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Cassiopeia cerró las cortinas de su habitación y se dirigió al baño para prepararse para la noche. Mientras se cambiaba, sus pensamientos seguían dando vueltas en su mente. Sólo habían pasado dos días desde aquella tarde que había puesto su vida patas arriba, pero de alguna manera esos dos días le parecían toda una vida.

Cuando volvió a su dormitorio, recordó involuntariamente las muchas noches que Tom había entrado a hurtadillas en su habitación. Sus intenciones rara vez habían sido puras y nobles, pero la poderosa aura de su magia siempre había compensado su falta de emoción y ella nunca se había arrepentido. Siempre había sentido que eran el uno para el otro, sus magias coincidían de una manera única.

Desde que había cerrado esta puerta entre ellos, su mundo se había desmoronado. Sin embargo, ni siquiera había sido capaz de llorar. Sólo se sentía vacía. Vacía y triste.

Estaba a punto de irse a la cama cuando llamaron a la puerta principal. Un ceño fruncido cruzó el rostro de Casiopea. Ya eran más de las once y no era hora de recibir visitas no invitadas. Cogió su bata y su varita y bajó las escaleras, poniéndose la bata mientras bajaba.

El elfo de la casa estaba rondando en el vestíbulo.

"¿Quiere la señorita que Dissy abra la puerta? Dissy no estaba segura".

"Está bien, Dissy. Voy a comprobar quién es".

La elfa doméstica asintió y desapareció con un fuerte chasquido.

Hubo otro golpe en la puerta. Cassiopeia levantó su varita y abrió la puerta con cuidado. Una mirada de sorpresa cruzó su rostro cuando vio a Tom de pie frente a la puerta.

Dejó que su varita se hundiera a su lado. Era la última persona que esperaba.

Para empezar, hacía años que no utilizaba la puerta principal. En realidad, ni siquiera recordaba cuándo fue la última vez que esperó a que alguien abriera la puerta. Desde que pudo aparearse a través de las protecciones de la mansión, lo había hecho, sin perder mucho tiempo ni pensar, yendo siempre directamente a donde quería.

Además, obviamente, su última interacción no había terminado muy bien.

Sabía que Tom se pondría más que furioso cuando se diera cuenta de que ella había llevado una doble vida secreta durante casi un año. Había temido que él no fuera capaz de controlar su ira y, sin embargo, había albergado la tonta esperanza de que él se contuviera de algún modo y se abstuviera de hacerle daño. Después de todo, incluso había arriesgado su propia y sangrienta existencia para evitar que ella fuera alcanzada por su maldición asesina de rebote al final de su duelo con Dumbledore.

Aquel día tenía que haber algo dentro de él, algo que aún era humano, algo que había sido capaz de preocuparse.

Desde aquel día, ella había mantenido la esperanza de que, tal vez, ese algo se hiciera más fuerte, que fuera capaz de desplazar el completo vacío emocional que había en el interior de Tom.

Sin embargo, su reacción en el Ministerio había destrozado sin piedad esta ilusión, haciendo evidente que ella había sido estúpida al creer que algo podría cambiar lo que Tom era en el fondo.

Está claro que no le había costado nada lanzarle todas esas maldiciones. Claramente, si a él le importaba algo, definitivamente no le importaba lo suficiente.

Y entonces por fin había encajado.

Nunca había habido grises con Tom, y nunca los habría, sólo había blanco o negro. Podía lidiar con la gente que le obedecía y hería a la gente que no lo hacía. No hacía excepciones.

3. Tiempo robado | Tom Riddle. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora