Capítulo 1

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Despierto, y una pequeña ráfaga de luz entra por la ventana de la habitación, chocando con la pared del fondo. Está amaneciendo, así que decido sentarme en la cama para levantarme. Antes de hacerlo, echo la cabeza hacia atrás para estirar el cuello y pongo los codos sobre las piernas para ocultar el rostro entre las manos. 

Suspiro levemente y levanto la cabeza de nuevo, observando la cama de al lado. Jen está durmiendo, y tal y como ha pasado los últimos días, no me parece oportuno despertarla. Es mejor que siga ahí, entre el calor de las sábanas, hasta que su propio cuerpo tenga ganas de abandonar el sueño. Carraspeo suavemente antes de pasar la mano derecha por mi boca, apoyándome después en el colchón con las manos hasta levantarme, por fin. 

Observo el exterior con cautela. El bosque siempre está igual: apenas corre el aire, aunque el clima sea frío y húmedo en cierto momento, ya que los árboles bloquean el viento y crean un clima raso. 

Acaba de entrar la primavera y la nieve ha desaparecido, aunque las mañanas siguen siendo frías, pero no tanto como en invierno. Jen y yo tuvimos serios problemas de salud, pero yo conseguí recuperarme a base de brebajes compuestos por plantas que conocía, todo eran recetas de herbolario. Sin embargo, ella ha seguido con molestias generales y un fuerte dolor corporal, seguramente por la bajada de defensas. 

Estiro la espalda después de volver en mí y bajo la mirada hacia el suelo, contemplando a una pequeña hormiga que camina por el suelo de la habitación. 

Alzo las cejas y camino con lentitud hasta el armario. Estoy descalzo, pero la madera de la cabaña resguarda del frío, así que puedo soportarlo. Abro la puerta en silencio y salgo de la estancia, para caminar hacia la cocina, con total parsimonia. 

Desde el Apocalipsis, los recursos escasean (mucho más aquí, en la nada) y, al no disponer de nevera, obviamente no podemos conservar nada que tenga que mantenerse frío. No es problema, ya que el bosque que nos rodea está provisto de árboles frutales, arbustos y animales a los que cazar para luego poder comer carne. Jen y yo encontramos por casualidad esta cabaña cuando huíamos de la gran ciudad, y aquí nos quedamos. Va a hacer un año desde entonces, pero los días han pasado tan rápido que parece que llevamos, tan solo, unas pocas semanas. 

Me acerco a la mesa del comedor y paso mis dedos por la superficie de esta, hasta llevar la mano al cesto de las frutas, colocado en mitad del mueble. Cojo una manzana verde, de las que a mí me gustan, para llevármela a la boca. Le pego un primer mordisco, pasándome después la lengua por la comisura de los labios, dándole otro mordisco a los pocos segundos. Sigo comiendo la pieza de fruta mientras camino por la cocina, abriendo la puerta trasera de la cabaña para comprobar la temperatura exterior. Carraspeo de nuevo y me encojo de hombros, ya que hace suficiente frío como para abrigarse bien. No es buena idea salir tal y como estoy vestido ahora, ya que una camiseta de tirantes blanca y un pantalón fino gris de pijama no es un atuendo apropiado para estas circunstancias. 

Una vez termino la manzana, tiro los restos mordisqueados a la «basura» y vuelvo hacia la habitación, quitándome un trozo de piel que ha quedado entre dos de mis dientes, el cual resulta bastante molesto. No entro en la habitación hasta conseguirlo, resoplando por la molestia provocada. 

Abro la puerta y vuelvo a ver a Jen, que continúa dormida a pesar de que la luz del sol ya abarca la mayor parte de la sala. No puedo evitar esbozar una sonrisa, ya que cuando duerme parece una niña indefensa a pesar de ser una mujer de veintiún años con la cabeza muy bien puesta. El cansancio de las últimas semanas ha podido con ella, aunque, por suerte, se recupera satisfactoriamente. Por supuesto, necesita su tiempo para recuperar todas las fuerzas perdidas. 

Decido no despertarla aún y seguir con lo mío. 

Necesito darme una ducha. Me meto en el baño de la cabaña y cierro la puerta, girándome a continuación para mirar el cubo con agua que solemos meter dentro de la bañera. No hay agua corriente, así que nos duchamos con la que cogemos diariamente del río. En cuanto lo vacíe, tendré que rellenarlo de nuevo, así que mejor hacerlo antes de que Jen se despierte. 

El mundo oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora