Capítulo 8

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ARTHIT

Dae durmió de un tirón. A las cinco de la mañana siguiente sus gemidos se oyeron desde el vigilabebés y removió a Arthit de su intenso y acalorado sueño que tenía a Kongpob con poca, poquísima ropa como actor principal. Avergonzado, Arthit escondió su erección dentro de la cinturilla de su pijama, asegurándose de que su camiseta cubriera su indecencia, luego fue a hacerse cargo del hijo lactante de Kongpob.

Kongpob ya estaba en la habitación de Dae cuando Arthit entró. Tenía a Dae arropado contra su pecho, pero no fue el bebé en los brazos de Kongpob lo que atrajo la vista de Arthit, fue la manera en que la camisa de Kongpob colgaba en sus hombros, desabotonada. El firme músculo de su pecho fue revelado. Arthit no pudo evitar mirar.

—Creo que tiene hambre. —Kongpob volvió su mirada de Dae a Arthit. —¿Puedes calentar un biberón? Estoy vistiéndome para ir a trabajar ahora mismo, pero debería ser capaz de ayudarte en un rato.

—Sí. Por supuesto. Estoy en turno, ¿verdad? —Arthit pestañeó para apartar el sueño y romper el hechizo del cuerpo de Kongpob. Perturbado, se dio la vuelta y salió de cuarto infantil para ir a la cocina.

No estaba bien que abrigara sentimientos por Kongpob. De hecho, estaba muy mal. Kongpob era su empleador. Su jefe. Arthit nunca antes había dejado que el trabajo se convirtiera en placer, así que no tenía idea de por qué estaba tan frágil ahora.

Puso el biberón a calentar y luego se entretuvo en la cocina para preparar el desayuno para Kongpob y para él. Si iba a estar aquí esperando el biberón, bien podría aprovechar su tiempo. Justo cuando el biberón estuvo listo, Kongpob bajó con Dae. Dae todavía estaba inquieto. Su carita estaba arrugada y hacía todo lo posible por agarrar la camisa de Kongpob y tirar de ella. Kongpob seguía apartando su mano.

—Casi está listo, —Arthit prometió. —Estoy preparándonos huevos también. Y café. Pensé que te vendría bien algo de comer antes de que pases el día fuera.

—Gracias. —Kongpob se hizo cargo por él, apagando el fuego y probando el biberón en su muñeca. Satisfecho, dejó que Dae chupara. La tranquilidad cayó sobre la cocina, y Arthit dio un suspiro de alivio.

Paz.

—¿Sabes cuánto tardarás hoy? —Preguntó Arthit mientras daba la vuelta a un huevo. —Quiero hacer la cena, pero no estoy seguro de a qué hora debería empezar.

—Tan pronto como me haga una idea, te mandaré un mensaje. —Perfecto.

—¿Vas a salir con Dae hoy? —Kongpob sacó unas tazas del armario y las dejó en la encimera. Arthit apreció la ayuda. —He comprobado el tiempo cuando estaba saliendo de la cama esta mañana y parece que va a hacer buen día. Solo no olvides ponerle protector solar, y a ti también.

—Me achicharro. Lo sé. —Arthit soltó una risita. —Pero sí, creo que voy a salir. Me ayudará a familiarizarme con los alrededores. Nunca he tenido la necesidad de visitar esta parte de la ciudad antes, así que no sé qué me estoy perdiendo.

Los huevos estaban listos. Arthit apagó el fuego, luego tomo dos platos pequeños. Unas tostadas saltaron en la tostadora y, mientras Kongpob servía café para ambos, untó las tostadas con mantequilla y las repartió en los platos.

—Parece que has tomado la decisión correcta. —Kongpob echó la cantidad perfecta de azúcar en el café de Arthit. —Hay algunas cafeterías agradables y algunas tiendas bonitas, de propiedad particular, que venden comestibles. Seguramente habrá un lugar que te llame la atención.

—Eso es lo que estoy esperando. —Arthit depositó los huevos en los platos. —El desayuno está listo. ¿Crees que Dae está a punto de tranquilizarse?

Vida de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora