Capítulo 24

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—¿Lo entiendes? ¿De verdad? —esperaba poder salir del peligro dándole charla, como en las películas, y también confiaba en poder ocultar mi pánico detrás de esas preguntas. —Dios Santo, Sana, te has convertido en... ¿Y sólo porque él te lo dijo?

—Mi padre es un gran hombre —replicó. —Va a salvar a los moroi de los strigoi.

—¿Te falta un tornillo o qué? —chillé. Iba andando hacia atrás cuando de pronto topé con el muro. Mis uñas se hundieron en la pared, como si escarbando pudiera abrirme camino. —¡Tú eres una strigoi!
Ella se encogió de hombros con un gesto muy similar al de la antigua
Sana.

—Debía hacerlo para sacarle de aquí antes de que vinieran los guardias. Un strigoi a cambio de salvar a todos los moroi. Merece la pena, no importa renunciar al sol ni a la magia.

—Pero tú vas a querer matar a los moroi, no vas a poder evitarlo.

—Él me ayudará a mantener el control. Si no es así, tendrán que matarme.
Alargó los brazos para sujetarme por los hombros. Me estremecí cuando Sana habló de su propia muerte como si tal cosa. No me cupo duda de que consideraba mi muerte con idéntica indiferencia.

—Estás como una cabra. No puedes quererle tanto, no puedes, de veras...
Volvió a arrojarme contra la pared y de nuevo acabé en el suelo, hecho un revoltijo de miembros. Tenía la impresión de que no iba a poder levantarme esta vez. Su padre le había dicho que no me matara, pero los ojos de Sana decían otra cosa: deseaba hacerlo, quería alimentarse de mí, el hambre estaba ahí, seguía el camino de los strigoi. No debería haberle
dirigido la palabra, comprendí ya tarde, pues iba a vacilar, tal y como me había prevenido Jungkook.

Y entonces, de pronto, apareció él, estaca en mano, corriendo por el pasillo como si fuera la muerte vestida con un guardapolvo.
Sana se giró como una peonza y lanzó una acometida. Era rápida, mucho, pero mi mentor no le iba a la zaga, y evitó su ataque. El semblante de Jungkook era la viva imagen de la potencia y la fuerza en estado puro.

Con una fascinación estremecedora, los vi moverse: daban vueltas el uno en torno al otro como los integrantes de una pareja en un baile mortífero. Ella le aventajaba claramente en fuerza, pero al mismo tiempo era una strigoi recién convertida, y obtener superpoderes no implica que sepas utilizarlos.

Sin embargo, Jungkook tenía un conocimiento muy preciso sobre el uso de los suyos y efectuó su movimiento después de un intercambio encarnizado de
golpes. La estaca de plata centelleó en su mano como un rayo cuando él la volteó para dirigirla al corazón de Sana, donde la hundió.

Retrocedió y permaneció impasible mientras ella aullaba y caía al suelo. Dejó de moverse al cabo de unos segundos espantosos.
Con la misma rapidez, se inclinó sobre mí y deslizó los brazos por debajo de mi cuerpo. Se puso de pie, llevándome como cuando me fastidié el tobillo.

—Eh, camarada —murmuré. Mi voz me sonó soñolienta. —Tenían razón sobre los strigoi.
El mundo comenzaba a oscurecerse y se me cerraban los párpados.

—Abre los ojos, Jimin. Chimin —nunca le había oído tan tenso ni frenético. —No te duermas en mis brazos, aún no.
Entreabrí los ojos y le miré de solsayo mientras me sacaba del edificio prácticamente a la carrera, de vuelta a la enfermería.

—¿Estaba en lo cierto?

—¿Quién?

—Víctor... aseguraba que no hubiera funcionado. El collar. Comencé a delirar, perdido en la negrura de mi mente, pero  no dejaba de sacudirme para que permaneciera consciente.

—¿A qué te refieres?

—Al conjuro. Víctor dijo... que... debías quererme e interesarte por mí para... que... funcionase —intenté agarrarle por la camisa cuando no me contestó, pero me faltaba fuerza en los dedos. —¿Es verdad? ¿Me quieres?

Academia de Vampiros (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora