Capítulo 14

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ARTHIT

Condujeron bajo la lluvia hasta media tarde. Arthit paró no mucho después en un área de servicio para descansar y tomar algo de comer, y cuando volvió al coche, Bright estaba sentado al volante y con un brazo apoyado en el marco de la ventanilla mientras esperaba.

—¡Oye! —Arthit protestó.

—¿Realmente creiste que ibas a conducir todo el camino? —Bright arqueó una ceja. —No, no. Pon tu culo en el asiento de pasajero y disfruta tu almuerzo. ¿Qué has traído?

—Nuggets de pollo.

—Asqueroso. —Bright arrugó la nariz. —Pensé que tenías gustos más exquisitos que eso.

—Aparentemente no. —Arthit se sentó al lado de Bright y pronto estuvieron de vuelta a la carretera. El paisaje no era nada del otro mundo, pero había una especie de libertad en la autopista que Arthit no podía evitar. Vio las llanas tierras de cultivo pasar, mirando los cultivos de maíz y soja. De vez en cuando se encontraban con una granja de ganado, pero eran pocas y distantes entre sí.

—Estamos haciendo un buen tiempo, —comentó Bright. Empujó un poco más arriba de su nariz sus gafas de sol. —Creo que llegaremos al hotel que hemos reservado justo alrededor de las ocho. Si tenemos suerte, incluso antes. ¿Tenemos algo en la agenda para la cena de esta noche?

—Lo miro en un segundo. —Arthit enterró la nariz en su teléfono. No había recibido ni un mensaje desde que salieron, y lo consideraba una bendición y una tragedia a la vez. Masticó el último de sus nuggets pensativamente, abriendo y cerrando aplicaciones solo para mantener los dedos ocupados.

Llevaba a Kongpob en su cabeza.

Bright soltó una carcajada.

—Llevamos... cuanto, ¿cinco horas de viaje y ya estás pensando en papi?

—¡Él no...! —Arthit apretó los labios. —Él no es papi, Bright. Él es Kongpob.

—Él es padre.

—No es lo mismo.

—Podría serlo. —La afirmación de Bright envió un escalofrío por la columna de Arthit. —Pero supongo que no importa si lo llamas papi o no. El asunto es que estás pensando en él, ¿verdad?

Arthit no quería admitirlo. Admitirlo significaba que estaba hasta las trancas, y después de tan poco tiempo, se sentía estúpido admitirlo. Quería encoger su atracción, dejarla en un rincón y que se llenara de polvo, pero se agarraba con uñas y dientes y se negaba a dejarlo ir.

—Tomaré tu silencio como un rotundo sí. —Bright rio entre dientes. — Pobre alma en pena. Toda la universidad has estado encerrado en ti mismo, y ahora que sales al mundo, te enamoras de la única cara bonita que no puedes tener.

La cara de Kongpob era preciosa; el ángulo cuadrado de su mandíbula, sus ojos grandes y oscuros, esa piel canela de infarto e incluso las casi perceptibles arrugas en las esquinas de sus ojos lo hacían sexy.

Arthit suspiró.

—¡Arthit! —Bright se rio. —Dios mío, te diría que consiguieras una habitación, pero él ni siquiera está aquí. Eres un caso.

—Soy un desastre.

—Realmente lo eres. —Bright palmeó el volante. El sonido del cuero inundó la cabina del coche. —Bueno, supongo que eso significa que no nos lo pasaremos bomba en los clubes cuando lleguemos a Busan. ¿A menos que quieras ser mi cómplice?

—Compartiremos habitación, Bright, —Arthit le recordó secamente. — No me voy a sentar en la calle mientras tú te llevas a cualquier tipo a la habitación.

Vida de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora