ahora que veía la ferviente pero vana esperanza del niño.


Armand no se movió, miró a la puerta pensando en si debía huir, pero en ese momento Severus se había puesto de pie acercándose hasta él. Nuevamente le sujetó de la mano para regresarlo al sofá, Armand obedeció aunque sentía su corazón muy acelerado.


— Lo siento. —se disculpó el niño por su arrebato—. Creo que es mi deber agradecerle su interés, pero yo no soy huérfano, tengo una familia y ellos vendrán por mí.

— Pues ese día ha llegado... yo soy tu familia, Armand.

— ¿Q-qué?

— Soy tu padrino.


Armand volteó a mirar a su Directora en busca de una explicación y cuando ésta sonrió asintiendo supo que todo era verdad, pero entonces, de repente comprendió que algo andaba mal. Sintió que un nudo se apretaba en su garganta.


— ¿Porqué no vinieron mis padres por mí?


Severus contuvo el aliento, había llegado la peor parte de todas y supo que no iba a ser nada fácil, Armand parecía haber entendido ya, sus ojos estaban inundados de lágrimas que no dejó salir.


Admiró mucho su fortaleza, así que lo único que se le ocurrió fue acortar la distancia entre ellos y abrazarlo. De esa forma Armand obtuvo su respuesta y sin poder ahogar un sollozo, se abrazó de ese hombre escondiendo su rostro lloroso en su pecho.


Al ver eso, Adiel dejó de sonreír. Nunca antes había visto que Armand llorara por nada y su dolor le dolía más que si fuera propio. Siempre había atestiguado la esperanza de Armand de recuperar a sus padres, debía ser muy triste haber guardado esa ilusión que ahora se rompía para siempre.


— ¿C-cómo murieron? —quiso saber Armand.

— Creo que eso podremos discutirlo en otra ocasión ¿te parece? —propuso Severus obteniendo un leve asentimiento de cabeza—. Ahora yo quiero que sepas que no estás solo, te he encontrado por fin y quiero cuidar de ti como un hijo.

— ¿Me vas a llevar contigo?

— Sí. Harry y yo queremos que Adiel y tú sean nuestros hijos.

— ¿Adiel también?


Armand se apartó con suavidad para mirar hacia donde su compañero continuaba abrazado de Harry. Adiel se animó a sonreírle tímidamente.


— ¿Porqué a él? —preguntó limpiándose el rostro.

— Porque es una persona especial, así como tú también lo eres.

— ¿Especial?

— Magos. —respondió procurando sonreír mientras hablaba—. Harry, Adiel, tú y yo somos magos.

— ¿Estás bromeando?

— No ¿Quieres que te lo demuestre?


Armand frunció los labios, no le gustaba que se burlaran de él, ni siquiera Severus, por más su padrino que fuera... por más que quisiera que eso fuera verdad.


No podría creerlo jamás. Y de pronto... Severus desapareció ante sus ojos, y antes de siquiera poder preguntar nada, sintió que alguien tocaba su hombro, al girarse ahí estaba, en el otro extremo del sillón sonriéndole.


Su boca se abrió desmedida, una persona no podía desaparecer y aparecer en otro lugar sin algún truco. Y entonces, vio como Severus sacaba de su chaqueta una especie de palo oscuro con algunos relieves, lucía muy hermoso para ser un simple trozo de madera. Y lo comprobó cuando Severus tomó el jarrón de la mesa de centro transformando las magnolias en rehiletes multicolores.


Todo frente a sus ojos, sin cortinas de por medio, sin espejos colocados estratégicamente. Armand jadeó asombrado.


Y no era el único. Adiel también miró aquello con fascinación, a pesar de ya haber visto a Harry en acción, lo que hizo Severus le pareció sensacional. Diana Perrins igual tenía una expresión pasmada, su hermano evitaba hacer demasiada magia en su presencia.


Para terminar, Severus atrajo con un Accio la bombilla de una lámpara inservible y la transformó en una deslumbrante snitch. Hasta ese momento Harry arqueó una ceja, nunca se imaginó que su esposo pensara en algo relacionado con el Quidditch, era un juego con el que no compartían demasiado el gusto, a menos que se tratara de intentar seducirlo volviendo a usar su uniforme frente a Severus.


— ¿Qué es eso? —preguntó Armand viendo la pelotita revolotear frente a sus ojos.

— Se llama Snitch, es parte de un juego especial para magos. Harry es fanático de jugarlo, algún día podría llevarte a ver un partido.

— Pero yo no soy mago. —debatió Armand alargando su mano para tomar la snitch, que en ese momento no se comportó tan escurridiza como acostumbraba y se dejó atrapar.

— Tus padres eran magos muy buenos, te aseguro que sí lo eres. —dijo Severus sin dudar.

— ¡No lo soy, y no sé porqué llegan aquí con esa idea si ni nos conocen!


Harry y Severus se miraron significativamente, eso era cierto, no conocían a Armand lo suficiente para afirmar que era un mago. Sin embargo, Severus rápidamente se quitó tal pensamiento de la mente, no iba a dejar que una duda le echara a perder el momento. Además, confiaba en no equivocarse, siendo hijo de Draco Malfoy y de Fred Weasley, ambos de familia de sangre limpia, Armand tenía que ser un mago.


— Yo tampoco sé hacer esa magia... —intervino Adiel tímidamente—... pero confío en lo que dice Harry, y él me contó que hay una escuela de magos que nos enseñará.

— Es cierto. —secundó Harry—. Severus y yo enseñamos en Hogwarts, ahí irán a vivir con nosotros, y cuando cumplan once años serán alumnos. Adiel ya mostró su magia, él hace cosas sin pretenderlo pero algún día podrá manejarla y hacer hechizos que no pueden ni imaginarse ahora.

— Yo no hago las cosas que hace Adiel. —gruñó Armand—. Quizá estén equivocándose conmigo y no soy el Armand que buscan.

— Lo eres. —afirmó Severus—. Ese broche que me mostraste es único en el mundo, yo mismo mandé fabricarlo para ti en tu primera Navidad.

— ¿De verdad?

— Sí, Armand, así que no te preocupes si aún no has demostrado señales de magia, no siempre se manifiesta a temprana edad.


Armand no respondió, ansiaba creer que decían la verdad. Quería irse con Severus, conocerlo más, aprender de él el sentimiento de tener un padre, así que sí, decidió no dudar más y darse la oportunidad de estar con su familia.


Severus respiró tranquilo al notar que las facciones del niño se relajaban y por fin se atrevía a sonreír mientras miraba la snitch revoloteando entre sus dedos.


— ¿Cuándo esté contigo, me hablarás más de mis padres?

— Por supuesto. —afirmó Severus—. Aún hay muchas cosas de las que debes enterarte, pero será paso a paso ¿de acuerdo?

— Sí ¿y cuándo será eso?

— Aún hay papeles por arreglar para formalizar la adopción, pero creo que este fin de semana ya podrán venir con nosotros.

— ¿Adopción? —repitió volviendo a adquirir un semblante serio.

— Sí ¿pasa algo?

— Antes quisiera que me respondieras algo y sin decir mentiras.

— Lo prometo.

— ¿Fui abandonado porque mis padres no me querían?

— No, Armand, tus padres sí te amaban. Draco, así se llamaba tu papá, vivía para ti. Yo puedo asegurarte que en ese tiempo las cosas no eran nada fáciles, él temía por tu seguridad, por eso te trajo a este sitio un poco antes de morir, para entonces ya solo le tenías a él, debió estar demasiado triste porque había perdido al amor de su vida.

— Entonces, si ellos me querían...

— ¿Qué?


Armand jugueteó con la snitch por unos segundos antes de atreverse a hablar, parecía que realmente le estaba angustiando sacar sus pensamientos.


— ¿Podría... podría no dejar de ser su hijo?

— ¿Qué quieres decir con eso?

— Yo... bueno, no quiero que me malinterpretes pero me gustaría llevar sus apellidos.


Armand sacó el aire que había estado conteniendo. Sabía que su petición podría poner en riesgo el deseo de Severus de llevarlo con él, pero no podía ir en contra de ese amor que sentía por sus padres, aunque ni siquiera podía recordarlos.


— Si no quieres está bien. —agregó nervioso—. Y puedes cambiar de opinión acerca de cuidarme, Severus, no me molestaré, te lo prometo.

— No cambiaré de opinión, al contrario, no puedes imaginarte lo orgulloso que me siento por tu madurez. Y si así lo quieres, así será, arreglaremos tus documentos para que seas Armand Draco Malfoy. Seguiré siendo solo tu padrino y representante legal ¿de acuerdo?

— Y amigo... por lo pronto.

— Sí, por lo pronto. —repitió Severus, feliz de estar recibiendo una esperanza, estaba seguro de que algún día Armand podía considerarlo como un padre.


Armand sonrió al ver que Severus había sabido comprenderlo, y se emocionó cuando éste acarició su rostro con su mano.


Entonces, desde su lugar, Harry apartó suavemente a Adiel y se acercó a ellos acuclillándose junto a Armand.


— ¿También puedo considerarme tu amigo? —preguntó animoso.

— Pues creo que sí.

— Gracias, ya verás que todo saldrá bien. ¿Me permitirías darte un abrazo?


Armand no sabía cómo responder, casi nunca le habían abrazado y no se sentía cómodo con la idea, mucho menos con Harry quien no cesaba de demostrar abiertamente su predilección por Adiel. Pero justo cuando estaba a punto de declinar la oferta, recordó las palabras que su compañero de habitación pronunciara esa mañana.


Y sorprendiéndose a sí mismo, aceptó el abrazo.


Armand se sintió estremecer, nunca había percibido algo semejante, los brazos de Harry eran cálidos y amorosos. Instintivamente cerró los ojos mientras apoyaba su rostro en el pecho del ojiverde, tenía que reconocer que Adiel sabía lo que decía, aunque su descripción de "rico" era algo demasiado vulgar para describir la sensación de ser envuelto por esa piel.


Recordó su sueño que tanta angustia le provocaba, en él tenía que renunciar al calor de unos brazos que se despedían para siempre... y ahora parecía que volvía a recuperarlos.


Era transformar su pesadilla en un recuerdo embriagador de ternura y calor.

Y supo que había encontrado algo de lo que ya no quería, ni podía prescindir.







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Adoptando un corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora