10.La innegable sed de sangre.

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10. La innegable sed de sangre.

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		Zivah aún recordaba el llamado que recibió la noche en que Yedid fue secuestrado

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Zivah aún recordaba el llamado que recibió la noche en que Yedid fue secuestrado. Habían tomado su celular para marcarle a ella mientras lo torturaban. La mujer sólo podía escuchar sus gritos agonizantes mientras era golpeado con brutalidad, y lloraba desde el otro lado de la línea mientras corría en búsqueda del pequeño coche que tenía, cargando con documentación falsa y algunos de los billetes que aún tenía de Zemo. Pero por más que corrió en su búsqueda, y siguió su rastro durante poco más de veinticuatro horas alrededor de Israel hasta Madripoor, nada había sido suficiente.

    Thanos chasqueó los dedos, y todo se fue a la mierda. Despertó cinco años después en las calles de aquella isla. Sin pistas, sin señales, sin su hermano mayor.

Yedid rara vez llamaba a su hermana desde que había abandonado a la familia para buscar un futuro diferente al del resto de su familia. Para él, las palabras de su padre jamás habían sido importantes ni relevantes para su vida. Tras cumplir los tres años obligatorios para los hombres en el ejército, tomó sus pertenencias y se fue del hogar familiar mientras Zivah estaba cerca de cumplir los dieciocho. Decidió mudarse a otra ciudad, y ella sólo sabía que tenía un buen empleo y un bello departamento, pero jamás supo mucho más de él. 

Su hermano llamaba algunas veces para preguntarle cómo se encontraba, y siempre intentaba incentivar a la castaña a dejar la batalla.  «Terminarás como papá», dijo una vez con voz triste y apagada del otro lado de la línea, en un llamado que apenas había superado los cinco minutos. «No quiero enterarme tres días después que has muerto porque tampoco pueden reconocer tu cuerpo». 

Zivah no había podido responderle. Sentada en completa soledad en las habitaciones compartidas de la base del ejército, presionó sus labios en una fina línea tras oírlo con atención. Estaba acomodada contra el cabezal de una cama metálica mientras escuchaba el fuerte murmullo externo del resto de sus colegas dirigiéndose hacia el comedor justo al mediodía. Y eso fue lo único que escuchó durante varios segundos, que parecieron eternos. Sus ojos se habían llenado de lágrimas de tan sólo pensar en lo que Yedid había dicho, y mordió su labio inferior con tanta fuerza que pudo sentir un suave sabor metálico.

Bark Loud | Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora