𝐇𝐢𝐚𝐭𝐮𝐬

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[X]: Opcional, escuchar la canción a la par de la lectura.


Seven —; Taylor Swift

Alex tenía siete años cumplidos cuando encontró al joven Simon Basset, heredero del ducado de Hastings, sentado en aquel columpio cerca del lago al que no tenía permitido ir sola.

Era julio, aún no había temporada de lluvias y el sol estaba en su punto. Ella vestía más cómoda que otros días, y siguió el rastro que el joven había dejado con sus pies en las hojas y en el pasto. Habían pasado dos semanas en el castillo de Hastings donde ambos duques tuvieron reuniones que fortalecían los lazos de sus pueblos; Simon volvía a su casa para esas fechas porque era requerido, porque el honorable duque de York no vería con buenos ojos que su homólogo abandonara a su hijo a su suerte.

Pero era lo que hacía, y Alex no era ciega.

Entonces convenció a su padre de que invitara al próximo duque a su casa, donde quizá podría olvidarse un poco de lo lúgubre que lucía aquel que se suponía debía llamar hogar.

El sonido de las pisadas fue lo que alertó a Simon de que alguien estaba llegando, y justo en ese momento se limpió las lágrimas que corrían por su cara de forma desesperada, escondió su cara en el lado opuesto en donde las escuchó y tosió varias veces para modular su voz antes de hablar.

—Lady Spinster—saludó al darse cuenta de que se trataba de la pequeña futura duquesa—. Pensé que se encontraría escondida en algún lugar como acordamos.

—Después de los primeros quince minutos tuve la certeza de que no me estaba buscando—dijo la pequeña encogiéndose de hombros a la par que estiraba su falda para sentarse en el suelo frente a él.

—Oh, por favor—se levantó rápidamente, ante todo tenía modales. Le indicó que se sentara en el columpio que con anterioridad él ocupaba, pero ella negó con la cabeza y finalmente se sentó.

—A veces ensuciarse un poco es bueno—declaró acariciando el pasto, Simon suspiró pesadamente y se sentó a su lado.

Alex tomó un diente de león y se lo pasó al joven.

—Papá dice que si pides un deseo y después soplas, entonces ese deseo se cumplirá—declaró y después tomó uno para sí misma—. A veces creo que lo dice porque después me pregunta qué deseé y hace que se cumpla, así él siempre tiene la razón.

Alex infló sus pulmones lo más que podía, luego cerró los ojos con fuerza y sopló dejando ir con el viento a aquellos vilanos del diente de león. Simon los observó alejarse y después se giró para mirarla.

—Puedo preguntar, ¿qué deseó? —más que por cotilla, Simon quería escucharlo. Aquella niña tenía todo, absolutamente todo. Quizá quería escuchar alguna frivolidad, algún dulce o tarta, algún vestido nuevo que aún no ocupara espacio en su armario.

—Que lo que sea que lo hizo llorar desaparezca—declaró fijando su vista en él. Simon bajó el rostro por la pena de ser descubierto—. Casi todo el tiempo está triste, eso me apena mucho.

—Eso no es verdad—murmuró Simon, pero su voz flaqueó un segundo y tuvo que toser en repetidas ocasiones para intentar disipar el nudo en la garganta que tenía.

—Creo que su casa está embrujada—dijo Alex con la vista fija en aquel lago—. Debe ser porque su padre siempre está enojado.

Él agradeció el gesto involuntario de que ella no lo estuviera mirando, porque los ojos brillosos que tenía debido a las lágrimas acumuladas estaban por derramarse.

—¿Por qué no viene a vivir conmigo? —preguntó con una gran sonrisa en el rostro—. A papá le encantaría, a mí también, hay muchas habitaciones, y él y todos estarían felices de tener un varón en casa. Lo estiman mucho, sería perfecto, y , ¡podríamos jugar todo el día! Si es que usted quiere, claro.

Una pequeña, casi minúscula sonrisa asomó el rostro de Simon entre las lágrimas que ya salían por sus ojos.

—Y papá podría enseñarle lo que es ser un duque, así no tendría que lidiar con aquello que lo hace llorar—intuyó la pequeña Alex bajando la voz esta vez—. Y ya no estaría triste, ni tendría que esconderse.

—Dice cosas muy descabelladas, Lady Spinster—se burló, sorbiendo la nariz a su paso—. Después qué pasaría, ¿nos mudaríamos a India?

—¿Por qué no? —preguntó ella mirándolo de reojo—. Si es que lo hace feliz, India o cualquier otra parte del mundo estarían bien. Hay muchas cosas hermosas en este mundo por las cuales alegrarse, aunque sea un poco.

Simon asintió no muy convencido, después volvió a enfocar su vista en el diente de león y tomando aire, dejó que su deseo se lo llevara el viento de igual forma.

—A veces tarda un poco—declaró la niña—. Pero siempre se cumple.

—Espero que sí—dijo dejando el tallo en el pasto—. ¿Por qué no seguimos jugando, Lady Spinster? Ahora es su turno de buscarme.

—Gané esa ronda hace tiempo—dijo la pequeña levantándose, Simon la imitó—. ¿Podría enseñarme matemáticas avanzadas? Aunque le aseguro que soy pésima, quizá podría demorarse un par de semanas más después de su fecha de partida.

Simon esbozó una sonrisa cómplice, él sabía por palabras de las institutrices que la niña era todo menos pésima en cuestiones académicas, pero el tener una coartada como esa podía eximirlo de regresar a su osadía en Hastings.

—Por supuesto—asintió, y comenzó a caminar de regreso cuando la pequeña también lo hizo.

—¿Puedo pedirle un favor, Excelencia? —preguntó la ojiazul.

—Claro—asintió mientras con una mano quitaba una rama para que ambos siguieran su camino.

—Llorar es bueno, yo lo hago a veces—dijo Alex agachándose un poco para poder pasar sin que las hojas le tocaran el cabello—. Pero si alguna vez se siente solo y no quiere estarlo, o si quiere hablar con alguien, puede hablar conmigo. Mis institutrices parecen malas, pero estoy segura de que si se lo pide dejarán que me escape unos minutos.

Simon la miró enternecido, al igual que el resto de las personas que la miraban, la había juzgado mal.

—O no tiene que ser necesariamente conmigo, puede hablar con mi padre, confío plenamente en que lo escuchará—afirmó—. Cualquier cosa que necesite, sabe donde encontrarme, por más insignificante que sea no dude en tocar mi puerta.

—Alex—dijo llamándola por su nombre por primera vez, ella lo miró sorprendida para después mostrar una gran sonrisa de felicidad—. ¿Podría pedirle algo justo ahora?

—Claro que sí—dijo asintiendo rápidamente y con los ojos muy abiertos—. ¿De qué se trata?

—¿Po-po-podría? —Simon tuvo que agitar la cabeza, la voz se le cortó. El tartamudeo había vuelto, a veces lo hacía cuando pasaba emociones fuertes. Cerró los ojos inmediatamente, lo que menos quería era que ella se riera de él.

—Si visualiza las palabras primero puede ser más fácil decirlas—murmuró la niña, entonces él abrió los ojos lentamente.

—Yo que-quería sa-saber—entonces inspiró hondo, no sabía por qué estaba tan nervioso, y finalmente cerrando los ojos con fuerza, pudo decirlo—. ¿Podría darme un abrazo?

Se sentía un tonto. Más aún porque aún no había abierto los ojos para ver la sonrisa que tenía ella en el rostro, finalmente los abrió cuando sintió que su cuerpo era rodeado por los brazos de la niña.

Y le correspondió, y aquella calidez que sintió fue grande.

Él ya no era un niño, era un joven, pero fue imposible contener las lágrimas nuevamente.

Aquel había sido el primer y el único abrazo que le habían dado en toda la vida.

𝗟𝗼𝘃𝗲 𝗦𝘁𝗼𝗿𝘆 || 𝖡𝗋𝗂𝖽𝗀𝖾𝗋𝗍𝗈𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora