𝖢𝖺𝗉í𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖽𝗂𝖾𝗓.

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Acortando la distancia entre ellos, le cubrió la mejilla con una mano. Con la otra le quitó cuidadosamente las horquillas que le mantenían el cabello recogido. Cuando hubo liberado su cascada de sedosas ondas, se las llevó al rostro y aspiró con fuerza el aire, bebiendo del embriagador aroma de Hange. Luego vertió todo su desesperado deseo en un beso.

La boca de Hange estaba caliente y resultaba invitadora.

Una tentadora mezcla de texturas y sensaciones. Había tantas cosas que quería decir, tantas emociones que deseaba expresar, tantas cosas que no sabía ni como decirle. Durante toda su vida había utilizado las palabras para seducir, pero eso solo funcionaba cuando tenía una guitarra en las manos. Cuando era capaz de interpretar una melodía para crear ambiente, para incitar a una mujer a sentir lo que él quería que sintiera. Al besar ahora a Hange se sintió vulnerable, apenas apto para la tarea de hacerle el amor. No tenía manera de saber qué estaba pasando por aquella cabecita suya tan obstinada. No tenía modo de juzgar si le deseaba con la misma desesperación que él. Lo único que sabía era que nunca había sentido nada parecido. Ni siquiera con Petra.

Con Petra todo estaba situado en la superficie. Nunca había habido sentimientos más profundos ni indescifrables emociones ocultas. No había necesidad de tomarse las cosas con calma. Ni había desesperación. Con Hange todo era distinto. Más intenso y su innato talento con las palabras le fallaba.

Al final lo único que podía hacer era mimarla con su cuerpo. Le sacó el jersey por la cabeza con manos reverentes. Debajo tenía los senos desnudos. Perfectos. Deseables e invitadores. Suplicando ser besados y acariciados. Lo que hizo con completa devoción, pero el resto de su cuerpo le seguía tentando a seguir.

Hange se quitó los vaqueros y Levi hizo al instante lo mismo con su ropa interior de seda. Cuando le deslizó una mano entre las piernas hubo un instante de resistencia antes de que abriera los muslos a su contacto, pero cuando le abrió los labios la encontró deliciosamente húmeda y caliente para él. Temblando de deseo, Levi hundió los dedos en ella una y otra vez mientras su pulgar encontraba el montículo de tierna piel de la entrada. Hange emitió un gemido profundo mientras se retorcía en la cama.

Levi sintió como sus músculos se apretaban alrededor de sus dedos mientras los primeros temblores del orgasmo la atravesaban. No pudo resistir volver a saborearla, succionar la dulce miel de su excitación mientras la llevaba hacia el éxtasis. Hange temblaba, volvía lentamente a tierra sintiéndose como si todas las moléculas de su cuerpo hubieran salido disparadas y ahora estuvieran tratando de volver a reunirse. Fue vagamente consciente de que el calor de Levi la abandonaba. Se incorporó apoyándose sobre un codo para ver como se quitaba los pantalones y los calzoncillos.

—Preservativos —dijo señalando con la cabeza hacia la mesilla de noche, sorprendida al oír lo jadeante que sonaba su voz.

Levi sacó uno de los preservativos del envoltorio y se lo puso rápidamente.

Unos instantes más tarde estaba otra vez encima de ella. La embistió. El dolor atravesó a Hange al perder la virginidad. Cerró los ojos con fuerza cuando aspiró el aire. Dolía. Más de lo que esperaba. Más de lo que las novelas que había leído le habían llevado a creer. Era como si le estuvieran estirando. Demasiado. Pero cuando soltó el aire lentamente, la tirantez disminuyó. Solo entonces abrió los ojos. Levi había dejado completamente de moverse. Tenía los ojos abiertos de par en par y una expresión de confundida sorpresa que provocó que a Hange se le sonrojaran las mejillas. Volvió a cerrar los ojos de nuevo. Sin duda Levi se habría dado cuenta.

—Hange —jadeó él.

Ella se forzó a abrir los ojos y se fijó en la firmeza de sus labios mientras respiraba de forma entrecortada.

𝐍𝐨𝐭𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐨𝐫; 𝐥𝐞𝐯𝐢𝐡𝐚𝐧 [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora