CAPÍTULO 14

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Nathan Black

Me desperté con Zoe entre mis brazos. Estaba casi encima de mí, cómodamente durmiendo. Abrí los ojos lentamente, desperezándome. La miré.

Estaba embarazada.

Aún no me lo creía.

Íbamos a ser padres. Zoe iba a ser madre. La madre de mi hijo.

Sonreí porque era imposible no hacerlo.

Me quedé en la cama, acariciándola mientras escuchaba su respiración relajada. Dios, la quería como a nadie. Por fin la tenía conmigo. Era mía. Ya no había nada que nos separara y por fin había admitido que no se desharía de mí.

Sinceramente, seguía sin creérmelo. Estaba feliz porque siempre me había imaginado teniendo hijos con Zoe, pero sí que es verdad que no me esperaba tenerlos en esta situación. Me hubiera gustado tenerlos cuando ya viviéramos juntos.

Tenía claro que en cuanto encontrara un hueco libre, con Zoe a mi lado porque no pensaba separarme ni un momento de ella, me pondría a buscar una casa que fuera perfecta para nosotros. No solo nosotros, sino pensando en un posible futuro. Ahora había que pensar en otra persona más.

Iba a dar de mí lo mejor para que ellos dos tuvieran todo lo necesario. Daría mi vida por ellos. No mentía. Haría lo que fuera por ellos.

Eran mi vida.

Pero, estaba cagado. Quería dar lo mejor. No quería que Zoe tuviera que pasar por lo mismo que mi padre. No quería convertirme en mi padre. Me daba tanto miedo que me pasara eso. ¿Y si mi hijo o hija no me quería? ¿O no hacía bien de padre?

Nunca he tenido una responsabilidad tan grande. ¿Y si no llegaba a la altura que Zoe necesitaba? Yo quería ayudarla en todo. Quería estar a su lado en cada paso que diera. No me quería perder nada.

Que hubiera un niño dentro de su barriga, era una señal. Teníamos que estar juntos.

—Buenos días —susurró con la voz adormilada.

—Hola —la miré y sonreí.

Estaba preciosa hasta dormida. Tenía el pelo revuelto y la cara hinchada de dormir. Pero estaba igual de preciosa que siempre.

—¿Pensando? —se acomodó un poco.

—Quiero lo mejor para nosotros —contesté simplemente.

—Ya lo estás haciendo.

Le di un beso en la frente. Hacía tanto tiempo que no me sentía así de bien, de tranquilo.

—¿Pasas la noche conmigo hoy? —le pregunté.

—Si tú quieres.

—Claro que quiero. Te quiero y te necesito conmigo. Además, llevas a mi hijo en tu barriga.

—Lo sé —sonrió aún más y se apoyó en los codos para mirarme mejor.

Empezó a acariciarme. Cada vez que sus dedos rozaban mi piel, sentía que me daba mil años de vida. Me encantaba que me acariciara con sus dedos, como si estuviera memorizando mis facciones.

Me dio un beso en la mejilla y otro en la nariz.

—Tendríamos que bajar  —me susurró, aun pasando sus ojos por cada parte de rostro.

Me admiraba al igual que yo la admiraba a ella.

—No.

—Estarán esperándonos. Todavía tenemos unas horas para pasarlas entre todos.

REDAMANCYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora