Tan solo nosotros

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No era capaz de dejar de mirarla. Esa mirada, esos enormes ojos marrones con inmensas pestañas, una gran belleza de la que solo mi mente disponía en esos instantes.

Estaba claro, la quería con locura, era mi otra mitad, yo sabía que ella compartía los mismos sentimientos hacía mí, ninguno éramos lo suficientemente valientes para decírselo al otro. Ella por su parte más que valentía era desconfianza hacia mí, aunque, yo por la mía estaba claro que sentía miedo a volver a equivocarme y dañarla más, ambos sabíamos que nos amábamos después de todo lo pasado. Con tan solo la mirada nos bastaba para entendernos.

¿Por qué me equivoqué de esa manera? ¿Cómo le pude hacer sufrir tanto?, ahora me paro a pensarlo, ¿de verdad se merecía ella tanto daño por mi parte?, claramente no, no lo merecía. Era un ángel caído del cielo.

Yo era la única persona que conocía cada parte de su ser, sus gustos y aficiones.

No odiaba nada más en este mundo de mí todo que lo que le hice, ¿cómo se me ocurrió hacerle esto al amor de mi vida?, jugué con sus sentimientos, nuestra amistad aposté por el simple hecho de haberme dejado llevar por la ira, por el enfado que me invadía. Pero estaba claro que no era así, todo el mundo cometía errores, se podía perdonar, pero hasta cierto límite, lo mío sobresalía el extremo ¿cuántas veces me había perdonado?, ¿cuántas veces me había advertido?, cuando lo decía no la tomaba en serio, pensaba que no iba a dejarme, me convencía que no sería capaz de hacerlo, pero su paciencia se quebró y todo explotó...




Él:

Ya, era un afortunado por tenerla aquí, conmigo después de todo lo pasado, durmiendo acurrucada en mi pecho. Dormida era adorable o más bien parecía un ángel, de echo era así como le decía: "mi ángel caído de el cielo" algo que ella odiaba con ganas. Su reacción a esas cinco palabras era de lo más graciosa, siempre pillaba un rebote y se hacía la enfadada, -cosa que en ella era imposible-, pero a mí me encantaba verla así, era parte de su personalidad -alegre y distinta a la de las demás chicas, ninguna como ella-.

¿Cómo se podía querer tanto a una persona?, pues no lo sé, pero yo tenía la suerte de tener a ese ejemplo conmigo, aunque no lo supiera aprovechar.


Ella:

Estaba sentada en una pequeña silla que había en el balcón, pensado por qué lo había vuelto a hacer después de todo lo que me hizo sufrir, definitivamente era un desastre, todavía me lo preguntaba, ¿por qué he vuelto a caer?

La brisa del balcón me daba de lleno en la cara, haciendo que todo mi cuerpo se relajara, que dejara la mente en blanco, necesitaba olvidar lo ocurrido.

No sé porque lo hice, si desconfiaba tanto de él, tantos meses evitándolo, voy y recaigo.

Me da la extraña sensación de que a cambiado, pero no me fio, ¿entonces por qué lo he hecho?. He pensado millones de veces la respuesta a esa pregunta, pero ya la tengo clara: Lo he hecho porque estoy perdidamente enamorada...

Sentimientos únicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora