Como se habían prometido a sí mismas, estuvieron los tres días siguientes sin acercarse a él ni decirle nada, aunque sí que lo acecharon en algún momento que otro. ¿Confirmamos que se estaban ganando una denuncia por acoso? ¡Confirmamos!
—¿Quién es ese hombre? —canturreaba Virginia cada vez que lo veían, normalmente desde detrás de un árbol que no las tapaba apenas.
Victoria aprovechaba para darle un leve golpe en el brazo, que provocaba más su risa que el que se callara, y ella no tenía más remedio que reírse también. Jack, por su parte, seguía a lo suyo, o trataba de hacerlo, a pesar de que se desconcentraba alguna que otra vez debido al poco disimulo que ambas tenían.
Como te digo, tres días las aguantó, ¡tres! ¡Si él supiera por lo que yo tuve que pasar con esas dos juntas! Aquella tarde, después de entrenar como buenamente pudo, llenó los pulmones de aire y se armó de valor. Se miró las manos y pude vislumbrar el momento exacto en el que se resignó. Él también se dio cuenta.
Recogió su hacha del tocón, parecía Oliver obsesionado con ir siempre con la pelota de fútbol, pero él con su hacha. Se fue a casa a darse una ducha rápida, antes de presentarse en la casa donde sabía que ella se estaba quedando.
—¡Oh, vaya, Jack! ¡Qué sorpresa! No te esperaba aquí.
Las palabras atropelladas de Victoria habrían tenido más sentido si no le hubiera abierto la puerta antes de que él pegara, puesto que, a pesar de la oscuridad que comenzaba a notarse en la calle, lo había visto llegar por la ventana. Puso los ojos en blanco no creyéndose nada, y ella tan solo carraspeó incómoda.
—¿Puedo? —pidió él guardando las buenas formas, como siempre.
—Claro, claro —contestó apartándose rápida de la puerta para que él pudiera pasar.
Virginia estaba sentada con las piernas cruzadas y hacía como que sacudía alguna pelusa de su pantalón. Se hizo la sorprendida cuando él entró en el salón de casa, seguido por Victoria. Si me lo preguntas, a ninguna de las dos le darían el Óscar por su actuación de esa tarde.
—¿Qué tal? Soy Virginia —comenzó a presentarse tras ponerse en pie—. ¿Y tú eres...?
Llegó a pensar que, si seguía poniendo los ojos en blanco, en cualquier momento no tendría vuelta atrás y se quedaría así, pero no podía evitarlo.
—Disculpe, señorita, llevan tres días escondiéndose... mal, he de decir, detrás de un árbol cualquiera. No quiera hacerme creer que no sabe cómo me llamo —dijo sarcástico, aunque manteniendo las formas, que a ella aún no la tuteaba.
Ella le dio la razón con un gesto y se sentó de nuevo. Victoria le ofreció algo de beber y de comer, pero él negó con la cabeza. Sí que tomó asiento cuando ella le señaló una butaca que tenía a su lado, para ir junto a su amiga y sentarse también.
—Entendería que nos quisieras denunciar por acoso —habló Virginia con su obviedad habitual.
—Por lo menos lo tiene claro —comentó Jack, provocando que ella asintiera.
—Que estés aquí... —empezó a hablar tentativa Victoria—, ¿significa que me vas a ayudar?
Jack hizo una mueca con la cara y negó de nuevo, de forma lenta y tranquila, haciendo que las esperanzas de Victoria cayeran un poco.
—Que esté aquí significa que voy a escucharte.
Ella respiró hondo y asintió. Su aura me decía que no podía esperar más de él, pero que se tenía que conformar con ello, al menos al principio, hasta que atacara de nuevo a convencerlo.
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No es otra tonta comedia rural... o sí.
HumorVictoria es una chica de ciudad, que tiene todo lo que necesita, hasta que muere Carlos, el amor de su vida. Una noche, entre anuncios de batamantas y chorrimangueras, decide que necesita una médium para volver a hablar con él. Es ahí cuando comien...