Quarante

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En la casa se escucharon un par de gritos, una discusión, alguno que otro mueble caído.

Pero nadie tuvo el valor de hacer nada.

Nadie fue capaz de ayudar.

Una mujer de mediana edad se encontraba en el piso, sentada y llorando por los golpes recibidos; uno en el rostro y dos en el estómago. Un hombre con copas de más, se encontraba dando vueltas por la casa como si estuviera buscando algo.

Todo estaba desordenado.

Minho y Chan vieron que la luz estaba encendida, así que caminaron por el mini sendero hasta la puerta, pero al abrirla, la sonrisa tierna se borró de sus caritas. Chan corrió a recoger a la madre de Minho del piso, Minho no comprendía qué pasaba hasta que vio a su padrastro bajar del segundo piso donde se encontraba su habitación.

La madre de Minho le rogó que los dejara en paz, pero el hombre venía a cobrar venganza por el hecho de que el menor había contado su mal y había arruinado su vida por completo.

Cuando tomó a Minho de la muñeca, el menor tuvo que armarse de valor. Chan intentaba proteger a la mujer y a Minho a la vez, pero tuvo que detenerse para llamar a la policía.

La respiración de Minho se aceleró, pero él sabía que debía controlarse.

Lo haría por Chan.

Arriba, el dibujo tan bonito que había hecho Minho para Chan en la pared, estaba destruido y ya casi no se distinguían los dos pingüinos.

Pasitos de Pingüino - Minchan. ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora