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"Desayuno con postre"

Narra Atenea

No vuelvo a beber en mi vida...

Fueron las primeras quejas que solté al abrir mis ojos después de una alocada, larga e intensa noche.

No podía comprender hasta qué punto de embriaguez llegué para aceptar quedarme a dormir en un hogar que no era el mío.

La cabeza me bombeaba y llegaba a expandir ese dolor hasta mis ojos que estaban dormidos y pesados por el cansancio que aún permanecía en mi cuerpo. Me dolía la garganta por los gritos que di la noche anterior al hablar y en parte también se sumaba el alcohol que ingerí en grandes cantidades.

A parte de tener todo mi cuerpo adolorido y mis pies dormidos por llevar horas en aquellos tacones moviéndome sobre una tarima dura, me compensó con el rato que pasé con aquella gente.

Con dificultad y lentitud para no marearme, me estiré con quejidos poco disimulados mientras apartaba la manta de mala gana y pasaba mis manos por mi rostro; maldiciendo, quedándome sentada por varios minutos para coger fuerzas al levantarme.

No tenía ganas de vomitar porque al parecer, toda aquella caminata que hicimos hasta casa de Luka, me bajó en gran parte la borrachera que llevaba. Creo que también influyó el peso del profesor Pérez sobre mi hombro.

Seguí estática en el lugar una vez conseguí recomponerme y ponerme en pie. No me di cuenta de que los tacones seguían en mis pies y no tomé la molestia en quitármelos porque no tenía pensado quedarme aquí por mucho tiempo.

Ni siquiera vi molestia en lavarme la cara, mas no sabía dónde quedaba el baño y no tenía las ganas de ponerme a buscar habitación por habitación.

Ruidos llegaron a mis oídos, conversaciones flojas de varias personas me hacían saber que se encontraban en la cocina amplia que estaba alejada de donde me encontraba. Me dirigí allí, no era cosa de ser antipática cuando me dejaron quedarme a dormir.

No parecieron percatarse de mi presencia, no hasta que Kilian, el más callado dentro de ese debate silencioso que estaban teniendo, era el que más atento estaba a su alrededor por ello fue la primera sonrisa sincera que recibir al entrar.

La verdad es que me arrepentí de no haberme molestado siquiera en lavarme un poco la cara porque ¡vaya espectáculo tenía en plena mañana! No sé si era una costumbre que tenían o si me querían hacer despertar de una pero esos pechos desnudos saludándome y Misha yendo solo en unos bóxer negros me subían los colores.

También se le añadía Hathor que llevaba un sujetador demasiado traslúcido, tanto que me dio vergüenza descender un poco la mirada para acabar de darle forma a sus pechos de talla 90 y sus pezones pequeños y rosados. No parecía avergonzarse por aquello y no me molestaba en absoluto.

Sin duda alguna esto era un banquete para mis ojos y pensamientos impuros en plena mañana.

No miré mucho más pues no permitía que la rojez se intensificara en mi pecho y llegaran a notarlo.

— Buenos días, Nea. — el chico de antes me saludó ofreciéndome amablemente mi desayuno que alguno de ellos se molestó en preparar.

— ¿Tienes hambre, guapa? — interesó Hathor dejando el plato que ya tenía acabado.

— Demasiada.

Lo cogí con gusto ante las miradas que me daban,  como si tuvieran algo que decirme pero no supieran cómo empezar para no malinterpretarlo o por si me molestaba siquiera.

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⏰ Última actualización: Jun 28 ⏰

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El fuego acaba con seisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora