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"Reacciones indebidas"

Narra Atenea

Nunca imaginé que una cena con dos hombres tan apuestos fuera a desencadenar tantas dudas en mi interior que jamás pensé que fuera a hacerme. Todo iniciado por la nueva palabra que se añadía a mi diccionario de conocimiento: el poliamor.

Al principio mi cabeza los juzgó de manera indebida autoconvenciéndome de que eran unos degenerados que se burlaban de las relaciones verdaderas y tan solo se excusaban con una definición descabellada para encontrarle sentido a su locura. Negaba el hecho de que podían existir parejas de tres personas o más, saliéndose de lo socialmente aceptado e inculcado.

Y siendo sinceras, la idea de poder follar con más de una persona dentro de una relación me seguía pareciendo descabellada y poco contundente para ser excusada. Tener a más de una persona que te quisiera por igual y viceversa era difícil de creer, ¿quién se tragaba eso?

Sobre todo cuando el italiano comentó que querían añadir a una persona más, llenando así por completo su pareja de cinco, como si fuera un antojo que tuvieron después de llevar dos años con ello. Pero no quedó atrás su lógica, expresando que para ellos también resultó complicado al principio, cosa que llevó a varios problemas con sus actuales novios, teniendo así que encontrarse a ellos mismos antes de aceptar algo que iban a manejar con tan poca información.

Porque sí, no todo era de película, les costó no ponerse celosos ni crear escenas sacadas de contexto. No nacieron sabiendo y tuvieron que darse de hostias para aprender.

Mi mueca y nariz arrugada mostró todo mi desconcierto ante su información, a veces intentándola cubrir con un breve gesto pero al cabo de los segundos volvía a aparecer como el hierro ante un imán. Hasta Kilian me aconsejó de que me calmara, que sabía que era confuso para mí, pero me gustó que entendiera mi situación. No le venía de nuevo.

Hubo gente con las que tuvieron esta sinceridad, pero tanto como se enteraron se alejaron. No querían saber nada de cinco degenerados que follaban entre sí y se definían como pareja. Perdiendo así muchas amistades incomprensibles ante su forma de vida, lanzando comentarios inapropiados, pullas o insinuándose a ellos por el mero hecho de que no lo acaban de comprender y tan solo querían unirse como aventura de una noche.

Cada vez que me contaban una cosa más desagradable que la anterior, una cuestión escapaba de mis labios como una fuerza que me obligaba a interesarme por ello. Consiguiendo así unas sonrisas breves y agradecidas por mi interés.

No les molestaba en absoluto, y a mí tampoco ver como se sentían a gusto comentándomelo.

Llegué a conocer a uno más, al chico alto y moreno que apareció en mitad de la cena sin previo aviso, sabiendo que se llevaría una gran charla con mis dos acompañantes aquella noche tras las miradas asesinas que le entregaban sin pudor.

Noté que no venía de aquí, aun así me fue imposible concretar su acento. También dificultó su gran atractivo y tosco cuerpo relleno de trazos tatuados de forma colorida por su blanquecina tez. Sus labios rosados eran relamidos cada vez que hablaba con los hombres que lo echaban de aquí con sus duras palabras y roncas voces. En cambio, yo solo pude fijarme en aquellos ojos marrones más oscuros que los pensamientos que me llegaban a la mente como un soplo de aire.

Hasta estuve apunto de irme con ellos en cuanto Rebecca le ofreció a que se marchara con ella, no tardando así en aceptar con un doble y oscuro pensamiento que sería representado en una de las habitaciones de la grande casa.

El fuego acaba con seisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora