𝖢𝖺𝗉í𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗍𝗋𝖾𝗌.

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Su brutal sinceridad la dejó sin palabras. ¿Qué podía decirle? Algo como «no estoy cualificada para este trabajo, apenas soy capaz de mantener la cabeza fuera del agua, y si supieras lo cerca que estoy de ahogarme harías que me despidieran», pero decidió que la mejor manera de explicarle de donde venía era contarle también una historia.

—Yo tenía doce años cuando mis padres se mudaron aquí a Los Angeles. Mi padre entró a trabajar como jardinero de los Worth y mi madre como asistenta. Yo crecí encima del garaje de los Worth. Trabajabamos para ellos, pero nunca nos trataron como empleados.

Levi la estaba observando con los codos apoyados en las rodillas y la expresión intensa. Sintió que se quedaba sin respiración. Era desconcertante que la mirara tan de cerca. Estaba acostumbrada a tratar con estrellas que solo se preocupaban de la opinión de alguien cuando se hablaba de ellos, pero Levi parecía estar escuchándola de verdad, como había escuchado a la gente durante la tormenta de ideas.

De pronto le pareció que la habitación
era demasiado pequeña. Se inclinó hacia delante y volvió a calzarse antes de ponerse de pie y señalar la puerta con la cabeza.

—Voy a ir a recoger la sala de conferencias. Si quieres que sigamos hablando, ven conmigo. Pero si dejamos esa fruta ahí más tiempo, se estropeará.

Sabía que Levi la seguiría. Hange siguió hablando mientras avanzaban por el pasillo.

—Sé que te estoy contando la historia de mi vida, pero lo que quiero que entiendas es que trasladarme a Los Ángeles salvó a mi familia. No solo a mi familia directa, sino a todos. Cuando nos trasladamos aquí mis tíos nos siguieron —se giró hacia él—. Puede sonar cliché,  pero Vista del Mar es un lugar especial. No es perfecto, tenemos nuestros problemas, pero también estamos muy unidos. Cuidamos de los nuestros. Era la comunidad perfecta para crecer, para formar una familia. Al menos lo era, pero ahora Jean Kirschtein ha vuelto y ha comprado Industrias Worth.

—Por lo que veo no apruebas del todo a Jean.

Hange apartó la vista de su mirada escrutadora y observó la sala de conferencias. Los restos de la tormenta de ideas permanecían distribuidos por la estancia. Se dispuso a buscar la tapa de la bandeja de fruta.

—No quiero hablar mal de él —colocó la tapa de plástico sobre el recipiente y lo cerró—. Es amigo tuyo.

Estaba claro que Levi no compartía su repentino afán de ocuparse en algo. Se dejó caer en la silla que estaba en la cabecera de la mesa y estiró las piernas.

—También es tu jefe.

Había un cierto deje de advertencia en el tono de Levi. Bien. Así que ya había trazado la línea. Estaba bien saberlo. Hange asintió con brusquedad y dirigió su atención hacia los dulces. Quedaba una magdalena de chocolate con plátano. Su favorita. La sacó de la bandeja. Tal vez necesitara una buena dosis de chocolate más tarde.

—No me malinterpretes. Desde luego agradezco todo lo que está haciendo con La Esperanza de Hannah.

—Me alegro de que aprecies los millones de dólares que está dispuesto a donar a la comunidad —afirmó Levi con ironía.

Jean era sin duda la cabeza visible de la junta directiva de La Esperanza de Hannah, pero por lo que ella sabía, no estaba muy implicado en su éxito. Había elegido a Levi para que fuera la cara de la obra benéfica y luego había añadido a Nanaba por petición de Ronald Worth. Además, a Nanaba la quería todo el mundo y tenía experiencia con obras solidarias, pero Hange no podía evitar pensar que Jean la había incluido solo para que la gente pensara que había una continuidad con Industrias Worth.

Sin embargo, la gente de la ciudad estaba nerviosa. Se decía que Jean iba a traer a su experto en relaciones públicas, Porco Galliard. Hange no podía evitar recelar. Ignoró la sutil ironía de Levi y siguió hablando.

𝐍𝐨𝐭𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐨𝐫; 𝐥𝐞𝐯𝐢𝐡𝐚𝐧 [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora