Vingt-huit

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Minho estaba saliendo de una exitosa primera clase de danza. Lo habían aceptado de inmediato y aquello hacía que su corazoncito se sintiera más feliz que nunca.

Además, habían aceptado su condición diferente.

Así que todo iba bien aquel día, o al menos eso creía antes de salir del edificio.

Afuera había un hombre de edad mayor, sentado en una de las bancas del lugar.

Minho sintió un frío horrible recorrer su espalda cuando su padre entró en su campo de visión.

Trató de pasar desapercibido para que no pudiera reconocerlo, pero no funcionó.

ㅡ¡Minho!

ㅡ¿Qué quiere?

ㅡNecesitamos hablar, hijo.

ㅡYo no soy su hijo, usted lo sabe.

Minho, aprovechando que el hombre estaba un poco lejos aún, marcó rápidamente el número de Chan y guardó el móvil en su bolsillo, pero sin cortar la llamada.

Chan contestó y escuchó lo que pasaba del otro lado de la línea.

ㅡVamos, habían pasado años, fue un error. No puedes hacerme esto, sabes que te amo por sobre todas las cosas, como a tu madre. Eres mi hijo.

ㅡEstá enfermo.

El hombre le tomó del brazo.

Chan ya iba saliendo de la casa algo agitado mientras escuchaba atento a lo que decían.

ㅡSuélteme, por favor. O voy a llamar a la policía.

ㅡNo serías capaz, Minho. Eres un niño precioso, no le harías eso a tu padre.

Por suerte, el edificio sólo quedaba a tres estaciones de la casa de Minho, el tren llegó rápido al lugar.

Chan preguntó a todos por el nombre del edificio, porque no tenía idea de donde estaba.

Hasta que por fin alguien le dio las indicaciones correctas.

Pudo ver a Minho cuando iba llegando, el hombre aún le tomaba el brazo para que no se escapara.

Chan soltó a Minho de su agarré con un empujón para el otro, el menor se escondió en su espalda, llorando.

ㅡVuelve a tocar a Minho y no voy a responder por mis actos, señor Lee.

ㅡ¿Quién te crees, mocoso? Tengo más derecho que tú sobre él.

ㅡEse derecho lo perdió cuando le hizo eso, me da asco.

ㅡDe todas formas, lo toqué antes que tú.

ㅡNo pudo haber dicho peor cosa.

Chan le dio un golpe con su puño directo en el rostro y estuvo a punto de perder el control de sus acciones si no fuera porque escuchó los sollozos y jadeos enormes de Minho.

Otra vez, una crisis de pánico.

Pasitos de Pingüino - Minchan. ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora