Se paseaba de un lado a otro del despacho de Virginia, diciendo cosas que para ella tenían todo el sentido del mundo, pero para su amiga no, aunque esperaba pacientemente a que parara su andar.
Se detuvo cuando escuchó de nuevo un par de golpes en la puerta, dejando aparecer a Cristina, una vez más tras ella.
—Ah, vale, que estáis las dos aquí —suspiró—. ¿Habéis llamado al técnico?
—¿Qué técnico? —preguntó Virginia.
—El de la impresora —se apresuró a contestarle Victoria interrumpiendo la explicación de Cristina, que seguro que lo iba a hacer con un tono de indignación por haber sido ignorada. Luego se dirigió a ella—. Ahora lo llamamos. Mientras, no mandéis nada a imprimir y listo.
Cristina resopló pero salió sin decir nada más, sabiendo que su jefa no estaba de buen humor.
—¿De qué ha ido todo esto? —preguntó Virginia—. Si algo no funciona se arregla cuanto antes, Vi, ¿de qué vas?
Entonces fue Victoria la que resopló, enfadada en parte consigo misma por haber sido brusca, y también por la interrupción.
—Vale, voy a hablar con Cris y llamar al técnico ahora mismo, pero después voy a por respuestas. Como quieres ser mi sombra solo te estoy avisando —advirtió señalándole con el dedo.
—¡Pero si allí no hay nada! —le gritó Virginia mientras su socia salía de su despacho sin mirar atrás—. ¡Como me vuelvas igual de loca que tú no te lo perdonaré nunca, Victoria Martín! —añadió, escuchando las risas de alguno en la oficina.
Google no ayudaba cuando ella lo necesitaba. No había nada en la dirección que buscaba, tan solo un edificio normal y corriente, pero ya no iba a desistir. Después de llamar al técnico para que arreglara unas impresoras que no estaban rotas, cogió su bolso y chaqueta para ir al despacho de Virginia, la que tecleaba sin parar en su ordenador.
Le pidió un momento con la mano y asintió conforme, sacando el móvil para comprobar de nuevo lo que había mirado del derecho y del revés.
—Sigo sin saber por qué estás tan segura de que es ahí, cuando hemos mirado el sitio y solo hay un edificio —le preguntó ya en el coche.
—Lo he visto claro —se limitó a decir sin más.
La miró de reojo, volviendo su vista a la carretera rápido. Su ceño fruncido presagiaba que no lo dejaría estar, y Victoria lo sabía.
—Dirás que es una locura —comentó tras las preguntas silenciosas de su amiga.
—Ya sé que es una locura, lo que no vas es a decir nada que me haga pensar que esto es una buena idea. Porque estamos yendo a un sitio a ciegas.
—¡No es a ciegas! —insistió.
—¿Cómo lo sabes entonces? En serio, dime cómo.
Victoria cogió una bocanada de aire que retuvo durante un par de segundos y lo soltó poco a poco. Ella sabía que estaba en lo cierto, su aura así me lo decía, por que no iba a cambiar de idea.
—No podía dormir anoche...
—Como cada noche —la interrumpió—. Eso no es nada nuevo.
—Bueno, vale. Pero anoche Esperanza Gracia me habló.
Virginia la miró de nuevo.
—De acuerdo, sé que siempre le habla a la pantalla cuando da el horóscopo, pero parecía que me hablaba a mí. Luego lo cambié, y puse otra cadena donde había un campeonato de billar. Y uno de los jugadores estaba llevando por la calle de la amargura a otro.
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No es otra tonta comedia rural... o sí.
ComédieVictoria es una chica de ciudad, que tiene todo lo que necesita, hasta que muere Carlos, el amor de su vida. Una noche, entre anuncios de batamantas y chorrimangueras, decide que necesita una médium para volver a hablar con él. Es ahí cuando comien...