Primera vez (Extendido. Pietro, Scott, Maria Hill)

1.1K 40 1
                                    

Pietro Maximoff

Ambos ya habían pasado por la incómoda conversación de si habían tenido relaciones anteriormente, y fue ahí que se enteraron que ninguno de los dos tenía experiencia. Muy para tu sorpresa ya que Pietro siempre actuaba como si supiera de todo, cuando la verdad es que no sabía nada.

Pero a pesar de no saber nada, andaba horny todo el tiempo, insunuandosete sin importar donde estuvieran. Y ya estabas más que frustrada.

Un día que estaban los dos solos en la Torre viendo películas en la sala de estar, Pietro comenzó a aburrirse, así que se inclinó hacia ti, y comenzó a besar tú cuello, buscando tu punto sensible. Hasta que lo encontró, haciéndote gemir suavemente, provocando que te sonrojaras ferozmente.

–A-ay... y-yo...–Comenzaste a tartamudear nerviosa, haciendo que una sonrisa maliciosa se formara en el rostro de tu novio, y siguiera dándole atención a esa zona, recostándote en el sofá, él quedando sobre ti.

Sus manos permanecieron en tus caderas, dejando todo un ratro de besos en tú cuello con marcas también, de vez en cuando haciéndote gemir muy suavemente.

–P-pietro yo...–Tratabas de formar una frase coherente, pero simplemente no podías. El velocista te interrumpió besando apasionadamente tus labios, pasando su lengua por tu labio inferior pidiendo permiso para entrar, lo cual permitiste sin problema.

Tus manos se enredaron en su cabello, tirando de él ligeramente, y tus piernas se enrollaron en su cintura, creando fricción entre ambos, haciéndole gemir en tú boca, y su bulto comenzando a hacerse más notorio.

Cuando ya quedaron sin aire, ambos se separaron quedando a centímetros del rostro del otro, respirando agitados y con sonrisas adornando sus caras.

–¿Estás seguro de querer hacer esto?–Le preguntaste recuperando el aire perdido.

–Iba a hacerte la misma pregunta. Quiero decir, ni si quiera estamos casados.–Te dijo algo preocupado, sabiendo que las cosas en tu tiempo eran totalmente distintas.

–Los tiempos cambian Speedy.–Le respondiste coqueta dándole una sonrisa acorde a tu voz.

Una sonrisa se formó en el rostro del velocista, antes de que te tomara en sus brazos y corriera hasta tu habitación para continuar ahí.

Scott Lang

Ambos llevaban saliendo ya un par de meses, y aún no habían tenido intimidad ya que no querían apresurar las cosas. Pero se avecinaba tu cumpleaños, y Scott creyó que sería una buena idea que tu regalo fuese algo más íntimo, aprovechando que estarían los dos solos por la noche.

–¿Qué te pareció la cena linda?–Te preguntó con una sonrisa, mientras terminaba de lavar los platos y tú le abrazabas por la espalda.

–Deliciosa. Gracias por todo Scottie.–Le respondiste besando su mejilla.

–Bueno, aún tengo un regalo más para ti.–Te dijo algo nervioso, cerrando el grifo y secándose las manos, para luego posarlas en tú cintura.

–¿Otro más? ¿No te parece suficiente todas las cosas que me has dado hoy?–Le preguntaste riendo, pasando tus brazos por su cuello.

–Sí...–Rió dándole un pequeño apretón a tus caderas antes de seguir hablando.–Pero este es un obsequio más... íntimo, si sabes a lo que me refiero.–Te dijo viéndote a los ojos.

–Oh... ya veo...–Dijiste una vez que entendiste a lo que se refería.

–P-pero no tenemos que hacer nada si tu no quieres.–Sé apresuró en decir cuando vio lo rápido que cambió tu expresión.–No quiero hacerte sentir incómoda ni—Iba hablando rápidamente, cuando le cortaste dándole un beso en los labios.

–Me encantaría. Solo si tu también estás de acuerdo.–Le dijiste a centímetros de su boca.

Una gran sonrisa se formó en su rostro, antes de volver a besarte con más pasión esta vez, tomándote en sus brazos para sentarte en la isla que había en la cocina, él quedando entre medio de tus piernas.

Tus manos desordenaban su cabello, y las suyas comenzaban a desabrochar tu vestido, hasta que en un momento se detuvo y se separó de tus labios.

–¿Estás bien? ¿Ocurrió algo?–Le preguntaste algo preocupada viéndole a los ojos.

–¿Lo has hecho antes o ésta es tu...?–Te preguntó sin completar la frase.

Al escucharlo, no pudiste evitar reír suavemente ante su pregunta. Antes de contestarle, le dejaste un pequeño beso en los labios.–Scottie... ¿Sí recuerdas a Elizabeth, mi hija? ¿De la cual te mostré fotografías de cuando estaba embarazada?

Al darse cuenta de lo estúpida que fue su pregunta, rió suavemente, apoyando su rostro en tu cuello, antes de levantarse y volver a verte a los ojos.

–Lo siento, es que estoy algo nervioso.–Se disculpó un poco sonrojado.

–No te preocupes, aún así te amo.–Le dijiste antes de volver a besarle.

–¿No te gustaría que te baile? Porque estuve practicando.–Te dijo en tus labios.

–Scott. Estás hablando mucho. Otro día me muestras tus pasos de baile.–Le dijiste entre media seria y con una pequeña sonrisa.

–Claro, sí, lo siento.–Sé disculpó, para luego seguir besándote y tomarte en sus brazos y caminar a tu habitación.

María Hill

En muchísimas ocaciones, más de las que pueden contar, estuvieron a punto de iniciar con la acción, o que ya estaban ambas en ropa interior, incluso desnudas. Pero siempre les interrumpían. Que si una cirugía de emergencia, una misión, Nick necesitaba tu ayuda o llegaba al departamento que compartías con él, etc.

Así que ambas pidieron vacaciones y se fueron a una cabaña en medio del bosque, donde nadie pudiera localizarlas ni tampoco llamarlas y así poder al fin disfrutar de la otra.

–Hace tiempo que no tenía esta tranquilidad.–Te dijo Maria. Ambas estaban sentadas en el sofá sin saber realmente qué hacer.

Habían llegado hace un par de horas, y al no estar acostumbradas a tanto silencio y tanta calma, no sabían que hacer o por donde empezar.

–Sí... pero se siente bien.–Le respondiste entrelazando tu mano con la de ella, viendo en su dirección y ofreciéndole una sonrisa.

–¿Estás nerviosa?–Te preguntó acariciando tú mano sin dejar de verte a los ojos.

–Un poco, puede ser. Pero es normal, ¿No?–Respondiste con una pequeña sonrisa, pasando tu pierna sobre la de ella.

–Sí, así es...–Te dijo, antes de acercarse y comenzar a besar tus labios, posando su otra mano en tú mejilla.

Ambas comenzaron a profundizar en el beso, y poco a poco, la fuiste recostando en el sofá, aún besándose y tu quedando sobre ella.

Sus manos recorrían el cuerpo de la otra, mientras comenzaban a desvestirse mutuamente, hasta el punto de quedar con solo sus bragas puestas.

–Ahora nadie nos va a interrumpir.–Le dijiste respirando agitada con una sonrisa.

–Al fin...–Respondió con una gran sonrisa, volviendo a besar tus labios, dejando que la magia comenzara.

Avengers preferencias 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora