5.

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¡Son pareja!

La noche de ayer, después de que Rocío los alejara, transcurrió de lo más normal. Bailé con mi madre y sus amigas, bebí, canté y todo para que, cuando llegara la hora de irnos, mi madre fuera la primera en reprochar. Esa fue la causa de aparecer hoy con sueño, mucho sueño.

Dejemos a sus amigas sobre las 6 de la madrugada en sus casas, minutos después, la pelirroja de mi madre iba más ebria que yo, demasiado más ebria. Tanto que se quedó durmiendo en casa, tuve que venir caminando al trabajo sobre la 13:30 y ni siquiera sé cómo me mantuve en pie durante 20 minutos. Bueno, y las horas que estuve trabajando allí. Llevar bebidas, lavar copas, atender clientes, lidiar con ellos e intentar no dormirme en una silla en mi tiempo de descanso no fue un reto fácil.

Lo extraño fue no tener a Cadi detrás mío comiéndome la oreja. Supongo que el resultado de su buen humor lo provocaron los chicos de ayer.

Sí, aquellos que mi madre mandó bien lejos.

Ni pregunten, no tenía idea de dónde sacaron la energía de venir a comer a un restaurante después de la noche de ayer.

De todas formas, la única razón que se me ocurre, es que se fueron horas antes.

Aún así, no se me otorgó el placer de poderlos saludar ya que me mantuve todo el día en la barra. Dios, odiaba ese puesto. La gente parecía un grano en el culo con tanta exigencia. Para no añadir la falta de respeto que había hacia mí por no saber el gusto adecuado de cada cliente.

¿Quien se creían que era?
¿Aramís Fuster?

Observé el reloj una vez más, mi madre seguía sin venir pasados más de quince minutos.

¿Otra vez se olvidó de mí?

Resoplé, no podía ser verdad.

¡Qué irresponsable!

Por un momento pensé en coger un bus, pero no, la parada más cercana quedaba a 30 minutos, para ello ya iría caminando los 35 que había hasta mi casa.

Miré a los alrededores y una chispa de esperanza vislumbró mi rostro al ver a un coche azul acercarse.

Me alejé de la pared bajando a la carretera pero mis esperanzas desaparecieron en cuanto me fijé que el color era mucho más oscuro y la persona que había dentro no era mi madre. Lo que me extrañó es que se paró, tal vez tuvo un malentendido así que me agaché a la ventanilla para comunicarle.

— Lo siento pero pen... — callé en cuanto vi a Luka.

¿Este chico estaba condenado a estar conmigo o qué?

— ¿Esperabas a alguien? — se agachó un poco para verme mejor.

— No, o sea sí, — negué, hasta yo me confundí por lo que dije. — Solo me equivoqué de coche. — no entré mucho en detalles.

— ¿Necesitas que te llevemos? — apareció Kilian asomando su rostro desde la parte trasera de los asientos.

¿Qué hacía en la parte trasera teniendo un hueco libre delante?

Raros.

— No, puedo ir sola.

— ¿No que estabas esperando a alguien? — dijo el italiano recriminando mis palabras anteriores. Entorné mis ojos.

— Lo que dije antes queda en pasado.

— ¿Entonces viene a buscarte alguien o no?

Kilian, el que habló, ya se encontraba más que confundido.

El fuego acaba con seisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora