Un nuevo comienzo

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¡Vaya! Lograste dominar tu temor- exclamó Herneval- La primera vez que vine aquí, tuve mucho miedo. Estas cosas se meten en tus recuerdos y buscan hacer salir tus peores miedos, pero una vez ya logras controlarlos las manos no te molestan más.-

Ahora Frankelda entendía de dónde habían venido todos esos horribles recuerdos, las manos los habían evocado, y ahora sabiéndolo, Frankelda se preguntaba a qué le tendría miedo Herneval y si los sustos también pueden temer.

Herneval tocó la puerta de la vieja casa, pero nadie atendió al llamado. Después de unos segundos, la única que apareció fue una pequeña arañita; bueno, no tan pequeña, era una tarántula que salió de uno de los huecos de la puerta, y al parecer traía noticias sobre el pesadillero.

-Con que al fin llega, príncipe, el amo Procustes estaba muy impaciente- Dijo la araña con una voz dulcemente aguda- ¿Ah, es ella la humana? Un gusto conocerla- dicho esto, la ochipatas se dirigió adentro de la casa y abrió la puerta para que pudieran entrar.

La casa por dentro era muy grande, con unos tonos verdosos, algo lúgubres. En una de las esquinas había un túnel con escaleras que llevaban al despacho del pesadillero.

Herneval pidió entrar primero para presentar a Frankelda por lo que le dijo que esperara un momento.

Herneval bajó por el túnel y llegó a donde estaba Procustes el cuál, en esos momentos, murmuraba para si mismo con felicidad interna:

-Por fin, he encontrado la forma de acabar la historia, ya esa niñita no será necesaria-

-¿Lo interrumpo, Procustes?- Dijo Herneval haciendo que la cara del pesadillero se volviera una mueca de impaciencia, la cuál tuvo que cambiar rápidamente a una de felicidad falsa para recibir al príncipe.

-No, majestad, es más, llegó en el momento oportuno- empezó a decir la araña- La historia en la que tanto trabajé, ya esta terminada. Como príncipe, su deber es leerla para saber si es digna, así que, lo espero príncipe, juro que no se arrepentirá- Mientras el pesadillero decía esto le acercaba a Herneval un gran pergamino con tono de insistencia.

El príncipe no quería ser descortés, por lo que tomó el pergamino para leer. A él no le gustaban tanto las historias de Procustes, ya que eran faltas de ánimo y sentimiento, y un poco clichés, ya que el pesadillero era de ese tipo de gente; o más bien susto, que se aferraba a lo antiguo y no se daba a la oportunidad de conocer cosas nuevas.

Herneval le hechó una ojeada con algo de desdén al texto y le disgustó un poco... okey, le disgustó mucho. No traía ideas nuevas y terminaba como todas las historias escritas por el pesadillero. Ahora entendemos la razón del por qué nuestras pesadillas acaban de forma tan predecible.

Herneval fingió una sonrisa y dijo:
-Vaya, Procustes, hiciste un gran trabajo... Pero, te has sobrecargado bastante, por lo que traje la solución- finalizó Herneval con una sonrisa, esta vez, genuina.

-Ah si, la escritora y todo eso... ¿Ya está aquí?- preguntó Procustes sin interés.

-Sip-

-Entonces que venga-

Herneval buscó a Frankelda, la cual estaba un poco nerviosa. Apretaba su libro y su pluma con mucha fuerza, aún le costaba asimilar todo lo que pasaba; además de que Herneval no le habló flores del pesadillero.

El príncipe le animó a que fuera y la joven fantasma bajó las escaleras, o más bien voló sobre ellas, llegando por fin a la oficina.

-Procustes, le presento a la escritora Francisca Imelda. Y Francisca te presento a Procustes, el pesadillero real-

Experiencias en el Mundo de los Sustos/ Franfic de FrankeldaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora