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Han Hijung, 19 años. Funeral de Mark.
Los ultimos dos días Jisung y Jackson trataron de estar mejor pero el ambiente en casa era completamente diferente, mas silencioso y tranquilo. Jisung aveces se quedaba todo el dia acostado, Jackson trataba de levantarlo pero era dificil, lo unico que podia hacer era ver que el menor comiera bien. El castaño se dio cuenta que Jisung no habia dormido ya en las ultimas noches y no lo culpaba, el aveces hacia lo mimo acostado y llorando por su prometido.
La mañana siguiente, ya se encontraban arreglados para el funeral de Mark, Jisung con dos maletas mientras miraba la puerta.
―Sung...
―¿Uh? ―miro al castaño.
―¿Estas listo?
Jisung asintio despacio.
―... Puedes venir a visitarme cuando quieras, esta tambien es tu casa ―acaricio el cabello del pelinegro.
―Gracias ―susurro―. Jackson...
―¿Si?
―Odio los funerales ―dijo.
―Lo se, sabes que no es obligatorio que vayas, habra mucha... Gente. Puedes quedarte y le digo a Yugyeom que pase por ti aquí.
Jisung nego.― Esta bien, no importa de todas formas ―abrio la puerta―, vamos
Jackson suspiro y salio de casa junto a Jisung.
Ambos iban en silencio, el castaño tomo la mano de Han y la apreto un poco, Jisung sonrio y recosto su cabeza en el hombro de Jackson. De nuevo los dos derramaron algunas lagrimas.
Al llegar vieron a mucha gente vestida con trajes negros, su padre y sus abuelos, al igual que él y Jackson usaban tunicas negras. Jackson tomo su mano con valor y se adentraron. La señora Han sollozaba desconsolada mientras golpeaba su pecho con fuerza, las personas se acercaban y se hincaban, su padre y abuelo solo miraban el suelo. Al pasar su turno hicieron las reverencias y se quedaron un rato mirando la foto de Mark entre las flores, de nuevo con lagrimas que nublaban su vista.
―¿Qué haces aqui? ―la señora Han miro a Jisung
―Ah... Yo- ―el cuerpo del pelinegro se paralizo por miedo.
―¡Tu no debiste venir! ¡¿Cómo te atreves cuando fuiste tu el responsable de su muerte?! ―grito con desesperación
―Abuela... ―de sus ojos no dejaron de caer lagrimas.
―¡No me llames asi! ¡tu y yo no somos nada! ¡nunca tendria a una desgracia como nieto!
―Cariño ―el hombre mayor la sostuvo por los hombros.
