Capítulo 7

489 92 0
                                    

KONGPOB

El lunes fue duro. El martes fue más duro. Cuando llegó el miércoles, Kongpob estaba más agotado que nunca. No era porque Dae lo mantuviera despierto por la noche, al menos, no en gran medida, sino porque el trabajo era mucho más agotador de lo que recordaba.

Llevarse bien con los hombres de la oficina requería una paciencia que Kongpob a menudo no poseía. Ahora que había regresado después de su permiso de paternidad no remunerado de tres meses, el entorno de la oficina había cambiado y nadie le permitía olvidarlo.

Era como empezar de cero una vez más, solo que esta vez, Kongpob conocía a los hombres con los que trabajaba y sabía hasta dónde podía presionar. Como ejecutivo minoritario, sabía que tenía poder sobre ellos, pero su poder no era absoluto. Había peces más grandes en el estanque y, si no tenía cuidado, sabía que podía meterse en problemas.

Mirándolo por el lado bueno, hacía que volver a casa todos los días fuera la gloria más absoluta. Arthit ya se había fusionado con su familia sin problemas. No tenía ninguna obligación de cocinar, limpiar o hacer nada más que mantener a Dae feliz, sano y seguro mientras Kongpob estaba en el trabajo, pero Arthit nunca pareció tomar la indirecta. Kongpob volvía a casa todos los días y la cena estaba hecha, la vajilla secándose en el escurreplatos y la limpieza profunda hecha. Ya fuera que eso significara pasar la aspiradora o limpiar los adornos, Arthit no se ponía límites. La casa estaba aún más impecable que antes, y eso hizo que Kongpob apreciara su elección de niñero más genuinamente.

El hecho de que sintiera atracción por Arthit tampoco hacía daño.

Con algo de luz, el cabello de Arthit era de un cobrizo deslumbrante que le paraba el corazón y le daban ganas de tocar. Por la noche, cuando dejaba a un lado sus cárdigans y pantalones por camisetas viejas y descoloridas y pantalones de pijama, Kongpob a veces podía ver algo de la pálida piel de Arthit que lo excitaba hasta la saciedad.

En mitad de la noche, cuando ambos se encontraban en la habitación de Dae, a veces Kongpob también conseguía tocar.

Somnoliento, bañado en sombras y susurrando, Arthit mecía a Dae en sus brazos hasta que Kongpob lo reemplazaba. Pasar al bebé entre ellos le daba a Kongpob la oportunidad de un roce con sentimiento de culpa de su mano contra el brazo de Arthit. Cuando estaban tan cerca, no era difícil imaginar cómo se sentiría Arthit presionado contra el pecho de Kongpob, qué tan pequeño sería acurrucado contra el cuerpo de Kongpob, o qué tan bien Kongpob sería capaz de escudarlo entre sus brazos y protegerlo del mundo.

Pequeños pensamientos culpables que la mayoría de las veces acompañaban a Kongpob a su habitación y conducían su mano hacia su endurecida polla.

El jueves, después de un particularmente duro día de trabajo, Kongpob estaciono en la entrada para encontrarse con las luces de la sala de estar encendidas. Era tarde, cerca de las nueve de la noche. Un incidente en la oficina le había entretenido más tiempo del que deseaba. Envió un mensaje a Arthit para hacérselo saber, pero no recibió respuesta.

Estoy en casa. No te asustes porque alguien entre por la puerta principal.

Kongpob envió el mensaje a Arthit, esperando a que se marcara como recibido, luego salió del coche y abrió la puerta principal. Cuando entró, Arthit estaba echado todo lo largo que era en el sofá, disfrutando una película en la televisión de pantalla plana montada en la pared. Cuando la puerta se abrió, Arthit levantó la cabeza, pero no levantó nada más.

Su camiseta se había subido, exponiendo piel pálida. Kongpob miró una vez, luego hizo su mayor esfuerzo para no mirar de nuevo.

—Aquí estás. —Arthit se sentó en el sofá. Puso en pausa lo que estaba viendo. —La cena está en el horno, a lo mejor está un poco seca. Lo siento.

—¿Te estás disculpando por hacerme la cena? —Kongpob se aflojó la corbata mientras entraba. La cocina estaba separada de la sala de estar por encimeras, pero por lo demás, el espacio era diáfano. —Yo debería ser el único que se disculpara. La oficina ha sido un infierno últimamente. Estoy tratando de meter un poco de orden, pero siento que han reestructurado la administración tantas veces que estoy dándome cabezazos con todo el mundo, y nadie sabe qué dirección es la mejor, así que cada uno va para un lado.

—Eso suena complicado. —Kongpob observó desde la cocina cómo Arthit giraba sobre su estómago y se levantaba del sofá. —¿No era así antes de que tomaras el permiso de paternidad?

—No, no realmente. No hasta este punto al menos. —El horno estaba al mínimo. Kongpob lo apagó, luego tomo una manopla y abrió la puerta del horno. Había dos platos dentro, cada uno con una porción de pollo y patatas. —¿No has cenado?

—No. —Arthit se acercó a las encimeras de la cocina, Kongpob oyó sus pasos y ubicó su posición por su voz. —Pensé que sería más agradable comer juntos. Solo que no me di cuenta de que ibas a llegarían tarde. Hubiera empezado a cocinar más tarde.

—Es culpa mía. Nunca te disculpes por hacer todo lo posible por ser amable. —Kongpob sacó los platos y los puso en la encimera. La cocina estaba recogida, excepto por los platos y cubiertos que usarían, no había que limpiar. —¿Dae se portó bien contigo hoy?

—Fue un angelito. —Arthit rodeó las encimeras para abrir el frigorífico. Tomo dos botellas de agua del interior. —Estaba pensando que mañana podríamos dar un paseo por la orilla del rio Han. Hay buenos caminos peatonales y he visto a madres llevar sus carritos. Creo que nos vendría bien a los dos salir de casa. Tenemos que disfrutar este tiempo veraniego tanto como podamos antes de que el frío nos encierre en casa.

—Adelante. —Los platos estaban demasiado calientes para tocarlos, así que Kongpob los llevó con cuidado de uno en uno a la mesa del comedor. Puso individuales en la mesa para absorber el calor y dejó los platos encima. —Tienes mi permiso para hacer lo que quieras mientras Dae esté cómodo y seguro.

—Bien. —Arthit dejó las botellas de agua sobre la mesa, luego colocó los cubiertos. Trabajaron tan bien juntos que Kongpob ni siquiera se dio cuenta de que Arthit estaba ayudando hasta que encontró la mesa completamente puesta y lista para comer. —Creo que todavía me estoy acostumbrando.

—Estoy por decirte que estás siendo demasiado duro contigo.

Se sentaron juntos a la mesa, uno frente al otro. La intimidad del momento y el doble significado detrás de una comida casera caló hondo en Kongpob hasta que ninguna parte de él quedó sin afectar.

Incluso si a Arthit no le importaba de la forma en que Kongpob deseaba, no había duda de que Arthit estaba consagrado a la idea de ellos como una unidad.

Como una familia.

Eso le daba esperanzas a Kongpob de que no apartaría a cada hombre de su vida.

—¿Crees que estoy haciendo un buen trabajo? —Arthit levantó la vista y lo miró, sus ojos eran deslumbrantes debajo de sus pestañas. — Eso es un enorme cumplido. Gracias.

—Al Cesar lo que es del Cesar. —Kongpob cortó la pechuga de pollo. Todavía estaba jugosa y el condimento olía delicioso. —Te contraté por una razón. No me arrepiento de mi decisión en lo más mínimo.

La manera en que Arthit lo miró hizo a Kongpob querer creer que había algo más entre ellos que solo el trabajo. La esperanza irradió en su pecho, hormigueando en sus músculos y poniéndole el vello de punta.

El aire estaba cargado de significado, pero Kongpob no podía descifrar lo que era.

—Gracias, —Arthit susurró. La nota de diversión en su voz hizo que a Kongpob te diera un vuelco el corazón.

El resto de la cena se gastó en una conversación tranquila mientras esa misma esperanza iluminaba a Kongpob de dentro hacia afuera. Era irresponsable y lo sabía, pero no podía rechazar el hecho de que se sentía innatamente atraído hacia Arthit.

Y esa noche, cuando separaron sus caminos para ir a la cama, Arthit perduró en él mucho tiempo después. La mirada en sus ojos, la curva de su sonrisa y los sentimientos con los que bendijo a Kongpob. Arthit no solo era bueno para Dae, también lo era para Kongpob

Vida de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora