Todo tiene un final

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Era una fría tarde de invierno, para definirla mejor era la peor y dolorosa tarde de toda mi vida. Ahí estábamos los dos, el uno frente al otro, mirándonos, separados por una pequeña distancia que a mi se me hacía un mundo.

Notaba que las lágrimas rodaban por mis mejillas, que estaban heladas debido a ese infernal frío que nos rodeaban. Él estaba pálido, e inquieto, como si quisiera controlar la situación, pero en realidad eso era imposible porque todo había llegado al extremo, todo era incontrolable.

Todo se acabó, todo lo que teníamos se acabó... y lo supe desde ese momento, ese instante en el que se dio la vuelta sin mirarme a la cara y se marchó. ¿Qué necesidad había de terminar de esa manera?

Todavía no lo podía asimilar. El amor de mi vida se había marchado y todo por un impulso. Se lo había suplicado, le había pedido mil veces que las cosas se podían arreglar, que todo había sido una tontería, pero él era demasiado orgulloso como para aceptar su error, y eso era lo que me jodía y que había dejado que lo nuestro terminarse por una tontería, por algo insignificante...


                                                                                                                                       Mis mil realidades.

                                                                                                                                                

Sentimientos únicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora