Capítulo 10

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La luz que entra por el ventanal me despierta, pero no abro los ojos.

El sueño que he tenido no se ha tratado de una pesadilla. Pertenece a un recuerdo de una época pasada, pero alegre, al fin y al cabo.

Disuado los pensamientos de mi mente y me decido a abrir los párpados. Jen está acurrucada a mi lado, por lo que no me muevo lo más mínimo. Miro hacia el ventanal y veo el sol en todo su esplendor, la lluvia ha desaparecido y no se oye tormenta.

Sin molestar a Jen, aparto un mechón de su cara y se lo pongo detrás de la oreja, para después levantarme muy silenciosamente. Cojo la ropa desperdigada por el suelo, prácticamente seca, ya que la luz del sol ha impactado de lleno en las telas, y vuelvo a ponérmelo todo.

—Jack —me sorprende su voz.

—Jen —respondo, dándome la vuelta hacia ella.

—No recordaba lo bien que estabas con tan poca ropa —dice, para mi asombro, provocando que me ruborice.

—Digo lo mismo de ti.

Ella se mira y abre los ojos como platos, ruborizándose también.

—¿Qué pasó ayer? Me duele la cabeza —pregunta, sin darle importancia a la ausencia de la ropa, ya que supongo da por sentado parte de lo ocurrido.

—Cayó un rayo al lado de nosotros y nos noqueó. A ti, por completo. Te traje hasta aquí, la cabaña que vimos, que resulta ser la cabaña de un guardabosques, y hemos despertado después de pasar la noche. Poco más. Pero he encontrado algo muy interesante —explico.

—Bien, bien. ¿De qué se trata?

—Vístete y échale un vistazo por ti misma —decido, poniéndome de espaldas a ella de nuevo para caminar hacia la mesa del escritorio.

Jen se toma su tiempo para levantarse, y acude a por su ropa para vestirse por completo. Cuando lo hace, viene hacia mí, esperando que le hable sobre mi descubrimiento.

—Antes de nada, ¿estás bien? ¿Te enfriaste demasiado? —pregunto, preocupado.

—No, no, todo está bien. De verdad —asegura.

—Bien. Pues, esto es lo que he encontrado aquí. Un mapa del bosque, de esta zona. Con él podremos seguir un camino seguro hasta la salida.

—Suena genial, tendremos que ponernos en marcha entonces.

—¿Estás lista?

—¡Claro! No perdamos el tiempo, adelante.

Asiento ante la seguridad que muestra mi compañera, y cogemos el equipo. Jen guarda las toallas en su mochila, para ganar recursos, y abandonamos la cabaña. La tierra todavía está húmeda, pero tal y como vi al levantarme, no llueve.

Soy yo el que tiene el mapa, y nos guío hacia la supuesta entrada del bosque. Por fin tenemos un poco de calma: el clima va a nuestro favor, hay suficiente luz como para caminar bien, y los árboles no parecen ahogarte.

La cabaña de los guardabosques está situada aquí porque esta debe de ser una buena zona para todos aquellos que quieran pasar una mañana visitando los alrededores seguros del campo. Para mayor comodidad, el sendero está marcado con letreros bastante cercanos entre sí, por lo que perderse sería una absoluta suerte desgraciada.

Durante el camino, Jen y yo charlamos sobre todo lo que hemos vivido en este sitio, sabiendo que pronto lo abandonaremos. Yo le dejo claro que no pienso volver, a menos que fuera para recoger a Thomas y Rose cuando tuviéramos oportunidad, en un futuro.

Sigo preguntándome qué camino cogieron ellos para llegar hasta una cabaña como la suya, seguro que no el mismo que el nuestro.

Todo parece reciente: nuestra llegada, asentamiento, conocimiento de los alrededores, y así una lista extremadamente larga. Es nuestra última oportunidad para quedarnos en aquel paraje, pero ninguno de los dos queremos. Ya no.

La entrada del bosque se ve a lo lejos, marcada con un letrero gigantesco como umbral. No tardamos en llegar, pero me detengo antes de cruzarlo.

—Es raro, ¿no? —pregunto, como si de una teoría filosófica se tratase.

—¿Salir?

—Ajá. Después de tanto tiempo.

—Es lo que planeamos, y creo que hemos elegido un buen momento.

—No lo sé, tengo ganas de ver en qué situación se encuentra la civilización, pero el recuerdo que tengo de la última vez no me produce seguridad.

—A mí tampoco, pero puede haberse solucionado.

—¿Te has dado cuenta de que hemos vivido en la ignorancia durante algo más de un año?

—Me doy cuenta, sí. Sirviéndonos de nosotros mismos para sobrevivir.

Me muerdo el labio superior y luego esbozo una pequeña sonrisa, tendiéndole la mano a Jen.

—Creo que deberíamos salir tal y como entramos.

—Está bien —dice ella, mientras me coge de la mano que le ofrezco.

Abandonamos el bosque de la mano, como dos enamorados, y nos soltamos nada más cruzar el umbral. "Whitemeyer". Ese es el nombre que toma el bosque, de ahí el grabado de las toallas. Curioso, lo recordaré siempre.

Terminamos caminando por una carretera desierta, siguiendo una señal que pone "Ciudad". Se me hace raro ir por un camino asfaltado, después de tanto tiempo pisando poco más que grama, tierra, y agua, pero me gusta.

El camino hacia la ciudad es bastante largo, ya que no es lo mismo ir a pie que en coche, pero cuando por fin llegamos, descubrimos lo que son las puertas a una ciudad.

Jen observa, algo preocupada, las afueras del lugar, y yo trago saliva al ver varios vehículos en el arcén. Unos quemados, otros accidentados, y hasta hay alguno boca abajo. Los edificios que se ven desde aquí no auguran estar en un estado más favorable, pero nosotros seguimos.

Un letrero a nuestra derecha, algo desgastado, pero legible, nos da la bienvenida a nuestro nuevo destino.

"Ashville".

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