Capítulo cinco

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Louis saltó en su cama cuando la puerta se abrió de golpe. Los pasos bruscos de Harry retumbaron en sus oídos, por encima del vídeo que se reproducía en sus auriculares. Irrumpió en la habitación como un huracán, sin camiseta, con el pelo mojado, y con un destino claro: la cómoda a los pies de la cama.

Abrió el primer cajón sin mediar palabra. Louis ya estaba quitándose un auricular y encogiéndose sobre sí mismo.

—Te digo una cosa —dijo Harry, rebuscando entre los cajones—, como encuentre aquí lo que estoy buscando, te juro que–

Lo encontró, por supuesto. Le vio morder el interior de sus mejillas mientras sacaba con lentitud una camiseta rosa que Louis le había robado hacía unos días.

Con la prueba del delito en la mano, Harry le lanzó una mirada inexpresiva.

Louis se mordió el labio.

—... Es que la usé el otro día, y luego limpié la habitación y la guardé sin darm–

—Louis, me da igual que uses mi ropa, pero cuando te la quites, déjala... dónde... estaba —pronunció, lento y conciso—... Porque cada minuto que me haces perder buscando a lo tonto en mi armario se acumulan en forma de odio irracional hacia tu persona.

Habló más rápido de lo que acostumbraba; tanto que incluso tuvo que tomarse un momento para procesar aquella frase. Su mirada descendió a su pecho, pensativo durante apenas un segundo antes de que la mente se le quedara repentinamente en blanco. Volvió a alzar la mirada, parpadeando para sí mismo. Y carraspeó con una nueva mueca culpable en la cara.

—Pues igual deberías abrir también el cajón de abajo, porque...

La expresión de Harry volvió a caer, abriendo el siguiente cajón y lamiéndose los labios cuando rescató aquella sudadera verde que le había robado hacía dos semanas.

—¿Sin darte cuenta, también? —cuestionó, con la sudadera en la mano.

—No, esa sí que fue a propósito —admitió, ladeando la cabeza cuando Harry le echó cierta mirada—... Es que me gusta mucho.

Su amigo pasó la lengua sobre sus dientes. Sin decir nada, le tiró la sudadera a la cara.

Louis se la apartó al instante, revolviéndose el pelo con una sonrisilla emocionada.

—¿Significa que me la regalas?

—Significa que te vistas —sentenció, mirándole las pintas—. En cuanto cenemos me largo, no pienso esperarte si no estás listo.

—¿Te quieres relajar? He pedido la cena hace cinco minutos. Tengo tiempo de sobra.

—Tiempo que gestionas fatal, pero tú sabrás lo que haces.

Harry dio media vuelta. Lo siguió con la mirada, y la mente se le volvió a quedar en blanco al verle abandonar la habitación mientras alzaba los brazos, pasándose la camiseta sobre la cabeza. Llevó los codos hacia atrás para tirar de los bordes, y los músculos que se movían en su espalda quedaron ocultos tras la tela mucho antes de que Louis fuera consciente de que los estaba mirando.

Llevó la vista al suelo de su habitación en cuanto Harry salió de ella, apretando los labios para sí mismo.

Por supuesto que lo rechazaría.

· · ·

Continuó perdiendo el tiempo revisando en bucle las tres mismas aplicaciones—y respondiéndole un par de mensajes a Sam—sin pararse a mirar la hora, así que no supo cuánto tiempo pasó exactamente hasta que escuchó el timbre de la puerta.

Slow Like HoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora