capítulo 18

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DAYANNA

Abro mis ojos lentamente, pero al recordar todo lo qué pasó anoche termino abriéndolos de golpe. Me siento en la camilla y muerdo mi labio inferior para no dejar salir un quejido de dolor, la espalda me duele horrible y la pierna aún peor. Tengo una venda en mi hombro y creo que es la única herida que me duele menos. Levanto mi mirada y cuatro pares de ojos me miran fijamente, ahora son seis con la aparición de Alfred.

Ambos con ojeras bajo sus ojos y con los mismos trajes de anoche, llenos de sangre. ¿Pasaron toda la noche aquí? ¿Conmigo?

—Con calma, se te pueden romper las puntadas de la pierna —Gabriel se acerca a mí, y yo observo mi muslo vendado. Levanto mi mirada de nuevo encontrándome con esos ojos azul oscuro.

—Se fueron —Digo con mi garganta seca, a lo que Alfred me da un vaso de agua.

Vladimir me dedica una de sus miradas típicas gélidas, a las cuales creo que ya me estoy acostumbrando.

—Teníamos unos asuntos pendientes, ya sabes, yo en Italia y Vladimir en Rusia. No creímos que te importara que nos fuéramos, pues cuando lo estás, digamos que no eres muy sociable con nosotros que digamos —tiene razón, siempre los ignoro.

—No tienen que darme explicaciones, solo se me hizo raro que desaparecieran de la nada —«Si como no»— Creí que habían roto su palabra.

—Jamás —responden ambos al unísono —. Aunque seré sincero y realista, Vladimir, anoche rompió el tratado y deberá irse, por ende, yo igual. Las cosas se pondrán aún más pesadas hasta que se vuelva a sellar el tratado y claro, que Vladimir reciba su castigo por la ofensa.

¿Castigo? Mi humor cambia y me siento molesta al escuchar lo que Gabriele me dice, Alfred me quita las vías de mi brazo y descubro mi cuerpo por completo, pero después me arrepiento al darme cuenta que prácticamente estoy casi desnuda. Sus ojos se posan en mí, siento mi rostro rojo, pero ignoró como mi cuerpo reacciona, niego y me pongo de pie dejando mi cuerpo; vendado, golpeado y con manchas de sangre frente a ellos. Pues vi algo en él que realmente llamo mí atención. Ahora mismo debería estar yéndome de aquí, pero sin embargo aquí estoy, dejando un asunto importante para mí de lado, solo para poder estar con ambos. Alfred se va y me quedó sola con ellos, cojeo levemente a sus lugares y ellos solo me miran atentamente.

El cuello de Vladimir parece como si lo hubieran estrangulado, hematomas morados y verdosos adornan esa zona. Bajo mi mirada.

—¿Qué te pasó en la mano? —le pregunto una vez que estoy frente a él y Gabriele a mi espalda.

Se tensa.

—No deberías estar de pie, perdiste mucha sangre y

Tomo su mano y él no pone resistencia, ignoro en dolor en mi hombro por acción y comienzo a quitar la venda batida de sangre. Una vez que tengo su mano al descubierto veo toda su palma quemada, «rabia, es lo que ahora siento». Quita su mano sin ser brusco, mi mente comienza a trabajar, pongo mis manos en su camisa de botones blanca y la abro de un fuerte tirón. Los botones caen al suelo y él me mira con su ceño fruncido, tomando ambas de mis muñecas deteniéndome, sabe lo que quiero hacer.

—Muéstrame —le pido y él niega mientras me mira sin expresión alguna—. Confianza, algo que estoy dispuesta a darles, pero muéstrame.

Si, darles mi confianza a dos mafiosos. ¿Qué podría salir mal?

Él me mira incrédulo por lo que acabo de decir y sí, yo también no me lo creo. Suelta mis muñecas y termina de quitarse la camisa, cierro mis ojos con fuerza una vez que lo veo. Recordando a mi hermano sin poder evitarlo. Paso mi mano por sus múltiples y enormes golpes, tocándolo con delicadeza con las puntas de mis dedos. Todo su costado izquierdo es de un color púrpura oscuro, su piel blanca hace que los hematomas resalten aún más, sigo el camino con mis dedos el cual abarca su hombro y la parte trasera de su omóplato. Dejo un leve beso y veo como su piel se eriza.

DAYANNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora