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"Charla"

Narra Atenea

— La verdad es que tu madre tiene un talento natural para explicarse. — alagó Romina con una expresión de admiración hacia la señora que estaba subida en el pequeño escenario.

— Lleva preparándose toda la semana para ello, mas faltaría que no le saliera bien. — susurré sin apartar la vista de mi madre, la misma que no paraba de hacer contacto visual con alguien que no llegaba a mi alcance.

Romina volvió a su lugar junto a Alejandra mientras compartían comentarios sobre lo que decía mi madre, viendo los puntos donde podía mejorar y en algunos que podía enfatizar.

Hera no era la primera charla que hacía sobre cómo ser un buen periodista, cómo conseguir los titulares y palabras adecuadas para captar la atención del lector, así también cómo conseguir clicks en su página web de manera sencilla y rápida, añadiendo que aparte de tener suerte también es ser constante a las novedades que la sociedad crea, así mismo poder dejar con la intriga entre frases y poder lograr que se lean el artículo hasta el final. Todo muy sencillo de explicar pero difícil de lograr.

Sin embargo, llevaba años sin hacer una debido a que mi madre ya estaba "anticuada" para estas cosas, pero hacía poco que los términos viejos (que ella utilizaba) volvieron a la moda y por ello, la empresa para la que trabajaba, le ofreció una charla donde el pago que iba a obtener (según la gente que asistiera) no era poco.

Todo esto estaba a punto de llegar a su fin debido a que llevaba un poco más de hora y media hablando delante de más de cien personas que se encontraban atentas a todo lo que ella soltaba, algunas tomando nota y otras simplemente venían a acompañar a sus amigos o parejas. Algo innecesario para mi punto de vista.

La verdad es que me dolían un poco los glúteos al estar tanto rato sentada y sin poder moverme, simplemente atenta a lo que mi progenitora informaba. Se le notaba algo nerviosa, no lo iba a negar, pero se veía como una diosa al saber lo que hacía.

Descentré un poco mi sentido auditivo hacia lo que decía la pelirroja, captando así unos cuchicheos detrás mío que me hicieron girar la cabeza con malhumor; solo para hacer callar. No quería que nadie hablara cuando mi madre estaba haciendo una conferencia.

En cambio, mi sorpresa fue grata al encontrarme con las cuatro personas que no veía desde hacía varias semanas. Al verme, se callaron, supongo que distinguieron mi expresión malhumorada que duró unos breves instantes debido a que se disipó al topármelos.

Mis ojos viajaron por un instante a la única persona que estaba centrada en lo que Hera decía, y ese era ¿¡Alex!?

Dios mío, qué vergüenza.

Encima no podía ir a otras conferencias con gente más clasificada y con mayor experiencia; no, tenía que estar en la de mi madre, sentado detrás mío a unas cuantas sillas de distancia, al lado de aquellos cuatro y encima con una vestimenta que le hacía ver más joven y atractivo de lo que era.

— ¿Qué haces aquí? — indagó Kilian con una alegría característica en su persona.

Este me hizo dejar de visualizar al profesor Pérez para pasar a mirarlo, sintiendo cuatro pares de ojos sobre mi persona.

— ¿No es obvio? — Misha (si mal no recuerdo su nombre) viró sus ojos.

— Cállate, bobo. — susurró Luka en un breve fastidio.

— Cállate tú, hombre de las pelotas hinchadas. — instó el castaño al malhumor fingido del italiano.

No llegó a darle en el brazo gracias a que en el medio se encontraba Hathor, tecleando en su teléfono con su ceño levemente fruncido, expresando algún tipo de malestar o zozobra.

El fuego acaba con seisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora