Capítulo 6

6 1 0
                                    

A la mañana siguiente, entro al aseo nada más levantarme.

Dejo mi ropa encima del váter y apoyo ambas manos en el lavabo y bajo la cabeza, suspirando, para volver a elevarla, mirándome así en el espejo. Unas notables ojeras se marcan debajo de mis ojos, así que abro el grifo y pongo las manos en forma de embudo bajo este.

Cuando el líquido se desborda, acerco las palmas a la cara y me empapo de agua. Cierro el grifo para evitar que más agua inutilizada se escape por el sumidero y me apoyo en la pared que tengo detrás, observando mi cuerpo aún en el espejo.

Yo soy el que más tarde se ha levantado. Rose, Jen y Thomas habían sido los primeros, y este último ha sido quien me ha despertado a mí, para poder aprovechar la mañana, ya que hay trabajo que hacer.

—Necesito un serio descanso —me digo a mí mismo, al verme tan demacrado.

Continúo dándome una breve pero reparadora ducha de aguas no muy calientes, pero tampoco demasiado frías. Me seco con una toalla blanca impoluta que veo encima de un cesto y me visto, manteniendo el orden que sigo siempre. No me pongo ni la chaqueta ni el cinturón, ya que es pronto para salir, y todavía debo desayunar.

Llego al comedor y me encuentro con el resto de habitantes charlando, hasta que centran sus miradas en mí una vez caen en la cuenta de mi llegada.

—Siento el retraso. No ha sido una buena noche, y se me han pegado las sábanas —justifico.

—Tranquilo, hoy no habrá caza. Rose ha salido y ha cogido unos cuantos frutos, y yo iré a cazar cuando termine aquí. Vosotros, hoy, preparaos para el entrenamiento. Y termina el arco —dice, mirándonos a Jen y a mí durante su habladuría.

—Vale. ¿Dónde dejaste las cañas? —pregunto, ya que él se las llevó ayer cuando volvimos.

—Las tienes en la entrada. Te he dejado trapos, bridas y una cuerda para que lo completes.

—Una vez coloque las cañas como me dijiste, ¿verdad?

—Correcto.

—Puedo ayudarte, así tardaremos menos —interrumpe Jen, alzando una mano hasta la altura de su cabeza.

Asiento un par de veces y me siento a la mesa. Un té ya no demasiado caliente y unos cuantos frutos integran el desayuno. Thomas se despide y nos hace un gesto antes de salir, mientras Rose se termina el té y hace lo mismo.

—Él está fuera, pero yo me quedaré por aquí. Si necesitáis algo, avisadme —anuncia, servicial, antes de dejarnos.

—¿Otro sueño? —pregunta Jen, como si conociese la razón por la que he sufrido esta noche.

—Sí. Pero no me apetece hablar de ello. Además, no recuerdo demasiado bien lo que ocurría...

—No te preocupes, lo entiendo. Estoy completamente segura de que se te pasarán, poco a poco. No es fácil para ninguno, y cada uno lo asumimos a nuestra manera. Tú con tus sueños, yo con agotamiento.

—Parece ser. Y, hablando de ti, ¿estás mejor?

—Estos días sí, bastante mejor. Aunque ya me conoces; soy como una montaña rusa. El invierno no nos ha hecho bien.

—No. Al menos, ya lo hemos pasado, y conocemos sus consecuencias.

—Aquí, ajá.

—Por cierto, ¿qué llevas puesto? —pregunto, al verle con una especie de camisón rosa.

—Es de Rose. Me lo dejó ayer para pasar las noches.

—Comprendo.

Jen se levanta del asiento y pone lo ojos en blanco, dando por sentado que no le queda demasiado bien, aunque no comenta nada más al respecto.

El mundo oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora