16.Crueles verdades.

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16.Crueles verdades.

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Aunque no había olvidado el sentimiento, aquella vez se sentía singularmente diferente

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Aunque no había olvidado el sentimiento, aquella vez se sentía singularmente diferente. Deseaba poder atribuirle todo al hecho de despertar en algún punto aún desconocido de Estados Unidos, al estar abriendo sus ojos tan temprano en la mañana —cuando estaba acostumbrada a dormir hasta tarde por sus misiones nocturnas en Madripoor—, o incluso, al hecho de que no había cenado la noche anterior. Sin embargo, Zivah Mizrahi se había quedado sin excusas.

El brazo de Barnes sobre su cintura se sentía natural de alguna forma, y su respiración profunda justo sobre su nuca le causaba unos suaves escalofríos por su columna. Era una sensación agradable, y tan atípica para la soldado israelí que no se sentía dispuesta a dejarla ir. Aún permanecían desnudos, agotados luego de una larga noche en la que, finalmente, se dejaron ser. 

    Zivah se mantuvo en su misma posición, sin querer alertar al soldado prendido a ella ante su despertar. Abrió sus ojos verdes entre las pocas sombras que las cortinas abiertas de la habitación de Bucky le brindaban, y respiró hondo. El aire calmo le brindó un poco más de claridad, y parpadeó un par de veces, centrando su vista en un armario que contenía las pocas prendas que Barnes tenía en su departamento. No podía evitar notar algunas similitudes entre ambos en los detalles más pequeños del soldado: las prendas desordenadas, las puertas abiertas del armario, y un espejo opaco que apenas brindaba una fracción de sus reflejos sobre la cama. 

    Su mente se sentía apaciguada y desconectada de la realidad. Si alguna vez había batallado contra Los Diez Anillos, en ese momento no parecía real. De lo único que era consciente era del contacto de la piel de Bucky con la suya, caliente y sudada, casi como si fueran una. No sólo no se encontraba al lado de un desconocido después de tanto tiempo, sino que, por primera vez, estaba al lado de alguien que sabía apreciarla por todo lo que era.

    Sumida en aquel pensamiento, poco fue consciente de que la respiración del soldado cambiaba lentamente, y pronto, abría sus ojos con calma. Con la misma intención que la castaña, intentó mantenerse inmóvil el tiempo suficiente, buscando unos minutos más de descanso para su acompañante. Pero allí, desde su posición, podía ver por primera vez las marcas de su espalda a la luz del día. 

Bark Loud | Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora