𝖢𝖺𝗉í𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖼𝗎𝖺𝗍𝗋𝗈.

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La pregunta de Hange quedó suspendida en el aire. ¿Por dónde empezamos?

A Levi se le ocurrían una docena de cosas. Ir a cenar a algún restaurante acogedor para agasajarla con comida y vino. Ir a la playa y convencerla de que se quitara los zapatos para que caminara con él sobre la arena, para poder quitarle aquel moño con el que se recogía el pelo y hundir la nariz en su nuca para aspirar aquel embriagador olor a canela. Tenía muchas sugerencias, pero ninguna de ellas resultaba apropiada para una mujer con la que iba a trabajar. Así que le dio la respuesta que debía darle.

—Vamos a ir a Charleston.

Hange parpadeó sorprendida.

—¿Cómo?

Levi sintió deseos de reír al observar el asombro en su rostro.

—Charleston —repitió.

—¿La ciudad?

—Sí, la ciudad. No tenía pensado llevarte a bailar. No tengo ningún sentido del ritmo.

Hange entornó los ojos sin saber como tomarse sus palabras.

—Permíteme que lo dude.

—Te lo juro por lo que más quieras. Soy incapaz de bailar.

Hange se limitó a sacudir la cabeza y decidió ignorar su broma.

—¿Qué hay en Charleston?

—La base de la Fundación Petra Ackerman. Cuando veas las cosas que hacemos…

Hange no le dejó terminar la frase.

—¿Te has vuelto loco? —no le dio oportunidad de responder y él la dejó hablar—. Admito que el mercadillo en la calle es una buena idea, pero entre eso y mi trabajo normal no puedo irme a Charleston como si tal cosa. Aunque tuviéramos dinero en el presupuesto para semejante viaje, que no lo tenemos, no puedo dejar el trabajo.

A Levi le impresionaba que tuviera el valor de llevarle la contraria. La mayoría de la gente no se atrevía. Ella parecía tener la rara habilidad de olvidar que era una superestrella.

—Esto también es trabajo —señaló—. No te estoy sugiriendo que vayas a Charleston a hacer turismo. Será un viaje de trabajo. Puedes reunirte con nuestros abogados y nuestros contables, Gente capaz de hacer el trabajo que a ti tanto te agobia en la mitad de tiempo. Dos, tres días máximo. Si salimos el domingo por la noche te traeré de vuelta a San Diego con tiempo de sobra para prepararte para la boda de Mike y Nanaba el próximo fin de semana.

Hange pareció considerarlo durante un instante, pero luego sacudió con fuerza la cabeza.

—No veo como podría justificar…

Levi se lo tomó como un sí. Ella siguió hablando mientras él sacaba el teléfono y llamaba a su asistente. Llevaba ya un rato hablando cuando Hange se dio cuenta de que no le estaba escuchando. Se colocó delante de él en jarras y los ojos entornados, molesta.

—Espera, Gunther —le dijo Levi al teléfono antes de bajarlo. Alzó una ceja.

—¿Has dicho «primera clase»?

—Es un vuelo largo. Nocturno. No quieres viajar en turista.

—¿Yo no quiero? —repitió Hange—. Lo que no quiero es ir.

—Lo sé. Pero vas a tener que confiar en mí. El viaje valdrá la pena.

Antes de que pudiera decirle nada más, Gunther empezó a hablar otra vez y Levi le dedicó su atención a ella. Estaba escuchando la respuesta de su asistente cuando sintió que le daban una palmadita en los bíceps. Alzó la vista y vio a Hange mirándole con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

𝐍𝐨𝐭𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐨𝐫; 𝐥𝐞𝐯𝐢𝐡𝐚𝐧 [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora