Capítulo 5

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KONGPOB

La puerta se cerró y Kongpob lamentó su decisión de inmediato. Había entrado en pánico. Se había alterado demasiado y estaba demasiado interesado, y se cerró en sí mismo tan fuerte que entró en modo supervivencia. Echar a Arthit antes de que hiciera algo estúpido le había parecido más importante que la etiqueta social en ese momento, pero en retrospectiva, fue una elección terrible.

Horrible. Terrible. Estúpida.

Arthit era el hombre para este trabajo. No había ninguna duda al respecto. Ninguna de las candidatas que Kongpob había entrevistado hasta ahora no le llegaban ni a la suela de los zapatos a Arthit.

Cuando tomo a Dae sin pensarlo dos veces y lo calmó tan rápido... Kongpob tembló. Miró a través del cristal de la puerta, pero Arthit ya se había marchado.

Debo ser el idiota más grande sobre la tierra. Debía haberle ofrecido el trabajo en ese mismo instante, no echarlo casi de mala manera.

Kongpob pasó las manos por el pelo en un intento de calmarse, pero no funcionó. Después de cómo se bloqueó y trató a Arthit con tanta brusquedad, Arthit probablemente pensó que no estaba interesado.

¿Y si volvía a su coche y llamaba a otra persona que ya le había ofrecido empleo? ¿Y si Kongpob acababa de arruinar su mejor oportunidad con una niñera que encajaba bien con Dae?

Inquieto, Kongpob regresó al sofá y tomo su teléfono de la mesa de café. No tenía el número de Arthit a mano, pero tenía su currículum guardado entre sus correos electrónicos. Después de unos pocos movimientos del pulgar y un segundo perdido mientras se descargaba el documento, Kongpob tenía la información de Arthit. Tecleó el número en la pantalla y llamó.

El teléfono sonó y sonó.

—No vayas al contestador, —Kongpob murmuró. Dio vueltas por la sala de estar, incapaz de quedarse quieto. Tenía una sensación eléctrica recorriéndolo por dentro, y mientras la tuviera no podía dejar de moverse. —Toma el teléfono. No llames a nadie más... Había otras dos candidatas, pero Kongpob no necesitaba ver a nadie más para saber que Arthit era el ajuste perfecto para su familia. Si Arthit quería el trabajo, era suyo.

Kongpob retiró el teléfono de su oreja para comprobar que no se había cortado, luego se lo volvió a arrimar justo a tiempo para oír un clic.

Kongpob parpadeó.

—¿Hola? —Preguntó la voz de Arthit. Era más metálica y apagada, pero Kongpob la reconoció de inmediato. Sonrió.

—Hola, eh, soy Kongpob, el de la entrevista que acabas de tener hace un minuto.

—Hola. —La voz de Arthit se animó. —¿Me olvidé de algo allí? Seguro que sí. Soy un desastre. Lo siento.

—No, no te olvidaste nada. No que me haya dado cuenta al menos. — Kongpob miró hacia la mesa de café para asegurarse, luego dio al asiento y al brazo del sillón un rápido vistazo. No vio nada. —Tenía que llamarte ahora mismo para ofrecerte el trabajo. Debería haberlo hecho antes, y tienes mis disculpas por eso.

Di que sí. Di que sí. Di que sí.

—Espera, ¿qué? —Arthit estaba sorprendido. —¿Me estás dando el trabajo?

—Si quieres tomarlo. —Kongpob siguió paseando, dirigiéndose lánguidamente hacia la cocina antes de volver a la sala de estar y rodear la mecedora. —Sé que realmente es en el último minuto, sobre todo si tienes que desprenderte de tus pertenencias y hacer las maletas para mudarte, pero estoy dispuesto a ayudarte a pagar los gastos de la mudanza o ayudarte de otra forma si eso es lo que necesitas.

Vida de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora