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Cassiopeia, Percival, Melody, Felix y Lance estaban reunidos en torno a la mesa de la sala de profesores, discutiendo sus progresos con sus tres alumnos adicionales, cuando de repente la puerta se abrió de golpe y sus miradas se dispararon.
Cassiopeia sintió que su corazón se hundía. Cinco guardias del Ministerio entraron en la sala acompañados por Lestrange y Rosier. Cassiopeia y sus compañeros apenas se habían levantado de sus sillas cuando Lestrange les apuntó con su varita y gruñó:
—"Dejad de moveros. Estáis arrestados por traición". — Al momento siguiente agitó su varita hacia ellos y sus brazos fueron jalados a la espalda, con cuerdas que ataban sus manos fuertemente.
Con otro movimiento de su varita, Lestrange convocó sus varitas. Cassiopeia contuvo la respiración, esperando que Lestrange no reconociera la suya, pero para su total alivio, él se limitó a entregar las cinco varitas a uno de los guardias, que las guardó en el bolsillo.
Luego miró con desprecio al pequeño grupo:
—"Ahora nos pondremos en marcha".
Hizo un gesto a los guardias y éstos avanzaron, acercándose cada uno a uno de los miembros del grupo que rodeaba a Cassiopeia, agarrándoles bruscamente por la parte superior de los brazos y tirando de ellos hacia la oscuridad giratoria de la Aparición.
Cuando reaparecieron estaban en un pasillo poco iluminado que Cassiopeia no reconoció. Supuso que se trataba de algún sótano del Ministerio. El guardia que aún la agarraba del brazo la empujó hacia una pesada puerta que estaba entreabierta. Luego la empujó a la sala sin ventanas que había detrás. Vio que sus cuatro compañeros ya estaban reunidos allí y la puerta se cerró de golpe tras ella.
—"¿Qué crees que nos harán?" —gimió Melody —. "¿Nos matarán?"
Percival le lanzó una mirada tranquilizadora.
— "No, no lo creo. No te preocupes". —Sin embargo, su voz no sonaba muy segura.
Cassiopeia miró a Melody, que no parecía nada convencida.
— "Creo que Percival tiene razón, Mel. Si hubieran querido simplemente matarnos, ya estaríamos muertos desde hace tiempo". — Cassiopeia apretó los labios. Seguramente, si la misión hubiera sido ejecutarlos, Lestrange no se habría tomado la molestia de trasladarlos por aparato primero.
Después de todo, lo conocía lo suficiente como para saber que siempre hacía un trabajo corto con sus encargos. Sin embargo, no significaba nada bueno que los hubiera traído aquí. No quería ni pensar en todas las demás maldiciones que Lestrange y Rosier conocían, una peor que la otra.
Percival intentó luchar contra las cuerdas que le ataban las manos a la espalda.
— "Maldita sea, estas ataduras están apretadas. Cuanto más me muevo más me aprietan". — Se apoyó en la pared y se deslizó hasta el suelo.
De repente, la puerta volvió a crujir y Lestrange entró, con dos guardias pisándole los talones. Echó un vistazo a la habitación antes de que sus ojos se fijaran en la forma quejumbrosa de Melody.
—"Tú", v escupió, señalándola con un gesto. — "Tú eres la primera".
Melody jadeó y rompió a llorar, poniéndose en pie.
Cassiopeia se mordió el labio. Luego dio un paso adelante.
—"Ella no sabe nada".
Lestrange le lanzó una mirada despectiva y se burló:
—"Te sorprendería saber cuánto suele saber la gente después de unas cuantas rondas de conocerme".
Melody volvió a jadear, con lágrimas en la cara.
Cassiopeia sostuvo la mirada de Lestrange.
—"Ella sólo estaba allí por casualidad".
Lestrange le devolvió la mirada durante otro momento. Luego se encogió de hombros, con una sonrisa malvada en el rostro.
— "Bueno, si tienes tantas ganas de mantenerla al margen, empezaremos por ti".
Chasqueó los dedos y cada uno de los dos guardias agarró uno de los brazos de Cassiopeia, sacándola de la habitación y llevándola por el pasillo. Al final del pasillo, unas escaleras conducían a otro pasillo. Los guardias la arrastraron por el pasillo hasta que se detuvieron frente a una puerta de piedra. Lestrange abrió la puerta con un movimiento de su varita y los guardias la empujaron al interior, soltando finalmente sus brazos y situándose a ambos lados de la puerta.
Cassiopeia echó una rápida mirada a su alrededor, observando lo que le rodeaba. Sólo había una silla en el centro de la habitación. Las paredes de piedra y la puerta estaban claramente diseñadas para silenciar cualquier sonido procedente del interior de la habitación. Tragó saliva. Nadie escucharía lo que ocurriera entre estas paredes. Reprimió una sonrisa amarga. No es que a nadie en este Ministerio le importara en primer lugar.
Lestrange cerró la puerta y levantó la varita, con una mirada de suficiencia.
—"Supongo que ahora desearías no haber ocupado su lugar".
Cassiopeia respiró profundamente.
—"Quiero que se vayan", —dijo con firmeza. — "¿Qué?" — Lestrange le lanzó una mirada de sorpresa, bajando un poco la varita.
Cassiopeia señaló con la cabeza a los dos guardias.
—"Que se vayan. ¿O es que te preocupa no poder enfrentarte a mí solo?"
Lestrange entrecerró los ojos, meditando sus palabras por un momento. Luego se volvió hacia los guardias.
— "Salid", — ordenó secamente.
Como no se movieron, repitió con ligera irritación:
—"He dicho que os vayáis".
Los dos hombres intercambiaron una mirada, pero salieron obedientemente de la habitación. Cuando la puerta volvió a cerrarse tras ellos, Lestrange sonrió con maldad.
— "Así que ahora sólo quedamos nosotros dos".
Cassiopeia sabía que tenía que intentar ganar tiempo y hacer que le liberara las manos si no quería acabar siendo torturada hasta el infierno.
—"Si quieres alguna respuesta, quítame las ataduras".
Lestrange soltó una risa desagradable.
— "¿Crees que estoy loco?"
—"Tú tienes una varita, yo no tengo ninguna. ¿Realmente temes que pueda ser un peligro para ti?" —La voz de Cassiopeia era burlona y para su total alivio se dio cuenta de que en realidad sonaba confiada aunque no sentía nada de eso.
Sabía que Lestrange no era estúpido, pero sí arrogante y engreído, lo que, con suerte, sería suficiente.
Lestrange la fulminó con la mirada durante un instante, pero luego sacó su varita y las cuerdas desaparecieron.
—"Si no tienes más exigencias, deberíamos empezar de una vez, ¿no te parece?
Levantando su varita una vez más, y siseó:
—"Crucio".
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3. Tiempo robado | Tom Riddle. ✔️
RandomTraducción autorizada por : @CountOnIllusions Si era sincera, siempre había sabido que no iba a haber un "felices para siempre". Lo había sabido desde el principio. Y aun así, en algún lugar de su interior, había albergado la esperanza de que incl...