Capítulo seis

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Harry despertó a las diez de la mañana, con cinco horas de sueño y la sensación de que la noche anterior le había quitado siete años de vida. Por mucho que lo intentó, no fue capaz de volver a dormirse, así que terminó arrastrándose hacia la cocina para hacerse un té con el que llenar el agujero que tenía en el estómago.

Tan pronto como se sentó en el sofá, una puerta se abrió a sus espaldas. Sus cejas se alzaron sin remedio ante tremendo milagro, y tuvo que reírse cuando echó un vistazo sobre el respaldar del sofá y se encontró con la viva imagen de un alma en pena: Louis se arrastraba fuera de su habitación, con los ojos inyectados en sangre y el pelo hecho un desastre.

—Dichosos los ojos —se burló Harry.

—Vete a la mierda. —Ni siquiera levantó la vista. Su pulgar se deslizaba con desinterés sobre la pantalla de su teléfono.

—No estás en posición de hablarme así después de lo de ayer.

Él chasqueó la lengua, tirando el teléfono al sofá, que rebotó en el cojín antes de caer con fuerza al suelo. Harry volteó la mirada hacia el aparato por puro instinto, pero no le dio tiempo a evaluar los daños antes de que las manos de Louis le aplastaran las mejillas. Cuando miró hacia arriba, su mejor amigo ya estaba plantándole un beso en la frente.

—Buenos días, mi amor —pronunció con cierto toque burlón, antes de soltarle la cara.

Harry rodó los ojos con media sonrisa en los labios. Louis rodeó el sofá y se dejó caer en el lado contrario.

—¿No piensas recogerlo? —cuestionó Harry, señalando con la mirada al lugar donde había caído el teléfono.

—Del suelo no pasa —solucionó Louis con desinterés, robándole un trocito de manta y echándosela por encima.

Harry se asomó por el filo del sofá de todas formas. Al echarle un vistazo, descubrió que seguía tan cascado como de costumbre, así que volvió a acomodarse contra el sofá, soltando una risilla cuando Louis lloriqueó un poco.

—¿Tienes resaca? —le preguntó.

—Tengo ganas de morirme.

—Pues ya somos dos.

Para hacerle justicia a aquellas declaraciones, no se movieron del sofá en toda la mañana, exceptuando el momento en el que Louis pagó por los daños y perjuicios causados la noche anterior yendo a la cocina a preparar sándwiches para ambos.

En algún punto, una vibración proveniente del suelo llevó a Harry a pausar la serie que se encontraban viendo.

—¿Qué haces? —cuestionó Louis, viéndolo asomarse por el filo del sofá.

—Te han hablado.

—Lee.

Harry se estiró un poco más y alcanzó el teléfono. Le echó un vistazo rápido.

—Es Sam.

—No leas.

No pudo evitar toser una risa.

—No es malo. Te pregunta qué tal la resaca.

—Oh. —Louis parpadeó con aparente incredulidad.

—Ya, a mí también me sorprende que quiera seguir hablándote después de la que le liaste ayer.

—Técnicamente no fui yo.

—Indirectamente sí.

—Pero eso él no lo sabe —dijo, para luego fruncir el ceño—. ¿Crees que lo sabe?

—Llámame loco, pero creo que no es muy difícil de intuir. —Harry apretó los labios, tratando de esconder una sonrisa divertida.

Louis hizo una mueca, clavando la mirada en el teléfono en sus manos..

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