Curiosos y chismosos

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-¿Esa susto lobo, era tu costurera?- preguntó Frankelda a Herneval, ya que Wolfy le había parecido muy amigable.

-Si, lo es, la conozco desde hace mucho tiempo, aunque no más del tiempo en el que te conocí- Le respondió Herneval con un tono coqueto.

-Sobre eso, ¿por qué me espiaste durante todo este tiempo?- preguntó Frankelda.

-Ah, sobre eso... pues... es una larga historia.

En ese momento, a lo lejos, se alcanzaban a ver tres sustos que a Frankelda se le hacían muy familiares y al parecer estaban buscando a Herneval.

-¿Ustedes no vieron al príncipe?

-¿Qué, se perdió?

-¡Ugh! ¿Es que acaso vives en otro mundo?

-No, solo que como buen susto que soy, estaba haciendo responsablemente mi trabajo.

-Si, claro.

Herneval tomó de la mano a Frankelda y trató de pasar sigilosamente alrededor de los sustos sin llamar su atención, pero esto fue imposible porque uno de los espíritus que acompañaba a uno de los sustos vio al príncipe e inmediatamente llamó la atención de los demás.

-¡¡¡Príncipe, no sabe cuanto lo estuvimos buscando!!!

-¿Donde estuvo su majestad?

-¿Y quién es ella?- dijo uno de los sustos señalando a Frankelda.

-No es nadie- Herneval tapó con sus alas a Frankelda, pero esta, siendo un fantasma y no pudiendo evitar la emoción, traspasó las alas para ver a los tres sustos.

-¡¡¡No puedo creerlo, son reales!!!- dijo Frankelda con emoción a los tres sustos.

Después procedió a señalar a un susto bajito con un largo copetín naranja, cuatro ojos, gris y con una gran sonrisa.

-¡¡¡Tú debes ser el gnomo!!!-

-¿Qué acaso me has robado el nombre, cómo sabes quién soy?-

-¡¡¡Y tú debes ser la sirena!!!- dijo Frankelda señalando a una mujer susto que era muy grande y muy parecida a un ajolote, con pelo de algas y tres ojos.

-¿Cómo es que esta niña sabe quién soy?-

-De seguro el príncipe le habló de nosotros- dijo un susto que tenía cuatro brazos, cuatro piernas, pelo café, ropa elegante que parecía estar combinada con otras vestimentas, un cuerno arriba de su nariz y un sombrero con velas, además de que tenía de compañía a los espíritus de unos niños.

-¡¡¡Y tú debes ser el Coco!!!- dijo Frankelda con un montón de emoción señalando al susto.

-No, mi padre es el coco, yo soy Coco Jr.- aclaró el susto.

-Creo que entonces tendré que arreglar eso en el relato- pensó Frankelda mientras le echaba una ojeada a su libro, especialmente a la página en la que dibujó al Coco o más bien el Coco Jr.

-¡Si, efectivamente eres tú! ¿Ves?- Frankelda volteó su libro mostrándole al Coco Jr. el dibujo que ella había hecho de él.

-¡Vaya, si que el príncipe le contó mucho sobre nosotros!- respondió asombrado el susto.

-No, solo lo imaginé- respondió la fantasma.

Todos se quedaron asombrados al escuchar esto y se hicieron en grupo de tres para hablar a escondidas.

G: Tenemos que decirles a todos.
S: Yo diría que hay que investigar quien es esta niña
C: Si el príncipe la trajo, debe ser de confianza.

Pero Herneval los escuchó hablar.

H: ¡A ninguno se le ocurra decirle esto a nadie! Si quieren les explico, pero con la condición de que no digan a nadie absolutamente nada-.

Después de una muuuuuy larga explicación, los sustos entendieron...  o tal vez no.

S: ¿O sea, que puede vernos cuando escribe a pesar de ser una humana?

H: Si

C: ¿Y se quedará en el reino?

H: Si...

G: ¿Y tu idea es quitar a Procustes del puesto de pesadillero al fin?

H: Si, digo ¡No, no, no, claro que no!

-Vamos, ya todos estamos de acuerdo con eso- dijo el gnomo justificando.

-Disculpen pero, ¿Quién es Procustes?- Preguntó Frankelda metiéndose en la conversación.

H: Bueno, él es...

G: ¡¡¡EL PEOR PESADILLERO DE LA HIST...-
Gnomo no pudo seguir ya que el el Coco Jr. le pegó un calbazo para que se callara.

-Deja de ser tan imprudente, las paredes tienen oídos- dijo Sirena tratando de lograr que todos hicieran un poco de silencio.

F: Entonces, él es el pesadillero del que me hablaste.

H: Sí, es él.

F: ¡Qué nombre!

-Pero en fin, ya es tarde y tenemos que verlo cuanto antes- dijo Herneval para concluir la conversación y poder emprender su camino, pero antes de irse se acercó a los tres sustos para decirles lo siguiente:

H: No se les vaya a ocurrir decirle esto a nadie.

S, C y G: ¡Oh príncipe, vamos! Sabe que nunca haríamos eso.

H: Los conozco muy bien para saber que no es así.

S: Vamos príncipe, solo somos curiosos pero no chismosos.

G: Nunca le diríamos nada a nadie.

C: Puede dejarnos su confianza.

H: Espero que así sea, por que los conozco demasiado bien para saber que ustedes no son nada discretos.

C: ¿Cómo puede ser eso posible?

S: De seguro son rumores malintencionados.

G: ¡Chismes, no saben cuanto odio los chismes!

Dijeron estos tres sustos haciéndose las victimas.

Gracias, lo único que pido es que, por ahora, mis padres no se enteren hasta tener una respuesta firme de parte de Procustes, ¿está bien?- preguntó Herneval a los tres sustos.

-Bien- respondieron sonoramente los tres.

-Bien, creo que ya es hora de seguir. ¡Me encantó mucho conocerlos! o bueno, ya los conocía... o no... bueno me gustó mucho verlos-. Se despidió Frankelda para seguir su camino hacia la guarida de Procustes.

-A nosotros también nos gustó conocerte- respondieron al unísono los tres sustos.

Y así Frankelda y Herneval siguieron su camino.

G: Por lo que entiendo, el príncipe no quiere que sus padres se enteren de que la trajo hasta que Procustes la apruebe.

C: Pues has entendido bien.

G: ¡Entonces le podemos decir a todos menos a los reyes!

S: ¿¡Estás demente!? ¿No puedes ser al menos por una vez en tu vida discreto?

G: ¡Pero si podemos! Los sustos, son muy nobles. Les diremos con la condición de que no le digan a los reyes.

Los otros dos sustos se miraron.

S: Creo que tiene un punto a favor.

C: No encuentro fallas en su lógica.

G: Además, no creo que los sustos nos traicionen diciéndole a los reyes.

S: Está bien, entonces la decisión está tomada...








Experiencias en el Mundo de los Sustos/ Franfic de FrankeldaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora