Miedo a crecer

49 4 1
                                    

-Lo siento- dijo cabizbaja Frankelda.
Webber y Wolfy quedaron sorprendidas ante aquella reacción.

-No quise decepcionarlos, ni hacer que dejaran de confiar en mí, pero sentía la necesidad de ayudar. Las clases de Procustes son muy útiles, aunque siento que no es el momento, el reloj avanza y no se ha hecho nada al respecto. Sé que eso no es una excusa para robar y puedes acusarme con toda libertad, pero al menos, déjame ayudar- dijo Frankelda.

La araña aún desconfiada se dirigió al cajón de los pergaminos y se metió adentro de este. Después de rebuscar un poco, la ochipatas salió de entre los pergaminos, mientras sostenía uno.

-Este es para un tipo de miedo que no es muy común, no creo que Procustes note su ausencia, una de cada diez veces cuenta los pergaminos, no creo que sea la ocasión-. Dijo la arañita, mientras se lo entregaba a la fantasma.

Ella, conmovida, le dio las gracias y le preguntó si al final las iba a acusar.

-No ganaría nada con eso- respondió- y Frankelda, no le ruegues tanto a las personas, porque te haces ver inferior a ellos, y algunos no son piadosos y se aprovechan de esto, ¿ok?- aconsejó la arañita mientras las dos chicas salían. A la fantasma le pareció un consejo muy útil por lo que le agradeció con una reverencia antes de irse.

En el castillo... 

Al llegar, Frankelda estaba decidida a ponerse a trabajar lo más rápido posible. Wolfy, al contrario, ya estaba muy cansada y se dirigió a su habitación.

La fantasma sentía que no podía perder más tiempo, ese reloj que poco a poco marcaba en la arena el punto final la hacía temblar, en especial porque no permitiría que las creaturas que fueron sus amigos durante la infancia y que ahora son reales desaparecieran para siempre.

Así que encendió una vela e inspeccionó el pergamino. Al abrirlo notó que este se veía algo corto, comparado con otros que había visto en las manos de Procustes. 

-Espera, eso me recuerda a algo- pensó la escritora.

La joven buscó entre los libros que le había dado Procustes, pasó páginas rápidamente hasta que se detuvo en una en particular con un título llamativo en tinta negra que decía "PERGAMINOS" con el siguiente texto:

"Las hojas de papel que los humanos utilizan no se acomodan a su creatividad, siempre gastan y gastan para después seguir acumulando, lo que no saben, es que uno de los más primitivos de nuestra especie pudo encontrar un método más sencillo antes de que los humanos descubrieran el papel.

Está técnica nos muestra una hoja de pergamino capaz de extenderse hasta donde la persona que lo emplea lo necesite, e incluso podría ayudar a hacer viajar a los textos escritos en ellos a través de distintos lugares.

La forma de crear este tipo de hoja es-



En verdad, su técnica es inigualable, pero ahora solo es conocida por los pesadilleros reales debido a que les es más útil para su trabajo"

La técnica para crearlo era todo un misterio, esa parte había sido rasgada de una forma muy perfecta, como con una navaja, una muy delgada y fina que solamente cortó esa parte de la página, una coincidencia muy curiosa.

En fin, volviendo al pergamino, ahora Frankelda sabía que podría escribir todo lo que quisiera, todo lo que su imaginación le diera. La verdad ya era de noche, afuera llovía y ella estaba muy cansada, pero esta oportunidad la animó a seguir, la pregunta era... ¿Por dónde empezar? Bueno, solamente una historia de terror con algún susto, no debía ser difícil, o eso era lo que ella pensaba hasta que una oración se empezó a escribir con tinta dorada arriba en el pergamino.

Experiencias en el Mundo de los Sustos/ Franfic de FrankeldaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora