Capítulo cuatro

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—¿Lo habéis echado todo? —Harry observó el brownie recién hecho que yacía en la encimera de la cocina. A un lado, la bolsita de maría completamente vacía.

—Sí, pero no pasa nada. —Macey cogió la bandeja, lista para llevarla a la mesa del salón—. Tocamos a tres trozos por cabeza, y son bastante pequeños, así que tampoco es tanto. Creo.

Crees. —Alfie alzó una ceja, siguiendo a Macey con la mirada, quien apretó sus labios mientras alzaba los hombros.

—Ya se verá el resultado —dijo, restándole importancia al asunto y abandonando la cocina.

La gente en el salón vitoreó la llegada del brownie tan pronto como Macey salió con él. Alfie y Harry, aún en la cocina, compartieron miradas.

—Estamos a tiempo de echarnos atrás —dijo Alfie.

—¿Y que toquen a todavía más trozos por cabeza? —Harry negó—. Hoy no me apetece llevar a nadie a urgencias.

Alfie soltó una risita, agarrando la última porción de pizza que había sobrado de la cena.

—Pues vamos. —Se encaminó hacia la puerta mientras mordía un bocado.

A ellos no les vitorearon al salir al salón. Los invitados se encontraban sentados alrededor de la mesa de comedor en el centro de la estancia, con los ojos clavados en el brownie que Nadine, con una banda de purpurina rosa cruzando su pecho que le daba el título de cumpleañera, se estaba encargando de servir y repartir en platitos de plástico.

Cuando Harry tuvo delante el suyo, tomó aire con falsa decisión y se llevó a la boca el primer trozo. Aunque al principio valoró la opción de dejar alguno, al final terminó por comérselos todos. Había venido a jugar, al fin y al cabo.

La primera media hora transcurrió sin efectos, así que se enfrascaron en conversaciones banales con las que matar el tiempo. Cotillearon sobre compañeros de clase, criticaron a más de un profesor, y se quejaron un buen rato sobre sus respectivas clases.

Algo que Harry había aprendido en su primer año de universidad era que, una vez te matriculabas, hacías de tu condición de universitario tu único rasgo de personalidad. Con ello también venía el don de quejarte constantemente sobre la carrera en cuestión, y al mismo tiempo ser incapaz de hablar de otra cosa.

Sin embargo, el tema terminó desviándose no mucho más tarde a la fiesta del próximo fin de semana, cuando Nadine se acordó de anunciarles que tenían que pagar las entradas para Heaven. El nombre de Louis tardó medio segundo en salir en aquella conversación, y por supuesto que fue Macey quien lo mencionó.

—¿Por qué no le dices que venga?

Harry alzó las cejas.

—Oh–mierda—dijo, girándose hacia Nadine—, se me olvidó decírtelo. Me dijo que le consiguieras entradas.

—Claro —dijo ella—, ¿cuántas?

—Tengo que preguntarle. Pero seguramente sean cuatro.

Macey abrió la boca para comentar, pero Lydia fue más rápida.

—¿Cuatro? ¿Hay uno más en su grupito, o es que se ha echado novia?

Harry exhaló una risita para sí mismo, sacudiendo la cabeza. Una ceja se levantó en la cara de Macey.

—No, novia no —dijo, y la ceja de su amiga descendió de nuevo—. Ha hecho un amigo nuevo en la universidad.

Todo el mundo reaccionó a aquella frase como lo que era; información sin importancia. Macey, sin embargo, seguía más que interesada en seguir hablando de su amigo, y continuó haciéndole preguntas que Harry trató de responder con la menor cantidad de palabras posibles, hasta que se distrajo con alguna conversación paralela que se hablaba en la mesa.

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