Capitulo 15

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Mason cumplió el encargo.
Llevaba a cuestas una caja de libros cuando me encontró al día siguiente antes de las clases.

—Los tengo —anunció. —Deprisa, tómalos antes de que te metas en algún problema por hablar conmigo.

Solté un gruñido cuando cargué el considerable peso. —¿Seokjin te dio esto?

—Sí. Me las arreglé para hablar con él sin que nadie lo advirtiese. A su manera es un chico muy hábil, ¿te habías dado cuenta?

—Sí, lo había notado —recompensé a Mason con una sonrisa para darle
esperanzas. —Gracias, esto significa mucho para mí.

Arrastré el botín hasta mi habitación, muy consciente de lo extraño que resultaba ver a alguien que aborrecía tanto los libros cargado hasta los topes con toda esa mierda polvorienta del siglo XIV. Sin embargo, cuando abrí el
primer ejemplar vi que debía de ser una reimpresión de la reimpresión de la reimpresión, probablemente porque nada tan viejo habría soportado tantos años sin caerse a pedazos.

Tras una primera criba de volúmenes, clasifiqué los libros en tres categorías: los escritos tras la muerte de San Vladimir, los redactados en vida del santo y un
diario de anotaciones manuscritas por él mismo.

¿Qué había dicho Mason sobre las fuentes primarias y secundarias? Lo que yo quería se hallaba en los dos últimos grupos.

Quienquiera que hubiera impreso aquellos tomos, había reescrito las palabras lo suficiente como para no obligarme a leer en inglés antiguo o en otro idioma, como el ruso, pues supuse que San Vladimir había vivido en el antiguo país.

"Hoy he curado a la madre de Sava, que sufría hace tiempo de intensas
punzadas en el estómago. Ahora su padecimiento ha desaparecido, pero el Todopoderoso no me permite obrar tales prodigios a la ligera. Me encuentro débil y confuso y el diablo de la locura intenta deslizarse en mí mente. Doy gracias a Dios todos los días por la presencia de Anna, la bendecida por la sombra, pues no habría sido capaz de soportarlo sin ella".

Otra mención a Anna, la bendecida por la sombra. Hablaba de ella a menudo,
entre muchas otras cosas. La mayor parte del tiempo el santo escribía
sermones similares al de la última vez en la iglesia. Era tedioso. Sin embargo, otras veces, el libro podía leerse como las entradas de un diario, donde cada una recogía los hechos de ese día, y si todo aquello no era un montón de patrañas, el tipo se pasaba el tiempo curando a la gente. Heridos. Enfermos. Incluso plantas. Revivía las cosechas en época de hambruna, y a veces hacía brotar flores a su paso por puro gusto.

La lectura de esos textos me reveló por qué le venía tan bien al viejo Vlad que Anna anduviera siempre cerca. Estaba como una regadera. Cuanto más usaba esos poderes suyos, más mella hacían en él. Se enojaba y entristecía sin motivo alguno.

Culpaba a los demonios y otras chorradas por el estilo de esos estados de ánimo, pero parecía obvio que sufría una depresión. Llegó a admitir que había intentado suicidarse en una ocasión, pero Anna le detuvo.

Luego, mientras hojeaba las páginas de un libro escrito por un tipo que conoció al santo, leí:

"Muchos consideran milagroso el poder que el bendito Vladimir ejerce sobre otros. Los moroi y los dhampir se congregan junto a él y escuchan su palabra, contentos con el simple hecho de estar a su lado.

Más de uno diría que no es el Espíritu Santo sino la locura lo que le influye, pero casi todos le adoran y llevarían a cabo cualquiera de sus peticiones. Así es como Dios señala a sus favoritos, y sí tales momentos vienen seguidos de alucinaciones y momentos de desesperación, es un minúsculo sacrificio a cambio del inmenso bien adquirido y el liderazgo mostrado ante la gente".

Academia de Vampiros (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora