La reconciliación (parte 2/3)

954 35 1
                                    

Sam Wilson

Bucky le dio una buena paliza a Sam por lo sucedido, pero no lo suficiente como para dejarlo en el hospital.

Después de aquel día, no volvió a ver a Maria, o por lo menos no para seguir con lo que tenían antes, solo por trabajo. Y a ti no te vio por las siguientes tres semanas, ni si quiera a sus hijas. Intentó llamarte y escribirte, pero no contestabas, y ni Steve ni Bucky querían darle información sobre tú paradero. Mucho menos Wanda y Nat.

Un día que llegó tarde por la noche a su casa, te encontró tomando una taza de té sentada en el sofá viendo la televisión. Al verte, sintió como si su corazón se detuviera por un milisegundo.

–Volviste...–Susurró dejando las llaves a un lado, quedándose de pie a poca distancia de ti.

–Las niñas extrañaban la casa y estar contigo. Imagina su decepción al llegar y ver que no estabas.–Le dijiste con amargura, caminando hasta la cocina para lavar la taza. Mientras que Sam te seguía por detrás.

–Salí a buscarlas, llevo tiempo buscando donde estaban.–Te dijo jugando con sus manos nerviosamente, mientras tú le dabas la espalda aún estando en la cocina.–Desde ese día que dejé de verme con Mar—

–No digas su nombre, me da asco de solo escucharlo.–Le dijiste secando la taza con un paño para guardarla.–¿Por qué lo hiciste?–Le preguntaste volteándote en su dirección, con el ceño fruncido y lágrimas corriendo por tus mejillas. Lo cual le rompió aún más el corazón a Sam.

–N-no lo sé...–Susurró agachando la cabeza para jugar con sus manos.

–Debes haber tenido alguna razón como para engañarme con otra mujer.–Hablaste con voz temblorosa, cruzándote de brazos y apoyando la espalda en el mesón.

–No la tengo. Fui imbécil por hacerte esto.–Dijo levantando la vista para por fin mirarte a los ojos llorando silenciosamente.–Sé que tal vez no querrás volver conmigo, pero solo necesito que sepas cuánto lo siento. Y cuánto me arrepiento por ello.–

Te secaste las lágrimas con las manos, para luego caminar hasta él y abrazarle suavemente. La acción le tomó por sorpresa, pero rápidamente devolvió el gesto, respirando tu esencia y apretándote con fuerza.

–Eres un idota.–Le susurraste al oído, dejando que las lágrimas cayeran libres por tus mejillas.

–Lo sé...–Respondió llorando en silencio.

Stephen Strange

Stephen te conocía demasiado bien, tanto así, que sabía exactamente dónde estabas. Sólo que decidió esperar un par de días para que cuando llegara, no le tiraras lo primero que encontraras.

Cinco días después, abrió un portal hasta la cabaña por la noche. Llamó a la puerta y esperó a que le abrieras.

–T/N soy yo, Stephen. ¿Podrías abrirme la—Te iba hablando, cuando fue interrumpido por ti abriendo la puerta, y golpeándole con un libro en la nariz.–¡¡¡AAAUUU!!!

–Eso te pasa por ser un maldito infeliz desgraciado infiel. Y no te quejes tan fuerte que los niños están durmiendo.–Le dijiste molesta, haciéndote a un lado para que pudiera entrar en la casa, con ambas de sus manos en su nariz rota.

El hechicero se sentó en el sofá, mientras le pasabas una toalla para ponerse en la nariz y hacer presión.

–Supongo que me lo merecía.–Te dijo viendo que traías el botiquín de primeros auxilios, y comenzabas a limpiar su nariz rota.

–Fue lo primero que encontré. Tienes suerte que no había un cuchillo, o sino te lo hubiese enterrado en el ojo. O mejor te cortaba el pene por andar engañándome.–Le dijiste mientras limpiabas y curabas su herida, sentada frente a él en la mesita de café.

–Jamás debí haber hecho eso. Cometí un grave error al aceptar aquella cena.–Te dijo, soltando un pequeño gemido de dolor.–Te prometo que era solo una cena de amigos para celebrar su última cirugía, nada más.

Al escucharlo, te quedaste inmóvil en tu lugar, viéndole a los ojos con el ceño fruncido.

–¿Entonces me estás diciendo que te golpeé por nada?–Le preguntaste afligida bajando tus manos para dejarlas sobre tu regazo.

–Mmm... es una forma de decirlo, si.–Te dijo con una pequeña sonrisa. Al escucharlo, tus ojos se llenaron de lágrimas y comenzaste a llorar, apoyando tu frente en su pecho.

Stephen soltó una pequeña risita, y puso su mano en tú cabeza acariciándola tiernamente, mientras la otra acariciaba tú espalda.

–Tranquila querida, no llores. Fue todo un malentendido, debí haberte dejado un mensaje o haberte avisado que saldría a cenar con Christine.–Te dijo suavemente mientras te consoloba.

Peter Quill

Cuando Drax se enteró, le dio otro puñetazo en la cara, dejándole un ojo morado y el labio roto. Y cuando Rocket se enteró, literalmente le mordió el hombro y le rompió un brazo, y hubiese seguido si Drax no le detenía.

Las cosas en la nave estuvieron tensas por los siguientes dos meses. Ni si quiera le dirigías la mirada, y para lo único que hablaban, era cuando habían misiones o acerca de Meredith.

Un día en el que todos estaban durmiendo en la nave, Quill se levantó ya que no podía dormir, y se dirigió hasta el área de donde se pilotaba la nave. Y fue ahí que te vio sentada en el lugar del copiloto donde Rocket siempre se sentaba.

No sabía si acercarse o dejarte sola, porque no sabía si querrías hablar con él o tenerlo cerca.

–Puedes acercarte si quieres, no es necesario que te quedes ahí parado.–Le dijiste sin despegar la mirada del espacio frente a ti.–No pienso morderte.

Dudoso, Peter se acercó y se sentó donde usualmente lo hacía para pilotar su nave. Se quedó en silencio jugando con su mano libre, ya que la otra la tenía en un yeso para sanar.

–¿Aún te duele el brazo?–Le preguntaste suavemente viendo en dirección a su extremidad accidentada.

–No tanto como me duele no tenerte cerca.–Te respondió sin atreverse a levantar la vista por la vergüenza que sentía.

Al escucharlo, le quedaste viendo a los ojos a pesar de que él evitara tu mirada.

–No sé por qué no la aparté cuando tuve la oportunidad. No sé que me pasó. Entiendo que eso no es una excusa, aún así, lo siento mucho preciosa. Jamás debí hacer eso.–Te dijo mientras lloraba silenciosamente.

Te levantaste de tu lugar, para pararte junto a él, y atraer su cabeza a tú pecho para abrazarle. Ambos se quedaron ahí llorando silenciosamente por un rato, hasta que después volvieron juntos a su habitación donde terminaron durmiendo abrazados.

Avengers preferencias 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora