ɪɪ. ɢɪʀʟs ᴊᴜsᴛ ᴡᴀɴɴᴀ ʜᴀᴠᴇ ғᴜɴ.

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El resto de la tarde, la azabache se la pasó encerrada bajo llave en su habitación

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El resto de la tarde, la azabache se la pasó encerrada bajo llave en su habitación. Esto en consecuencia de haber desobedecido las reglas, además de ser privada de los alimentos y el agua hasta que fuera hora de merendar, lidiaba también con el dolor en su hombro debido a la fuerza utilizada por su madre al momento que la jaloneó tras regañarla afuera de la institución.
Lo único que se escuchaba en medio del silencio, era el rugir de su estómago. Quería con cada sonido que emitía, bajar a la cocina aunque fuera por un pequeño trozo de pan, pero aquello también implicaba un riesgo, pues si era descubierta habría de nuevo un regaño por parte de su madre. Y fue por ello que exhaló profundamente y se sentó al borde de su cama, sentía la boca seca, pero sabía que tenía que esperar, bueno, si es que se le permitía comer ese día, de no ser así, su agonía se extendería hasta el otro día, a la hora del desayuno.

A medida que el cielo se pintaba de hermosos tonos anaranjados, la esperanza de la inocente ojiazul por comer algo, se iba desvaneciendo. Algo que pudo haberse evitado si tan solo hubiera seguido las reglas.
Sentía que ya no podía más, un fuerte dolor de cabeza empezaba a hacerse presente, acompañado por un leve mareo. No sería la primera vez que se sintiera así, pero tampoco era algo que disfrutaba.
Fue en ese mismo momento, cuando escuchó la cerradura de su puerta siendo manipulada por una llave. Tenía que ser su madre, sabía que le diría que se quedaría sin alimentos hasta el día siguiente. Más su sorpresa vino cuando la vio en el marco de la misma. Portando el delantal blanco que generalmente usaba en el interior de su hogar, en su mano derecha sostenía una cuchara de madera. Algo que asustó a la chica. Susto que pasó al escucharla hablar.

-Ayúdame a terminar de preparar la cena, tu padre ya está esperando- ordenó utilizando un tono bastante golpeado. Pudiera haber resultado grosero para más de uno.

-Ya voy- Respondió levantándose de su lecho.

-Y no me contestes- volvió a decir la asiática una vez que tenía a su hija enfrente, y al verla tan pálida, con el ligero tambaleó presente en su cuerpo. No sintió ni la más mínima compasión.

Pues era fiel al principio de que el dolor era lo que hacía cambiar a las personas para bien.

-Hija, quiero que está sea la última vez que me desobedeces, da gracias a que tú padre me convenció de alimentarte, pues debes estar fuerte para tus clases, pero si vuelves a desobedecerme, te quedarás sin comer otra vez.

La azabache, solo se limitó a asentir con la cabeza, manteniendo la mirada baja. Sabía que si no utilizaba las palabras correctas en una respuesta hablada, su madre se mantendría firme ante el castigo impuesto.

Al llegar a la planta baja, lo único que resonaba era el segundero del reloj de pared, y las alabanzas que provenían del tocadiscos ubicado a un lado del televisor que se encontraba apagado.
Sin dejar de seguir a su madre, la joven de mirada zafiro llegó a la cocina. En donde le fue entregado un refractario de cristal que contenía una preparación de ensalada verde. Llegó al comedor, donde su padre se encontraba a la cabeza y dejó el alimento al centro. Detrás de ella apareció su madre con una charola que tenía exactamente tres pechugas de pollo asadas. Pues en esa casa, solo se consumía carne blanca.

ᴘᴀssɪᴏɴ & ᴍᴜsɪᴄ. +18 ||ʀᴇᴍᴀsᴛᴇʀᴇᴅ ᴇᴅɪᴛɪᴏɴ|| ғᴛ. ᴇsᴍᴇ ᴄᴀᴅᴇʟᴇᴢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora